XLIV: Miedos

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Nota de autor: No revisé porque ya me dio sueño, así que perdón si hay algún error!

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Ángela

Estaba agarrando mi campera cuando sentí sus manos en mis brazos.

—Dejame —no llegué ni a levantar la voz porque lo mal que me sentía no me lo permitía

—Espera Ange, no te enojes al pedo ¿qué escuchaste? —giré y vi que me miraba con preocupación

—Me voy a dormir porque no me siento bien —fue todo lo que le respondí y salí por la puerta

—¡Esperame! —gritó segundos después, alcanzándome en la vereda— te voy a llevar yo, ¿en qué te vas a ir?

—Pedí un uber —respondí con tranquilidad mientras miraba por donde venía

—Nono, cancelalo, viniste conmigo y te vas conmigo —sonó serio y no tenía ni fuerzas para pelear así que preferí hacerle caso

Caminamos al auto en silencio, y ni bien me senté cerré los ojos. Me desperté cuando sentí que él me ayudaba a levantarme.

—Llegamos bella durmiente —me sonrió y yo no pude devolverle lo mismo

Subimos a la habitación y me acosté tal cual estaba, boca abajo, abrazando mi almohada.

—¿Te vas a acostar vestida? —me preguntó cuando entró, y yo asentí sin abrir los ojos— escuchame —me mantuve igual pero sé que él sabía que lo estaba escuchando— yo no pienso lo que estaba diciendo Jenny —sentí como empezó a sacarme los zapatos— es más le estaba diciendo todo lo contrario, esas son ideas de ella —siguió con mi ropa y yo no me movía mucho como para ayudarlo— sabes que estoy muy feliz, por el bebé y porque sé que vamos a compartir toda la vida juntos —giré un poco para que pueda sacarme el top y me alcanzó mi remeron para dormir

Mientras me lo ponía, lo miré sin expresión, sabía que eso le molestaba más.

—¿Qué? decime algo, no seas así —me dio un beso y me mordió el labio a propósito, haciéndome gritar

—¡¿Sos pelotudo boludo?! —me quejé— encima yo no me lo merezco si no hice nada —él no paraba de reírse mientras se acomodaba en la cama a mi lado

—Bueno ¿me crees o no? sino te voy a tener que seguir mordiendo —me abrazó por la cintura y me llevo hacia él, amagando a morderme el cuello, pero yo me defendí poniendo mi mano en su cara

—DEJAME —ésta vez fui yo la que lo mordió, mi víctima fue su oreja y él me miró con odio, no gritaba solo porque en la casa había gente durmiendo— ya estamos a manos —le saqué la lengua y él seguía agarrandose la oreja con dolor— y sobre lo otro, si te creo, pero no sé me siento con mucho miedo y bastante insegura con todo, y escuchar esas cosas me ponen peor —desvié la mirada y él me agarró con ambas manos de la cara para que vuelva a hacer contacto visual

—¿A qué le tenes tanto miedo? —me acercó más y empezó a acariciarme el pelo

—No sé, a todo, no pasó ni un mes creo que es normal —suspiré— de si irá todo bien —me toqué la panza— si voy a poder, a veces no puedo ni conmigo... —me reí mientras hacía fuerza para evitar las lágrimas— pero si de algo estoy segura es que ya lo amo y quiero intentar, al menos... hacer lo mejor que pueda con todo, pero se me vienen a la mente miles de cosas que me dan miedo

—Si, obvio que es normal, a mi también me dan miedo todas esas cosas, no te creas que no... que no te lo diga es porque sé que también te pasa y lo último que quiero es recargarte más con eso, quiero que estés tranquila —me dio un beso y yo pasé mis manos alrededor de su cuello para retenerlo unos instantes más— y perdón por lo de recién, lo último que quiero es sumarte más

Nuestros silencios - ANGESTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora