XLVII: Luna

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Ángela

Hoy había sido nuestro último día de cursada. Por suerte empezaban las vacaciones de invierno que yo las necesitaba más que nadie. Había dejado todos los talleres y sólo estaba asistiendo a las clases obligatorias, con alguna que otra falta cuando no me sentía del todo bien.
Ahora que teníamos un mes de descanso, teníamos también tiempo para bajar a tierra y pensar en muchas cosas que hasta el momento no habíamos podido.

—Me encanta la idea, si si —pegué un saltito de felicidad

—Bueno ¿a donde te gustaría que vayamos? ¿nieve, playa? ¿ciudad, soledad? —me preguntaba Agustin, sentado en su silla frente al escritorio, donde estaba la computadora con una página de viajes abierta— norte, sur, este, oeste —rió y estiró sus brazos hacia mi que estaba parada a su lado— a mi me da igual mientras sea con vos —me acerco hasta sentarme en sus piernas frente a él— con ustedes —aclaró mirando la panza que había quedado en medio de los dos

—Mmm —pensé— no quiero ir muy lejos por el viaje en avión, ya de por si no me gusta mucho, ahora menos —puse expresión de disgusto— que sea dentro del país... y mucho frío tampoco —giro un poco la silla para que ambos podamos ver la pantalla y empezamos a buscar algún destino

Terminamos eligiendo el mejor hotel en Termas de Rio Hondo. Lo que quería era que estuviéramos tranquilos y solos, en un lugar donde nos pudiéramos relajar, y me pareció perfecto cuando lo vi.
Seleccionamos el primer vuelo que encontramos y en menos de 24 horas estábamos ahí.

—Es hermoso este lugar, me quiero quedar a vivir acá —fue lo primero que dije al entrar a nuestra habitación, era un lujo, tenía una cama que con solo mirarla te daban ganas de acostarte y no levantarte más, y un balcón semi cerrado, lo suficiente como para que no te vieran dentro del jacuzzi y que a la vez pudieras disfrutar de la vista

—Quedémonos —me respondió él con ese tono natural suyo que no sabías si te hablaba en serio o en joda

—Dale, total no tenemos carreras que terminar —me reí mientras me acostaba boca arriba en la cama, la única forma que encontraba cómoda desde que la panza había crecido

—Bueno, quizás no acá pero si podemos ir buscando un lugar donde vivir juntos —se acostó boca abajo pegado a mi

—Me gustaría mucho eso —le dije con una sonrisa, y él pasó una mano por debajo de mi cabeza y me acercó mas para darme un beso— ¿decís que ya? —pregunté cuando nos separamos

—Por mi si, ¿vos que preferís? —me acariciaba la panza y me sentía en el cielo

—Lo que te parezca mejor a vos... pero si, a mi me encantaría que tengamos nuestro lugar

—No se habla más entonces —sonrió y yo también, lo agarré de la cara con ambas manos y le di un beso que duró varios minutos— cuando volvemos nos ponemos en eso ¿dale?

—Te amo —me salió decirle, lo miraba así de feliz y siempre cuidándome tanto que no podía pensar en otra cosa que en cuento lo amaba

—Yo también te amo hermosa —me miró con ternura porque no se esperaba que le responda eso— me haces la persona más feliz del mundo

—No, vos a mi —lo señalé con el dedo y volví a agarrarlo de los cachetes para darle un beso— no me imagino la vida sin vos en serio, nunca me la imaginé en realidad —sonreí un poco avergonzada, como cada vez que reconocía que lo había amado desde que había descubierto lo que era

—Sabes que yo tampoco, siempre fuiste mi debilidad

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Nuestros silencios - ANGESTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora