XLI: Fe

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Ángela

Mañana entregaba un trabajo muy importante y no me podía concentrar, leía una y otra vez el mismo párrafo sin lograr avanzar nada. Al menos, llevaba bastante tiempo sin llorar y mis ojos ardían menos.
Los últimos días, desde que todos se enteraron que estaba embarazada, habían sido un caos. De mi casa a la facultad, es todo lo que me permitían hacer, y solo ahí, en los pequeños recreos, nos podíamos ver con Agustín. Me decidí a dormir, sabía que no iba a conseguir nada despierta y pensando en todo lo que me hacía mal.

—Dios, te extrañaba mucho —corrí a a los brazos de Agustin, cuando llegué a la facultad y lo vi, él hizo lo mismo

—Yo también mi amor, pero no corras —me dio un beso en la cabeza y otro en la boca, sin dejar de abrazarme

—Correr es lo que menos mal me está haciendo en este momento —le dije al separarnos un poco, con mis ojos humedecidos por la angustia que me costaba reprimir

—Tranquila —me acarició la mejilla— ya van a ir mejorando las cosas, hoy por ejemplo le tengo fe a la charla de mis papás con los tuyos

—Yo ya no le tengo fe a nada —revolee los ojos— no creo que haya algo que afloje a mi papá

—Está enojado, pero hablando va a entender que —se rascó la cabeza pensativo— lo hecho, hecho está —ambos nos reímos de la frase— que no tiene sentido todo esto y que encima te hace mal a vos

—Bueno ojalá —lo volví a abrazar apoyando mi cabeza en su cuello, y en eso escuché que lo llamaban para entrar al aula, por lo que también tendría que hacer lo mismo yo— ¿es muy importante la clase que tenes ahora? necesito estar más tiempo con vos —hice puchero y él me dio un beso

—Esta si, pero a la siguiente podría faltar ¿vos?

—Por mi no entraría a ninguna directamente, no me siento bien —suspiré y bajé la mirada

—Me quedo con vos entonces —me dijo y volvió a abrazarme

—Nono, anda, no quiero que te la pierdas si es importante —lo separé de mi con ambas manos— yo igual tengo que entrar, físicamente estoy bien, cualquier cosa te aviso

—Tengo el celular a mano, en serio, cualquier cosa me avisas —se puso bastante serio y yo asentí rápidamente, le di un beso más y nos separamos— te amo —lo escuché decirme cuando ya me había dado vuelta, y una sonrisa que no pudo ver, se dibujó en mi rostro

—Amiga, pensé que no venías —me dijo Mine al verme y me abrazó

—Al único lugar que me dejan salir...

—¿Tan mal está todo? —me preguntó y asentí; todavía entre sus brazos que no me soltaban— pero bueno, tenes que tratar de estar tranquila igual —con sus manos giró mi cabeza para mirarme, y su expresión de preocupación no tardó en llegar— porque estar así te hace peor a vos,y al bebé —susurró lo último

—Ya sé —abrí mi cuaderno con desgano — pero que se yo, por ahora no puedo ver que algo vaya a mejorar

—Lo primero que quiero que hagan es alcanzarme los trabajos —escuché de repente al profesor, que no sé en qué momento había entrado

—Y obviamente ni pude hacer eso —miré en dirección a él y apoyé mi cabeza en mi mano

—Pero yo si —Mine levantó la mano con dos carpetas en ella, una tenía mi nombre en la carátula— me imaginé que no ibas a poder —se levantó y fue a entregarlos— ay no llores —me retó cuando volvió a sentarse a mi lado y me vio

—Estoy demasiado sensible y estas cosas me matan —la abracé— gracias amiga, no sé qué haría sin vos, ¿como hiciste para hacer dos?

—Eran solo números, uno lo puse mal en el mío y otro diferente en el tuyo por las dudas —susurró entre risas y yo sonreí también

Nuestros silencios - ANGESTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora