VII: Heridas

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Ángela


—Nono, dejenme no me toquen —grité, y me apreté la rodilla intentando no sentir el ardor, pero era muy fuerte

Minerva me miró con sus brazos en jarra y revoleó los ojos, como hacía cuando la hartaba. Se dio vuelta y la vi alejarse. Yo no tenía intenciones de moverme, y parecía que era lo que todos querían que haga.

—A ver, córranse —escuché la voz de Agustín acercarse— ¿sos tarada vos? —fue lo primero que me dijo, yo lo miré un instante con mis ojos llorosos y volví a agachar la cabeza— vení —me agarró suavemente para levantarme del suelo y lo dejé, no podía quedarme ahí para siempre

Rengueando y agarrada de él llegue a sentarme en el sillón del living. El dueño de la casa le trajo unas gasas y alcohol. Cuando lo vi me puse peor.

—Nono, Agustin por favor, alcohol no que me arde mucho —intente alejarme pero el dolor no me permitía pararme, tenía un corte bastante grande

—Es para lastimaduras, no arde —me agarró de la cintura y me acercó hacia él, en ese momento tuve un dejavú


Flashback, cuatro años atrás


—¡No podes andar con la herida así! ¡Agustin! ¡Dale no me hagas correr boludo! —gritaba y corría detrás de él en un bosque que parecía interminable— acá estás

—Paré solo porque me cansé —lo vi sentado en un tronco de árbol que estaba caído— pero no quiero alcohol, cicatriza solo esto, es una pavada —hizo una expresión de superación

—21 años al pedo tenes —le dije mientras me sentaba a su lado— esto no es alcohol, mira —se lo acerque para que viera— es para lastimaduras así que no arde —me miró un poco desconfiado pero no dijo más nada así que me dispuse a ponérselo— tremendo corte te hiciste, mira si lo vas a dejar así —apoyé delicadamente la gasa en su ceja, donde tenía la lastimadura y el puso una cara de susto frente a la que no pude evitar reír— ¿viste que no se siente nada? —miró el producto sorprendido de que no le hubiera generado nada— bueno ahora te podes quedar quieto que falta

Estábamos a muy pocos centimetros de distancia, podía sentir su mirada en mí, y poco a poco empecé a ponerme un poco nerviosa.

─¿Pasa algo? ─me preguntó al ver que me separé de golpe

─No, es que sabes que me da algo de impresión la sangre ─reí lo más natural que pude

─Ah bueno, y después el cagón soy yo ¿no? ─le saqué la lengua y él me respondió de la misma manera

─Ya casi termino igual ─me volví a acercar lentamente 

Ésta vez los centímetros fueron menos, y pude sentir como su mirada se dirigía a mis labios. Y en un momento la mía también se dirigió a los suyos. 

─Bueno, ya está ─le dije casi en un susurro y bajé mi brazo

─Gracias ─me respondió de la misma manera─ ¿qué haría sin ti? ─corrió un mechón de mi pelo y lo acomodó detrás de mi oreja

─No sé, la verdad, yo me pregunto lo mismo ─me mordí el labio, miré los suyos y luego nuevamente a sus ojos, como si le diera permiso para hacer eso que sabía que ambos queríamos hacer hace mucho

Automáticamente terminó con la distancia que nos separaba y me besó. Al principio fue raro, una mezcla de sensaciones recorrieron mi cuerpo, por un lado las ganas de ese beso que venía acumulando y que por fin había llegado, y por otro, me sentía muy extraña, besando a alguien que siempre fue para mí como un hermano. Segundos después me olvidé de todo eso y simplemente lo disfruté, fue un beso suave y lento, como si estuviéramos conociéndonos, después de llevar toda una vida juntos. 

Nuestros silencios - ANGESTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora