¿Novios?

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El regreso de Tony era prácticamente un secreto, puesto que, ni sus padres ni sus amigos sabían que su avión aterrizaría en Nueva York a las 8 de la mañana.

Steve y Tony lo habían planeado así. Querían un tiempo fuera del mundo y de las personas; tenían la urgente necesidad de sentirse uno al otro, sin nadie que pudiera robar la atención de alguno o que por alguna eventualidad tuvieran que ir a otro lado.

No. Por ése día, serían egoístas. Lo más seguro es que no lo fueran ni por un segundo, era justo que luego de tanto, estuvieran solos. Era casi un derecho que por momentos creyeron imposible.

Gracias a que el castaño ocultó su identidad con ayuda del viento fresco de la mañana tuvo que ponerse una chamarra roja y un gorro negro, además de unos lentes negros, los dos pudieron salir sin problemas del aeropuerto.

Steve— le habló el castaño.

El rubio que tenía la cabeza metida en la cajuela del carro, acomodando la maleta de Tony, inclinó el cuerpo hacia atrás para mirarlo.

—¿Sí Tony?

— Vamos a Coney Island— propuso Tony alzando las cejas, recargado con el brazo derecho en la puerta abierta del carro.

—¿A Coney Island?— preguntó Steve frunciendo el ceño y con cara afligida.

—Sí,— afirmó el empresario, antes de quitarse los lentes;— ¿Porqué pones esa cara? ¿No quieres ir?

—No es eso— contestó a regañadientes, cerrando la cajuela y abriendo la puerta del lado del conductor.

—¿Entonces?— cuestionó Tony luego de obedecer al rubio con ponerse el cinturón, y de que el auto ya estuviera en las calles de la ciudad.

Minutos después, mientras Steve conducía con un más que evidente sonrojo en las mejillas, Tony reía a carcajadas, doblándose en dos tomándose el estómago con las manos.

—¿Vo...vomitaste luego de subirte al Ciclón?—preguntó Tony limpiándose las lágrimas de los ojos.

—Bucky me obligó esa vez.

—Oou Steve— dijo el castaño pinchando la mejilla del otro con su dedo, de forma cariñosa.— No te preocupes, ya pensaré en algo para la revancha.

El ojiazul se unió a la risa del castaño

Una hora y media después, llegaron hasta la casa de Manhattan de Tony, para dejar la maleta e irse enseguida a su otro destino.

Tardaron 30 minutos en llegar a la zona de comida, y otros 5 en encontrar un lugar vacío en el inmenso estacionamiento.

—Así que ya eres todo un profesional Steve, terminaste tu carrera con los mayores honores, fuiste el mejor de tu generación, tienes tu propio carro y tienes un futuro prometedor.

Steve sonreía ante cada palabra que pronunciaba el castaño, a la vez que los dos caminaban por el suelo de madera del lugar y veían los puestos de comida.

—Bueno tú no te quedas nada atrás, tienes tu propia empresa, la cual está está a nada de superar la de tu padre y haz dejado de ser visto como el hijo de Howard Stark.

Tony sintió la necesidad de pegar pequeños brinquitos por todos lados, sonaba tan tonto pero así era.

—Sí, es cierto; pero, dejemos eso de lado, ¿venimos a disfrutar no es así?— le dijo Tony para tomarlo de la mano y dirigirse al local de hot-dogs.

Intentaron participar en la competición de comer más tacos en una hora, pero terminaron tirándose pedazos de comida entre sí, lo que hizo reír no sólo a ellos sino a los espectadores y al presentador.
Curiosamente, no los obligaron a quitarse la gorra y los lentes de sol, tampoco es como si el caluroso clima les dejase otra opción.

Siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora