XXI: Solo un mes

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Ángela

—Bueno dale Ángela, cinco minutos o entro a buscarte —me dijo mi papá de muy mala gana, lo que hizo que mi angustia se intensificara aún más

Bajé del auto corriendo y cuando me abrieron la puerta de la casa de Agustin, él ya estaba bajando la escalera.

—Acabo de leer tu mensaje —me dijo mientras me abrazaba con fuerza— ¿por qué se van ya?

—El vuelo de mañana se cancela y nos ofrecieron salir hoy, sino no se sabe cuándo y bueno, mis papas aceptaron éste —le expliqué mientras trataba de calmarme para no hacer la situación más difícil

—¿Te puedo acompañar? —me pidió mientras apoyábamos nuestras frentes y nos tomábamos de las manos

—No, mejor no —bajé la vista porque mirarlo me hacía peor— no me voy a poder ir y... tengo que ir —suspiré y lo volví a abrazar escondiendo mi cabeza en su cuello— te amo —le susurré al oído, al ver que sus papás nos miraban desde el sillón— te voy a extrañar —lo miré nuevamente y vi como sus ojos se empezaron a llenar de lágrimas, por lo que yo dejé escapar de a poco las mías que estaba conteniendo

—Yo también te amo —me dijo, y en seguida notó que nos miraban así que se separó un poco— mejor anda, porque si seguís un segundo más adelante mío te voy a tener que secuestrar —ambos nos reímos y nos volvimos a abrazar

—¿Qué pasa Ange? —preguntó Lulú, que parecía ya no aguantar la intriga por lo que estaba viendo

—Me estoy yendo al aeropuerto —me acerqué y los saludé a ambos— se adelantó el viaje un día

—¿Y por qué lloras tanto che? la vas a pasar genial —me decía Daniel, y con Agustín nos mirábamos sin poder disimular lo que nos pasaba

—Ya se tiene que ir —dijo él al escuchar la bocina del auto que me esperaba

—¡Buen viaje! —me dijeron sus papas con una sonrisa y yo me esforcé por devolverles otra

Ni siquiera un beso nos pudimos dar, y con un último abrazo, y nuestras manos que se fueron soltando de a poquito, nos despedimos.
Subí al auto ya sin poder aguantar el llanto, escondí mi cabeza entre mis manos y no escuché más nada de lo que pasaba a mi alrededor.
Hasta que en el aeropuerto mi mamá insistió.

—No podes ponerte así hija, es un mes nada más —me dijo mientras trataba de abrazarme

—Dejame en paz —la alejé y me levanté para buscar el baño, pero me agarró del brazo frenándome

—Te entiendo pero no seas exagerada, y no nos arruines el viaje —exclamó, pero en seguida me soltó y yo me fui casi corriendo

Llegué al baño, me miré al espejo y me sequé las lágrimas. El maquillaje que tenía en la cartera me ayudó a disimular mi angustia un poco más. Al fin y al cabo mi mamá tenía un poco de razón, pensé. Tampoco es que nunca nos volveríamos a ver, lo iba a extrañar y mucho, ya lo estaba extrañando, pero era solo un mes, y mis papás no se merecían verme así, sino simplemente disfrutar.
Así que volví a la sala de embarque tratando de fingir que me había calmado, aunque por dentro seguía sintiéndome en mil pedazos. Rápidamente la alegría de mis papas hizo que todo se fuera haciendo más fácil.
En un momento que me levanté a preguntar algo, pude escuchar como susurraban entre ellos.

—¿Qué le pasaba? ¿por qué lloraba? —le preguntaba él a ella

—Preguntale vos Marcelo —le dijo mi mamá y yo la amé— o ya te va a contar, igual no es nada grave, tranquilo, cosas de chicos —giré hacia ellos y vi como mi papá le devolvía una mirada de desconfianza, no le había gustado mucho su respuesta y podía notar que no iba a tardar mucho en hacerme preguntas

Nuestros silencios - ANGESTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora