XX: Yo quisiera

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Ángela

—No Agustín, basta —lo reté— esos libros te van a re servir siempre —intentaba sacarle la idea de tirarlos a la basura de la cabeza

—Me prometí que si aprobaba los tiraba, harto de esta materia del orto —resopló y tiró de los libros mientras yo los sostenía con fuerza del otro lado

—¿Por qué no disfrutas que aprobaste y listo? —me estaba ganando porque claramente tiene más fuerza que yo— dale —supliqué con mi voz más tierna— soltalos y yo te doy el regalito que te mereces —lo miré insinuante y en seguida sentí los libros completamente en mis manos— ay —exclamé en medio de una risa al darme cuenta que eran demasiado pesados para mi

Era Sábado al mediodía, él había salido de la facultad muy tarde anoche, y después habíamos dormido como 15 horas abrazados. Tratábamos de pasar cada segundo que teníamos juntos, bueno, nada muy diferente a lo habitual. Pero ahora, se sumaba el miedo a tener que separarnos en unas horas si no se nos ocurría algo para que pueda zafar del viaje.

Ya había puesto los libros a salvo, y ahora nos besábamos enroscados en su cama.

—Te amo, mucho —me dijo en un momento que nos separamos

—Yo mucho más —le respondí con una sonrisa

—Y siento que te amo hace mucho tiempo —me miró con ternura y yo me lo quería comer a besos

—Nos amamos hace más tiempo del que podemos recordar, solo que nos costaba reconocerlo —le dije y él asintió muy de acuerdo— yo era re goma con vos de más chica, si no te diste cuenta que me re gustabas estabas ciego —se rió a carcajadas— no te rías tarado —le pegué en la cabeza

—Es verdad que eras bastante intensa —dijo todavía riéndose y yo abrí la boca indignada— después te fuiste calmando un poco

—¿Un poco? —resalté fingiendo haberme ofendido— bueno, perdón por mi intensidad, ¿sabes que? me la llevo a otro lado —intenté sentarme pero él me atrapó con todo su cuerpo

—No te vas a ningún lado, sos mía vos, y también tu intensidad —me empezó a llenar de besos— no te calmes nunca, te amo así como sos —me miró a los ojos como si quisiera transmitírmelo bien y yo lo besé

Nos besamos un largo rato más, y cuando nos separamos nos quedamos unos minutos en silencio abrazados.

—¿Sabes qué estaba pensando? —le pregunté

—¿Qué? —me preguntó él mientras corría un mechón de pelo de mi cara

—Que podría volver a cantar —en seguida su expresión fue de completa felicidad— pero para —lo calmé— como hobbie nada más, y yo creo que si les explico a mis papas que me hace bien, y mientras siga teniendo buenas notas...

—Si por favor por favor —suplicó de una manera que me hizo reír— yo nunca más retomé las clases así que podemos ir juntos y seguir cantando en lugares —sus ojos se llenaron de emoción y hablaba ilusionado

—Puede ser, puede ser —pensé aunque todavía me sentía en duda— y hablando de cantar, hace mucho no me cantas —lo miré achinando mis ojos más, como pidiendo por favor que lo hiciera ahora

—¿Eso es un comentario o un pedido? —hice un gesto de que no sabía, pero él me leía perfectamente— traeme la guitarra dale —me levanté de un saltito y corrí feliz a buscarla— pero dejame elegir a mi eh —asentí mientras me sentaba de frente a él— a ver —pensó unos segundos mientras se fijaba si estaba afinada

De repente me miró como si ya supiera, y empezó a tocar.

Soy tu mejor amigo, tu pañuelo de lágrimas, de amores perdidos

Nuestros silencios - ANGESTINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora