XLVIII: Intimidad

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Nota de autor: Trato de hacer que pase algo malo para que sea más interesante esto...

——

Ángela

—Dale, vamos —insistí por tercera vez tirándolo del brazo— mira como estoy yo de bien y vos ahí tirado

—¿Será porque no dormí en toda la noche? —balbuceó sin abrir los ojos

—Ay, no seas exagerado, si me desperté un ratito nomás —me acerqué a él y empecé a darle besos en la cara y el cuello

—Vos, pero yo no me dormí más, bah, por momentos —empezó a abrir los ojos de a poco— pero bueno si me lo pedís así me voy a levantar —me dio un beso y se fue sentando—  te sentís mejor por lo que veo

—Súper —sonreí y me levanté para ver si se apuraba

De a poco se fue levantando, se cambió y salimos a hacer una excursión que nos propuso el hotel. Era un city tour.
Nos llevaban en un colectivo, y el chofer iba hablando por micrófono, contando particularidades y datos sobre la ciudad.
Cada vez más me pasaba que la gente se acercada a mi o me miraba con ternura y me preguntaba cosas sobre el embarazo. Me parecía extraño pero me
iba acostumbrando.

—¿De cuanto estas? —me preguntó una señora que iba a nuestro lado

—18 semanas, la mitad ya —sonreí, y ahí es donde la persona empezaba a contarme sus experiencias personales y a darme consejos, generalmente lo hacían las señoras grandes, y a mi me gustaba escucharlas

En algunos lugares nos permitían bajar para recorrer. Eso hicimos en el dique. La vista era hermosa, el rio de un agua verdosa que no podías dejar de mirar, y el sol nos acompañaba para no sentir tanto frío. Me paré en el medio del puente por el que íbamos caminando, para observar un rato la belleza del lugar, puse mis manos en los bolsillos de la campera, y en seguida sentí las de Agustin rodearme por la panza. Apoyó su cabeza en mi hombro y no dijo nada, solo se quedó mirando conmigo. En un momento lo miré de reojo porque noté que me estaba mirando a mi.

—¿Qué? —sonreí avergonzada, llevábamos una vida conociéndonos y aún así me seguía incomodando cada vez que me miraba fijo

—Te miro —me respondió con tranquilidad, y si, eso ya lo había notado

—Me di cuenta —puse una mano en su cara para que no lo hiciera más y giré para abrazarlo

—¿Alguna vez me vas a dejar mirarte en paz? —me susurró al oído, mientras yo apoyaba mi cabeza en su pecho

—No —le respondí con voz de bebé y me acurruqué más en él

—Eso no es justo —fingió enojo— igual te miro cuando dormís que ahí no me podes decir nada —me separé de golpe y lo miré mal

—Te odio —le dije acercándome hasta pegar nuestras narices

—Y te escucho roncar —agregó y se empezó a reír imaginando cual iba a ser mi reacción

—Callate —grité— yo no ronco —me crucé de brazos y él me volvió a abrazar

–Te amo —no paraba de reírse y me empezó a dar besos en el cuello y en la mejilla— sos hermosa siempre —me agarró del mentón y se quedó mirándome con una sonrisa

—Se ven tan lindos ustedes —giramos la cabeza a ver quien nos hablaba, y era la señora con la que habia charlado en el colectivo— esa nena tiene mucha suerte

—Ay —me dio tanta ternura que me acerqué a la señora y la abracé, Agustin me quedo mirando extrañado y a punto de reírse por la situación— gracias, sabe que... —y ahí empezó otra vez, nuestra charla de todos mis miedos y dudas y todos sus consejos, mientras seguimos caminando por el puente

Nuestros silencios - ANGESTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora