LIV: Cuarentena

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Ángela

Mientras caminaba al auto pensaba cuando había sido la última vez que me había arreglado para salir, o cuando había sido la última vez que me había arreglado. Es real que cuando sos madre sentís tal responsabilidad, que llegas a olvidarte de vos misma.

—¿Qué pensas? ¿nos quedamos mejor? —no habíamos hecho dos pasos y Agustin ya estaba dudando otra vez

—No —me rei— me di cuenta que hace un montón no me arreglaba, debí ser un desastre todo este tiempo, perdón —subimos al auto

—¿Qué decis? —me miró extrañado— ni lo noté porque sos hermosa siempre, y en modo madre más —se acercó hasta rozar nuestras narices y me dió un pico que duró varios segundos, se me estremeció la piel y al separarnos le sonreí, era hermoso ver todo lo que habíamos pasado juntos y que cada beso se sintiera como el primero

—Bueno, acaba de comer y es la una —mire el reloj de mi celular— a las tres tenemos que estar volviendo a menos que tu mamá llame antes —Agustin asintió y arrancó

Al llegar todos se sorprendieron al vernos, ya se habían resignado a que fuéramos y Agustin no les había avisado.

—Vinieron al final —exclamó Gabi mirándome como si la decisión hubiera dependido exclusivamente de mi

—No, somos hologramas —respondí irónicamente y revolee los ojos

—No seas mala —me abrazó por los hombros— veni a divertirte un rato, toma —agarro un trago de la barra y me lo ofreció

—¿Estas loco vos? —seguí mirándolo mal y Agustin se reía

—Está amamantando, no puede tomar alcohol —le explicó él, mientras agarraba el vaso para su propiedad

—¿Todavía? fua, nueve meses más todo el tiempo que le das la teta, te admiro la verdad, yo no podría

—Vos no podrías cuidar a nadie —le respondí a la vez que lo despeinaba cariñosamente con una mano

—En eso tenes razón —hizo un gesto al barman para que me alcance un vaso de jugo

—Y vos —señale a Agustín con un dedo— deberías acompañarme en esto —le dije al ver como tomaba felizmente un vaso de fernet— lo que más extraño es eso que estás tomando, y la birra... —puse voz de angustia

—Ay, perdón mi amor —dejó el vaso en la barra y se acercó a abrazarme— ¿Me perdonas? —escondió su cabeza en mi cuello y no pude evitar reírme por las cosquillas que me generaba

—Te estoy jodiendo, no pasa nada —respondí sinceramente— obvio que cuando pueda tomar seguro me ponga en pedo en 15 minutos, pero no me jode esperar ni ver tomar a otros

—¿Sabes que? —se separó para mirarme pero quedamos frente con frente— lo que te dije antes, siempre estás hermosa —me miró de arriba a abajo— pero admito que extrañaba como te queda este vestido —sus manos en mi cintura me atrajeron más hacia él, hasta quedar pegados

—Agustin —abrí los ojos en señal de alerta— no te olvides de nuestro plan —él pareció recordarlo y se alejó rápidamente

—Perdón, perdón —ambos nos reímos y desde la distancia nos tiramos un beso

Habíamos ideado una serie de reglas para evitar la tentación durante el tiempo que no íbamos a poder tener sexo. Ya llevábamos más de un mes, entre las últimas semanas del embarazo y las de vida de Luna, y todavía nos quedaban al menos dos más.

—La verdad que nos admiro porque lo estamos llevando bastante bien —le dije mientras tomaba vario sorbos seguidos de jugo, como si tratara de bajar la temperatura corporal

Nuestros silencios - ANGESTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora