Anillo

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Steve había pensado por bastante tiempo cómo iba a hacerlo.

Pero nada. Ninguna idea le parecía buena.

Hasta que un día, por la mañana, mientras iba por algo dulce para el desayuno de Tony, lo encontró.

Sonrió tan grande, que fue el mismo castaño el que le preguntó por su buen ánimo, al regresar a casa.

—Ví a Mark II interactuando con una gatita en la calle muy...

—¿Muy qué Rogers?— Tony dejó de jugar con unos hilos entre sus dedos, los cuáles hacían figuras.

— Cariñosamente.— respondió al fin, sabiendo lo que sucedería a continuación. Sabía que estaba mintiendo, pero Tony no se concentró en ello.

—¡Por mi madre!— exclamó el castaño, levantándose del sillón, pasando a su lado, con dirección a las escaleras de la calle. —Debo de ir a rescatar a mi hijo.

—¡Creo que no necesita tu ayuda Tony!— le gritó de manera divertida desde la puerta.

Caminó hasta la cocina y empezó a hacer un poco de té para él, y gruñó al notar la jarra de café llena.
Al parecer Tony le ganó.

Sacó los panes de la bolsa de papel y los colocó en dos platos. Hablando de comida, le tendría que remunerar a Mark II, aquella inesperada sustracción de su coqueteo, para ocultar el verdadero motivo de su sonrisa.

—Mark, no debes de ir tras cualquier chica que se te cruce enfrente. ¿Me oíste?— escuchó que Tony le decía, no, más bien reprendía al pobre gato, que estaba entre sus brazos como si fuese un bebé.

—No sé de qué te quejas Tony. Es igualito a tí.— y el mencionado lo fulminó con la vista, frunciendo el ceño al igual que el gato. Steve soltó una carcajada ante la graciosa situación.

—Ja-ja-ja, qué simpático Rogers— le contestó su novio de forma seca. —precisamente por que sé cómo es el mundo allá afuera, no quiero que Mark II sufra por... cualquier chica que le haga ojitos.

Tony era tierno cuando se ponía en su papel de papá con Mark II. Lo bueno es que el gato lo quería.

—No te olvides que él vivió en la calle antes de que estuviera con nosotros. Tu gato es todo menos un santo, conoce el mundo.

Tony abrió la boca con fingida indignación, y le tapó las orejas a su mascota, antes de dejarlo en el suelo.

—Haré como que no escuché eso.— dijo al volverse a sentar en el sillón y jugar con los hilos.

Steve fue hasta él y comenzó a hacerle cosquillas. Pronto, el departamento se llenó de risas y uno que otro beso; lo cual, el astuto Mark II, aprovechó para volver al asunto que tenía pendiente.

Unas horas más tarde, Steve recordó lo que pasó en la noche.

—Tony.— llamó.

—Mnnh— el castaño estaba demasiado ocupado en preparar ese jugo de clorofila que tanto le gustaba como para responder adecuadamente.

—¿Porqué me dijiste anoche que te debía una cita? Creo que no he olvidado ninguna. Pero si no es así, pudiste decirme antes, no cuando estaba casi dormido.

—¿De qué hablas?— le preguntó Tony volteando hacia él.

—Tú me...

—Sí te oí, lo que no entiendo es porque dices que yo te dije eso. Yo estaba en mi quinto sueño apenas puse la cabeza en la almohada.

Steve frunció el ceño. "Era la voz de Tony la que escuchó. Pero...¿Si no fue él quien le habló, de dónde provino aquel sonido?", se preguntó.

Siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora