[41] Te hallé

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♔ CAPITULO  XLI ♔





Subaru

"La descripción que tú me diste de aquella joven que te salvó me resulta familiar con cierta persona. ¿Aún no la haz encontrado?"

A pesar de ser un idiota, es un idiota muy perspicaz.

La tarde y el recorrido acabaron muy bien, esa chica, a pesar de que parecía estar en guardia todo el camino con ese mujeriego, lo olvido por completo a la hora de enredarse con él en un abrazo. Sé que ella no tenía malas intenciones y solo lo hizo por mera alegría, pero aún así me fastidia, que su cuerpo haya estado apegado al suyo por su propia voluntad, los dos juntos...¡Diablos!, ¡¿Que me pasa?!

La noche es la mejor cuando quieres estar despejado, el día suele ser ruidoso y pintoresco, la iluminación hace que estés atento, tu día se resume en trabajar constantemente, la noche entonces te espera amablemente a que caigas a sus lascivas seducciones sumergiéndose en un mundo de oscuridad, donde no ves a nadie y nadie te ve, todo acaba como un sueño profundo.

El silencio del anochecer otra vez me acompaña, las hojas crujen ligeramente mecidas por el viento, siento calor, mucho calor, mis brazos doblados debajo de mi cabeza me impulsan a adelante, haciendo fluir mis ejercicio nocturno, las gotas resbalaban por mi frente hasta caer por mi barbilla, mi torso ardían de modo constante, flexionando se de arriba a abajo, mis piernas arraigadas al pasto suprimirán mi movimiento total, sirviéndole de anclaje, quería alejarme, de mí, de ella, de él, de ellos, de todo, cuando hago ejercicio suelo olvidar todo, me concentro en mí, en lo que puedo hacer y debo seguir haciendo, con dolor, un ardor recorriendo mi cuerpo con cada gota válida de sudor y cansancio, lo valía, si podía esquivar mis propios pensamientos, lo valía.

Conseguí llegar a la flexión número mil, otra vez, agotado, todavía evidenciando que sigo en un estado débil, desplegué mis brazos en lo ancho del verdoso campo, en el que por voluntad propia me tiré a descansar, la luna iluminaba mi cuerpo, me brindaba su fría luz a la incandescente sofocación que sentía, el calor era abrasador como suponía, nada que no lo arreglase la temperatura helada de la joven noche, como siempre una ayuda incomparable en mis más deprimentes momentos.

El vago recuerdo que me genera ver la luna sigue latente en mi cabeza, blanco, puro, una rosa blanca, una luna blanca, cabellos blanquecinos, largos y finos, se suave resbalar, inolvidables, mirada benevolente, letra de sostener pero dura de someter, fuerte, esa era mi madre, comparable a la luna, tan enigmática, sin importar el tiempo que lleve viéndola no podía dejar de mirarla, es un breve recuerdo que tengo de mi verdadera familia, la luna que todas las noches es mi madre haciendo compañía.

—Estaba aquí—suena en un leve susurro a mis espaldas

No tengo un deseo tangible por descubrir al dueño de esa voz que no reconozco por la lejanía.

Sus pasos suenan más fuertes, sin dejar de producir un efecto relajante de unas pisadas lentas revolviendo el césped, no le es molestó ni angustiante, no consigo sentir curiosidad así que simulo estar dormido. Una mirada inquisidora está sobre mí, lo presiento, mi mente no se turbia ante el descarado recorrido que un par de ojos surcan sobre mi ojos. Las pisadas se detienen, han llegado a su destino. ¿Cual es su siguiente paso?

『MI PROPIEDAD PRIVADA』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora