FINAL 2: SIN ESPINAS

329 18 5
                                    




Subaru










La calidez fugaz que me dejo mi madre es inolvidable, me enseñó que a pesar de ser una bella rosa podia ser más fuerte que una sólida roca, su fortaleza provenía de su amor, por mi padre, y luego perdida en lágrimas y decepciones floreció en la cruda y árida realidad a la que fue desechada, no solo me demostró que aún con las fuertes ventisca que te da la vida se puede seguir adelante, también que puedes dar más de ti, de tus fuerzas, solo por proteger a quien amas.

Yo estaba preso de muchos males que azotaban mi conciencia, todos y cada uno eran un sinfín de preocupaciones vanas que solo me sumergían en una depresión que quería destruir a toda costa, haber nacido era para mi el mayor de los pecados, no me aceptaba, me odiaba y tal vez seguiría haciéndolo por mucho tiempo si no la hubiera conocido a ella.

Podría decirse que nuestro encuentro fue parte del destino, pero yo no creo en el, no creo en nada, pero ella si, es creyente de Dios, al principio lo vi como un indicio de inocencia, lo cual me revolvía el estómago por qué no lo comprendía, no podía creer en un ser supremo que le guste verme sufrir, toda mi vida he sido objeto de discriminación, no era un hijo legítimo, era un bastardo según algunos, realmente no me interesaba lo que dijeran de mi, pero cuando eso afectaba a mí madre, la situación cambiaba, me sentía impotente al no poder defenderla, y cuando ella se fue, tuve que vivir con aquel que la hizo sufrir en miseria hasta lo último de sus días, mi padre, el verdadero bastardo que violó a mí madre, la persona quién solo me produjo odio y resentimiento en mi alma, no podía ser salvado, no quería serlo, no lo merecía, mis manos estaban manchadas, decidí ser capitán para regular mi emociones agresivas, no podía controlarme, quería desaparecer, destruirme, extinguir mi nombre y conseguir que la de él también, más de una vez pensé en asesinarlo, pero mi madre siempre me inculcó no hacerle daño a nadie, ¿Entonces que debía hacer?

Sin darme cuenta quise reprimir mis ansias de acabar con todo y poco a poco eso me consumía, era yo quien estaba siendo destruido.

La primera vez que alguien me salvó, estaba desconcertado, en verdad existían personas así, pero no era solo eso, la segunda vez fue igual, y esta vez definitiva, la rubia inocente de hermosos ojos rosados, con tan solo un suspiro podía hacer latir mi muerto corazón.

Pensaba que solo era una confusión, y dentro de no mucho tiempo se me pasaría, tenía la certeza que no podría llegar a sentir nada por esa niña, pero ese fue un error.

Sus palabras siempre sinceras y su forma inconsciente de apoyarme y cuidarme hizo que me fijará en cada una de sus aspectos, hasta ese momento nunca me había interesado nadie, no tenía familia ni amigos, la soledad era mi adorada compañía la cual me mantenía calmado, pero esa calma fue ofuscada por ella, tan pura e inocente, como una rosa blanca sin manchas, más bella que la luna, y más seductora que la noche, sus ojos eran más brillantes que los luceros, pero más pacíficos que el mar, encontrándome yo reflejado en ellos, sin culpas.

«Usted es una persona muy amable»

Veía a través de mi tan fácilmente, y aunque negase ser como ella me describía, sentía alivio al saber que ella pensaba así de mi. Mientras que fuera la única que pensará eso estaba gozoso, sin importar lo que los demás digan, siendo la única mujer que acepto el monstruo que soy, aceptándome, siendo así tal y como soy, nunca huyó de mi lado, siempre me miraba encantada, su mirada suave y dulce me ponía en aprietos, haciendo que la ame más cada día.

«Te elijo a ti, ¿Tú me aceptas?»

Su semblante suplicante pedía estar conmigo, yo ensombrecido le respondí en una afirmación.

『MI PROPIEDAD PRIVADA』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora