Hayes {Mix}

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Decidiste ir a casa de tu novio una calurosa tarde de verano. Estábais en el salón tirados en el mismo sofá con todas las ventanas abiertas y el ventilador apuntando hacia vosotros. Tú estabas medio tumbada, y Hayes tenía su cabeza en tu estómago y sus piernas colgaban del posa-brazos. Ambos comentabais de vez en cuando algo, sin apartar la vista de vuestros teléfonos, ya fueran por WhatsApps o redes sociales.

-Chicos, voy a casa de Rose y luego me pasaré a hacer unas compritas. Me llevo a Sky, así que tened cuidado con la casa y con lo que hacéis. -Dijo la madre de tu novio, alzando las cejas con lo último dicho. Aunque llevarais meses juntos, con su madre habías cogido mucha confianza, al extremo de pedirle consejo de lo que hacer en la relación o con otras cosas; era una mujer muy simpática y comprensiva.

-Vale, mamá, adiós. -Dijo en tono aburrido pero cariñoso.

-¿Quieres no hablarle así a tu madre? ¿Y si es la última vez que le ves? -Le pegaste una colleja. -Adiós Sra. Grier, que tenga un buenísimo viaje aunque sea corto y se lo pase bien, le quiero. -Dijiste enviandole un beso volador.

-Si no fueras mi chica diría que nos estás vacilando de manera descarada. -Se rió, levantándose hacia su madre quién se reía también y le abrazó, siguiendo con un beso en la mejilla.

-Adiós, chicos. -Dijo saliendo por la puerta junto a Sky.

-Adiós. -Dijistéis al unísono.

-Ahora que estamos solos... -Insinuó Hayes mirándote pervertidamente con voz rasposa.

-No, ahora que estamos solos nada. -Avisaste con la mirada.

-Iba a decir que nos bañemos en la piscina, malpensada. -Rió.

-Ah bueno, creía. Aún así no he traído bikini.

-No pasa nada, en ropa interior, de toda la vida.

-Claro, para que se me transparente todo, ¿no?

-Evidentemente, ahí está la gracia. -Te sacó una sonrisa cuando empezó a carcajear. -Aún así, no hay nada que no vaya a ver algún día.

-Oh, ¿cómo estás tan seguro de eso? -Dijiste indignada (con gracia), frunciendo las cejas.

-Porque vas a ser la madre de mis hijos.

-Qué bonito, qué romántico y qué todo. -Sonreías.

-¿Sabes? Me imagino un futuro a tu lado porque eres la primera a la que quiero de verdad, Ana. Así que cuando nos imagino de adultos con los niños correteando formando una familia, me entra una gran satisfacción porque me encantaría la verdad.

-Oh... qué dulce eres, bebé. Yo también te quiero. -Acariciaste su mejilla.

-¿Puedo hacer algo?

-¿El qué? -Antes de decir nada más, se abalanzó sobre tus labios, hundiendo aquellos carnosos labios sobre los tuyos.

Os besabáis lentamente, hasta que la situación empezó a calentarse, así que el ritmo y las respiraciones aumentaban. Hayes se sentó en el sofá, atrayendo tu cuerpo empujando tu espalda hacia él. Pasaste una pierna a un lado de sus caderas, dejando la otra del lado opuesto. Agarrabas su mandíbula, acariciando con los pulgares sus mejillas mientras él te apretaba los glúteos haciendo que jadearas y mordieras su labio. Movías las caderas, provocándole. Hayes al percatarse de tus movimientos hábiles, reaccionó con otro movimiento notable en su entrepierna. Sentías como crecía aquél bulto bajo tu feminidad, así que empezaste a moverte más veloz, ahora besándole el cuello y alternando los besos con mordidas. Él se limitaba a jadear, y agarrarte los muslos o los glúteos más fuerte, pidiendo más roce. Sabías que estaba cerca, así que le provocaste el orgasmo que Hayes tanto ansiaba. Tú también te sentías complacida, pero todavía no querías que fuera tu momento, así que os limitabais a juegos superficiales como estos.

-Ana... de verdad que algún día acabas conmigo. Te debo tres ya. -Reiste mirando su cara brillante por el calor y dando un último beso en sus labios.

-Eres muy manejable, Hayes. Siempre que me has intentado tocar más allá de la ropa, siempre has acabado tú debajo mía siendo el que grite algo. -Burlaste.

-¿Qué graciosa eres, no? A ver si te hace gracia esto. -Como estabas de pie junto al sillón y viste que cogió balance para hacerte algo, automáticamente echaste a correr al jardín.

-No te va a servir de nada huir. -Dijo mientras intentaba atraparte.

-Ya, Grier, para. -Dijiste al no tener escapatoria al borde de la piscina.

-Comprobemos quién se queda debajo de quién. -Dijo abrazando tu cintura. Cuando quisiste darte cuenta te encontrabas debajo de él, en el agua, besandoos.

Al salir del agua empezasteis a carcajear, echandoos agua y gastandoos varias bromas típicas de novios coquetos.

Salisteis de la piscina para quitaros la ropa y quedaros en ropa interior tumbados en la hamaca mientras os secada aquél cálido sol de California. Volvíais a hablar sobre tonterías y todas aquellas preguntas tontas que no suelen tener respuesta aparentes en la vida. Todas aquellas pequeñas cosas que él hacía, como un pequeño movimiento de cabeza para apartar el flequillo, mirar primero a tu boca y luego a los ojos cuando le hablabas, quitarse los pellejitos de las uñas cuando estaba nervioso, cuando se pasaba la mano por la nariz cuando quería decir algo que no le gustaba, cuando esconde el pie izquierdo detrás del derecho cuando tiene vergüenza, las preguntas tontas... todas esas pequeñas cosas que le hacían especial y te hacían recordar por qué te enamoraste de él, hacian que imaginaras una vida entera junto a él, sobre todo el día que formarais una familia con vuestros niños correteando.

¡Dedicado a la guapa de @AnaGrier20! Espero que te haya gustado. ¡Nos vemos en el siguiente #Imagina!

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