II: Lo mismo de siempre

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Agustin

—Ya está todo ¡arranque! —grité para indicarle al chofer que podíamos iniciar el viaje

La primera y única parada antes de la quinta, sería solo unos minutos después, en la casa de la cumpleañera.

—¡Hay que preparar estas cosas eh! ¡A ver quien se copa! —gritó alguien, refiriéndose al alcohol

—Bueno a ver, yo seguro, que soy la esclava esta noche —escuché a Ángela responder mientras agarraba una botella de Fernet, una de Coca y un vaso enorme

—¿Te ayudo? —y ahí estaba otra vez ese chico nuevo, ¿como se llamaba? ¿Facundo? dios, ¿tan denso iba a ser?

—Dale —le sonrió ella y dejó que tome las botellas

Yo estaba sentado en el fondo con varios amigos. Uno fue hacia las botellas y nos las trajo para que preparemos otras cosas. En eso estábamos todos cuando frenamos en la casa de Minerva.

—¡Feliz cumpleaños! —gritaron cuando la vieron subir, y obvio Ange fue la primera que se acercó a abrazarla, nadie quiso interponerse

A la mitad del viaje ya me sentía mareado, y veía como se empezaba a descontrolar todo a mi alrededor. Había mucho alcohol y variado, lo que generaba la fórmula más terrible: la mezcla.
En el medio del party bus había un caño, donde las chicas comenzaban a bailar.
En un momento en que dejó de preocuparse porque todo estuviera marchando bien, Ángela se sumó a la ronda de baile. No pude evitar quedarme mirándola unos minutos. Me ponía bastante nervioso cuando me generaba tanto deseo estando en lugares públicos, en los que sabía que no podía tocarla más de lo que lo haría un amigo.
Decidí quedarme sentado ahí donde estaba. Varios de mis amigos estaban en la misma, porque querían seguir tomando y parados no encontraban estabilidad.

—¿Qué pasa por acá? —preguntó Angela acercándose a nosotros

—Esto está muy bueno Angelita —le dijo uno de los chicos, refiriéndose a un trago que estaba tomando

—A Agustín no le den más porque ya está para atrás eh —habló otro y se ganó que le pegue en la cabeza

—¿Es en serio eso? —me miró ella fingiendo enojo y yo negué con la cabeza— a mi no me podes mentir —se agarro de un pasamanos para no caerse y se sentó en mis piernas— a ver mirame —con una de sus manos agarró mi mentón y giró mi cabeza para quedar enfrentados— ¿cuantos dedos tengo?

—Seis —le respondí y ambos reímos— vos no te quedas atrás igual eh —la miré con detenimiento, observando que también parecía bastante mareada

—Por ahora no tomo más hasta que pueda llegar a la quinta y hacer entrar a todos, pero después...

—Después tampoco, no quiero que pase lo de la última salida —eso se lo dije bastante serio, no me molestaba cuidarla, pero me asustaba verla tan mal y ya me había jurado que no volvería a pasar

—No, tanto no, te juro que no —hizo el gesto de promesa con los dedos, me abrazó por el cuello, apoyando su cabeza en la mía, y yo aferré más mis brazos en su cintura

Fueron solo unos segundos, porque en seguida la volvieron a llamar y tuvo que irse par adelante.

—Che escúchame —me dijo uno de los pibes, que ya no recordaba bien si lo conocía de algún lado o no— ¿ella es tu amiga no? —con la mirada me di cuenta que se refería a Ángela, así que asentí— ¿no me haces gancho? —y ahí estaba otra vez, lo mismo de siempre, la escena de cada salida— está muy buena —sonrió babosamente y me tuve que concentrar bastante para no mirarlo mal

Nuestros silencios - ANGESTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora