XXVI: Una prueba

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Ángela

—¿Qué soñaste? —le pregunté intrigada

—No me acuerdo mucho —me respondió pero no le creí

—Dale —lo codie— contame

—Con vos —me dijo y me quedé helada

—Bueno, no seré Oriana Sabatini pero tampoco para pesadilla

—Sos tarada eh —se rió— soñé que te ibas otra vez, pero esta vez era como... para siempre

—Ay —lo agarré de la cara con ambas manos— ni en pedo me voy lejos tuyo —lo abracé— ni para siempre ni nada, ya ese mes... —iba a decir algo más pero preferí no tocar el tema

Justo llegamos a destino. Le pagamos al remis y entramos corriendo a la facultad. Nos saludamos con un beso en la mejilla y cada uno fue a su aula.

—Segundo día y ya caes una hora tarde —me dijo Minerva ni bien me vio

—Ya se, soy un desastre —saqué el cuaderno rápidamente

—Cabeza de enamorada —susurró y se acercó a mi insinuante

—Salí y dejame prestar atención

—¿Estabas con él no? —insistió con una expresión de triunfo

—No —le dije sin despegar la mirada del frente

—¿Y esto que es? —me saco el cuaderno y empezó a leer las notas de las esquinas

Me había olvidado que Agustin me había escrito cosas nuevas, una que ni yo había leído.

—Dame —lo tomé de un costado intentando sacárselo pero ella lo alejó más

—"Te extrañaba" —leyó— ayyyyy

—Minerva —me quejé tratando de no levantar la voz porque el profesor estaba hablando

—"No existe sensación más linda para mi, que tu risa entre mis labios" —siguió leyendo la otra nota, la que Agustin escribió cuando nos estábamos besando en mi cama— nananana, me des ma yo del amor —yo me quedé tildada, porque también me estaba enterando en ese momento y muriendo de amor— te juro que hasta me está empezando a caer bien —aproveché que aflojó y recuperé mi cuaderno

—Nunca hizo nada para caerte mal, mala

—Me daba un poco de celos, pero ahora ya no tengo motivos porque no son amigos, tu única mejor amiga soy yo —se acomodo el pelo sobradora— además, a vos te pasa con Jenny, ella tampoco te dio motivos para que la odies

—Ya me la tenías que nombrar —suspiré de mal humor

—Hablando de Jenny, acordate de la apuesta eh, si de acá a una semana no lo lograste, empeza a resumir —me señaló con el dedo

—Sh, dejame escuchar —la reté tratando de zafar de la conversación, aunque sabía que el juego ya había empezado y no tenía escapatoria

Cuando terminamos la jornada, nos fuimos a nuestras casas. Llegué y me encerré en la habitación en seguida, era un manojo de nervios. Primero, mañana empezaba el taller de comedia musical, y me generaba mucha ansiedad, no sabía si iba a poder hacerlo bien. A la vez tenia la certeza de que mis ganas de dedicarme a eso se iban a intensificar y eso podía traerme problemas nuevamente. Lo único que me calmaba era recordar que iba a ir con Agustín. Y con él tenía que ver lo segundo, la idea que se me había ocurrido de hacerle gancho con Jenny ya me parecía pésima y solo unas horas habían pasado desde que mi mente y mi boca se unieron para expresar semejante estupidez. Y ahora encima tenia que lograrlo si o si, o no iba a poder volver a mirar la luz del sol hasta que terminara de resumir las dos millones de hojas. Se me cruzó por la cabeza contarle a Agus y que me ayude, pero no daba hacer trampa, tenía que jugar limpio.
Después de cenar me dormí en seguida, anoche con él no había dormido nada así que el sueño me ganó en segundos.
Me levanté al otro día muy contenta, saber que empezaba el taller me ponía de muy buen humor.
Ni bien sonó la alarma, me senté en la cama y me empecé a preparar. Me puse mi pollera de jean preferida, una remera suelta corta, y un sueter rosa nuevo, porque había un poquito de viento. En los pies zapatillas, hoy quizás iba a tener que bailar, y otra cosa podía ser incómoda. Mi pelo estaba un poco ondulado por haberme acostado con el pelo mojado, pero me gustó así que lo dejé así. Me maquillé suavemente, en los labios solo me puse brillo, y salí.
Las primeras clases del día se me hicieron más eternas que nunca, porque lo único que quería era correr al taller.
Cuando por fin llegó la hora, me despedí de Minerva y empecé a buscar la sala.
Mi emoción disminuyó bastante cuando entré y vi que Jenny estaba abrazando a Agustín, y por lo que parecía, también iba a ser nuestra compañera. Tenía ganas de meterme en el medio como solía hacer, pero a la vez recordaba que supuestamente había prometido ayudarla a estar con el.
Respiré hondo y me acomodé tratando de pasar desapercibida.
Minutos después él giró hacia donde yo estaba y me vio.

Nuestros silencios - ANGESTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora