Capítulo 65

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"Encontrar un amigo no es fácil, dejarlo es difícil, olvidarlo imposible".

Lillie no pudo detener el flujo de sus recuerdos en toda la mañana

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Lillie no pudo detener el flujo de sus recuerdos en toda la mañana. Una corriente de nostalgia trajo de regreso a su verdadero hermano justo como hace seis años, de mejillas rubicundas y desbordante alegría. Ello fue su único refugio durante las largas noches solitarias solo iluminada por la luz en su mesa y las estrellas, en su plástica vida con en el Paraíso. Lusamine llegó incluso al extremo de eliminar a Gladio en los retratos familiares para lanzarlos a la hoguera. Durante todo ese tiempo, guardó la esperanza que su hermano la rescataría de ese lugar. Pero ese día nunca llegó. La brillantez de las gotas que bajaban por su rostro sujetando al Vulpix de peluche, hicieron que el real subiera regazo lleno de ansiedad, incluso ignorando el diario en la mesa de noche de su madre. La entrada más reciente, incluía a su primer pokémon como lo hubiera hecho su bondadosa madre, expresando cuanto añoraba y deseaba los abrazos de su hermano.

Un deseo que las estrellas, aún no le concedían.

—Lillie. ¿estás despierta? —preguntó Gary, después de tocar dos veces la puerta con golpes secos.

Se levantó lentamente, arrastrando los pies hasta la puerta. Un animal dentro de su pecho luchaba desesperadamente por salir a base de rasguños, contrayendo su pecho y espalda, aún más enojado cuando reconoció a Gary a través de los grandes ojos esmeraldinos de Lillie. Bajó la mirada cuando el ardor en su rostro amenazó con perder el control e hiciera explotar su estrella.

—Oye, ¿me acompañas a desayunar? Ash sigue hibernando y... —Se interrumpió en seguida. La tomó de ambos hombros con suavidad sin obtener respuesta alguna—. ¿Qué suce...?

Lillie lo rodeó entre sus brazos con fuerza, hundiendo su rostro entre su cuello. Notó la colonia de Gary, incluso recien levantado por la mañana. Era el mismo que usó en Mele Mele e idéntico al de su padre, suave y sereno. Uno que podía iluminar la cueva más oscura, las noches sin luna ni estrellas.

—Gary... abrázame. Solo abrázame en silencio... por favor.

Parpadeó un par de veces, en un medio abrazo antes de finalmente reaccionar. Decidió devolverle el gesto, colocando ambas manos en su espalda, cómplice de la calma. El silencio aún estaba en la habitación, ahora del lado de Gary.

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