LVI: Por y para ustedes

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Agustin

Estaba dibujando la esquina de la hoja, era un garabato que no llegaba a tener forma de nada. Hasta que mi amigo me despertó del trance.

—AGUSTIN —gritó pero con el tono de voz más bajo posible

—¿QUÉ? —respondí alarmado

—¿Qué te pasa loco? —se quejó Andy, te estoy hablando

—Me colgué

—Todo el día colgado estuviste, ¿pasa algo? —me preguntó, ya denotando algo de preocupación

—Chicos —nos interrumpió Jenny mientras apoyaba algo en la mesa— les cuento rápido porque ahí viene el profesor, miren —nos muestra y eran entradas para algo— las conseguí —sonrió con suficiencia y nosotros nos quedamos boquiabiertos

—¿Como hiciste? —preguntó Andy sin dejar de mirarlas incrédulo

—Como dice mi mamá, menos pregunta Dios y perdona —nos guiño el ojo y se fue a acomodar en su asiento

—Sos lo más —le dije y estirándome chocamos los 5— ¿Cuando era? —agarramos las entradas, que eran para un show al que queríamos ir pero se había agotado antes de que pudiéramos comprar— la semana que viene

El ingreso del profesor al aula hizo que todos nos quedemos en silencio.
Cuando terminó la clase, empecé a juntar mis cosas rápidamente.

—Hey ¿quien te apura? —exclamó mi amigo

—¿Una bebé de un mes que es mi hija? —le respondí con una pregunta que era más una afirmación

—¿Pero no tienen una niñera?

—Si, pero a Ángela no le gusta mucho y prefiere que esté el menor tiempo posible —me colgué la mochila y empecé a caminar hacia la puerta

—¿Por? —me miró extrañado

—Que se yo amigo, mujeres —levanté los hombros y él se rió dándome una palmadita en la espalda

Cuando llegué a casa reinaba el silencio, caminé hacia el living y ahí estaba Lucia con Luna, en una mesita que habíamos acomodado en un rincón, le cambiaba el pañal.

—Que tranquilidad —dije y ella me sonrió

—Es una santa tu hija —terminó de cerrar el pañal y la alzó

—Viste —sonreí y me acerqué a darle un beso— ¿todo bien? —le pregunté mientras agarraba a mi hija en brazos

—Si, todo genial, ¿no te digo que es una santa? —se acercó más para hacerle un mimo en la mejilla

—La verdad que no lo puedo creer, no sé a quien habrá salido —ambos reímos— bueno, si queres ya te podes ir —ella giró para mirar la hora

—Me queda una hora por la que me pagan así que te podría ayudar con algo más de la casa —miramos alrededor y habían bastantes cosas desordenadas, no era una mala idea, pero a la vez, habíamos quedado con Ángela en que yo llegaba y ella se iba...— ¿que... te parece? —me preguntó al notar que me había quedado pensativo

—Bueno —tartamudee porque no se me ocurrió que otra cosa decir para evitar que se quedara— ordenar un poquito así nomás —dije mientras miraba la hora, no faltaba mucho para que Ángela volviera de la facultad

—Dale —sonrió y empezó, era una chica genial, súper amable, responsable y dispuesta, no entendía por qué a Ángela no le caía del todo bien— y ¿como va la facultad? —me preguntó en un momento en el que el silencio se volvió pesado

Nuestros silencios - ANGESTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora