XLII: Sentir [parte 1]

1.2K 82 16
                                    

Ángela

—¿Qué? —balbucee mientras hacía un esfuerzo por abrir los ojos

—Que tenemos que bajar, mis papas fueron a hablar con los tuyos y nos están esperando —me dijo Agus, y la adrenalina que me generaron sus palabras hicieron que pegue un salto en la cama

Bajamos casi corriendo y nos sentamos a la mesa.

—¿Mate? —preguntó Dani y nosotros lo mirábamos expectantes, como si estuviéramos esperando la última nota en la universidad

—Si, pero hablen —Agustin lo agarró, no podía resistirse a ese ofrecimiento fuere cual fuere el momento

—Te vas a quedar acá chiquita —Lulu me acarició el brazo y me miraba con ternura— tenes que estar relajada

—Si ¿pero como se lo tomó mi papá? —pregunté rápidamente

—Y bueno, no le gustó mucho pero ya está resignado, y se que entiende que es lo mejor para vos —tomó el mate— hablamos bien, tu mamá mucho más comprensiva nos ayudó, lo que queremos todos es que no pases por más estrés —respiré, realmente es lo que necesitaba escuchar— a él lo que le preocupa más que nada es el tema del estudio viste

—Pero no me dejó ni hablarle, yo no quiero dejar, se que puedo seguir, quizás con otro ritmo pero voy a seguir —expliqué como no había podido hasta ahora

—Lo sabemos y eso le dijimos, es cuestión de que lo vaya viendo con sus propios ojos y aleje los fantasmas —ella hablaba tan tranquila que me daba esperanzas de que todo iba a ir bien— yo estoy muy feliz —levantó la voz con emoción y estiró los brazos en dirección de ambos

Nos levantamos y nos fundimos en un abrazo los tres.

—Bueno no me dejen afuera eh, que yo también aporté lo mío —se quejó Daniel, y lo miramos extendiéndole los brazos para que se sume

Esta era mi familia y lo sería para siempre. Era una de esas cosas que podía sentir.
Después de pasar un rato charlando, mientras Agustin se bañaba, recibí un llamado de mi mamá. Charlar con ella terminó de tranquilizarme, me dio todo su apoyo, se preocupó por mi y quedamos en almorzar al día siguiente.
Todo venía bien, hasta que me empecé a sentir mal. Entré al baño y empecé a vomitar, no me asuste porque sabía que era normal, pero cada vez me sentía peor.

—¿An, estás despierta? —fue lo siguiente que escuché, y mirando a mi alrededor, me di cuenta que estaba acostada

—Si —susurré— ¿qué pasó? —ahora si me sentía asustada, entendía que me había desmayado y no sabía cuánto tiempo ni donde estaba

—Tranquila —me dijo Agus, pero me miraba con una expresión que no transmitía lo mismo

—Basta de decirme eso, decime qué pasa —me quejé y entrecerré los ojos, me dolía la panza más que antes, cuando los volví a abrir descubrí que había un médico revisando unos papeles— ¿mamá? —estaba a su lado

—Hola amor ¿como te sentís? —también me miraba con preocupación, o eso estaba interpretando yo en todo el mundo

—Mal, ¿pero alguien me puede decir algo? —intenté sentarme pero Agustin me detuvo

—Está todo bien mi amor, te desmayaste pero es normal —me dijo rápidamente y yo no sabía si creerle

—¿Seguro? —desconfié

—Si bebé, está todo bien ¿o no doctor? —lo miró y el médico asintió, con la tranquilidad que necesitaba ver

No tardé mucho en darme cuenta que estaba en la habitación de Agustin. No me había movido de ahí. Solo me había desmayado y el doctor me explicó que estaba todo bien, pero me dio bastantes indicaciones para cuidarme y fechas de controles.
Cuando se fue, me dormí nuevamente en seguida, era una maquina de dormir, ahora más que antes.

—Holaaa —grité cuando me desperté y lo vi a Agustín en la computadora

—Hola bombón —giró rápidamente a mirarme— ¿cómo estás?

—Me siento como nueva —se paró y se dirigió a mi—  y estoy feliz —le dije y puse ambas manos en mi panza

—Yo también mi amor —me respondió él y se acercó hasta agarrarme de la cintura— ¿sabes que? —lo miré expectante— tengo ganas de hacerte muchas cosas —una de sus mando bajo hasta acariciar mi cola— pero...

—¿Pero que? —elevé una ceja, interrogativa

—No sé —me miró la panza y ahí me pareció entender lo que le pasaba

—Ay pero no pasa nada, no estoy enferma —revolee los ojos— aprovechá ahora que todavía no soy una bola —me reí y él se mordió el labio, negando con la cabeza

—Vas a ser la bolita más linda del mundo —no terminó de hablar que ya había puesto mi mano en su cara, era lo que me salía cuando se ponía cursi 

—Callate queres —escondió su cabeza en mi cuello y empezó a darme besos suaves— mmm, eso me gusta, necesito mimitos —puse mi mejor voz de bebé y él se separó un poco para mirarme con ternura

—¿Necesitas mimitos? —repitió, rozando su nariz con la mía, y yo asentí haciendo puchero

Me empezó a besar mientras sus manos recorrían mi cuerpo, pasó una mano por debajo de mi remera, buscando contacto con mis pezones, cuando los encontró, los acarició un rato suavemente. Empecé a levantarle la remera de a poco, hasta que me ayudó y se la terminó de sacar. Le acariciaba el pecho y la espalda, a la vez que él me besaba con más desesperación y nos iba llevando a la cama. Nuestras lenguas jugaban, cada tanto me mordía el labio inferior, él amaba hacer eso y a mi me encantaba que lo hiciera. Me acostó en la cama y se acomodó sobre mi con cuidado, podía notar que tomaba más precaución en cada movimiento y eso me daba mucha ternura. No crei que era posible estar tan enamorada, me sentía en una nube. Amarlo, y sentirme tan amada por él, más nuestro bebé que se estaba formando, era lo mejor que tenía en la vida. Lo sabía, también lo podía sentir.

—Te amo —me susurró en los labios y empezó a desvestirme poco a poco, sacándose también lo que le quedaba a él de ropa

—Yo también te amo —le respondí cuando volvió a mirarme, enredé mis piernas a su alrededor y sentí al instante como se introducía en mi

Empezó despacio pero no tardó en acelerarse, sus embestidas sin pausa me hacían gemir cada vez más fuerte, por lo que tuvo que poner una de sus manos en mi boca.

Llegamos al orgasmo y por un rato me siguió besando sin salir de adentro mío.   Sus manos me acariciaban las piernas y las mías recorrían su espalda, éramos uno y queríamos seguir siéndolo para siempre.
Después empezó a recorrer mi cuerpo con sus besos. Mordió mis pezones, un poco más suave de lo que solía hacerlo a veces y lo agradecí. Cuando llego a mi panza me estremecí más de lo normal, quizás lo notó, porque levantó la cabeza para mirarme y le sonreí, el amor que sentíamos no se podía poner en palabras, pero se podía sentir en el cuerpo. Siguió hasta acomodarse entre mis piernas, las abrió más con sus manos y empezó a jugar con su lengua en mi parte más sensible. Tuve que agarrar una almohada para evitar que me escucharan fuera de aquella habitación.  Él me hacía ver las estrellas.

—Agustin —susurré como una queja— basta, veni —le pedía que subiera pero él no quería— no aguanto más —supliqué y eso fue peor, continuó y agregó sus dedos al juego, entraban y salían de mí, primero lentamente y luego fue acelerando de a poco

Llegué a mi límite y lo agarré del pelo haciendo fuerza para que suba. Se reía y yo lo fulminé con la mirada.

—Dale —hice puchero como si le pidiera algo

—¿Que? —me miró con una sonrisa sobradora

—Sabes lo que quiero —abrí más mis piernas y las enredé en su cadera

—¿Esto? —preguntó mientras volvía a introducirse en mi, sonreí con satisfacción y asentí, se venia la segunda vuelta

Nuestros silencios - ANGESTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora