Hayes {Cute}

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El verano había terminado y las clases comenzaban. Íbamos en camino de terminar la primera semana. Me dirigía hacia la entrada principal del instituto, dónde me esperaban mis amigas que sonrientes, chillaban mi nombre mientras corrían hacia a mi para abrazarme. Después de todos los besos, abrazos y pequeños "te he echado de menos", pusimos rumbo a la cafetería.

Cuando entramos, le vi allí sentado con su grupito de amigos. Dos años de mi pasado volvieron al presente, recordando todo. Hayes Grier. ¿Por qué tendría que estar justo aquí? El corazón me traiciona la mente y rápidamente empieza a latir nervioso. Solía pelear el miedo que siento para sentir el dolor del egoísmo. ¿Valió la pena todo aquél tiempo intentando olvidarle? ¿Necesitaría más? No lo sé, pero sigo adelante intentando no hacer mucho contacto visual, y me siento con mis amigas en una de las muchas mesas. Andrea y Jenn me miran extrañadas.

-¿Estás bien, Ana? -pregunta Jenn.

-Sí, claro. No pasa nada. -le sonreí para quitar importancia.

-¿Has visto a Hayes, verdad? -Decía Andrea mientras le encontraba con la mirada, y volvía a mis ojos.

-¿Le conocéis?

-Evidentemente. Es deseado por la mayoría de vaginas del instituto por no decir todas. Es cómo yo, pero en versión masculina. -Vacilaba Jenn, haciéndonos reír. -No creas que no nos hemos enterado de vuestros rollos veraniegos desde hace dos años.

-¿¡Os habéis enterado!? ¿Cómo? -exclamé sorprendida.

-Hay mucho pajarillo suelto, querida. Si queríais una relación secreta deberíais de haber tenido más cuidado. En esta ciudad se le da mucho a la lengua. -Me miraba perversa Andrea, cómo si todo fuera algo obvio.

-Qué vergüenza, señor. -Agaché un poco la cabeza.

-Cariño, sabes que nos puedes contar cualquier cosa. No te dijimos nada por no molestarte pero que sepas que ahora, esto queda pendiente y nos debes explicaciones. -Señaló con su fino dedo Jenn.

-Por supuesto. Cualquier cosa, aquí estamos. Para todo, sin juzgarte. -Añadió Andrea.

-Muchas gracias por todo, niñas. -Sonó el timbre. -Nos vemos en clases.

Nos despedimos, y mientras avanzaba, Hayes pasó por mi lado junto a un amigo suyo. Hasta la entrada del pasillo, no dejaba de mirarme de reojo, y en ocasiones, echándome vistazos descarados que me hacían sentir cómo si me sumergiese en aguas heladas. Me tocaba Biología, así que entré de lleno al aula. Para mi suerte, cómo no, llegaba algo tarde y el único sitio que quedaba era al lado de Hayes. No entiendo cómo queriendole tanto, no haya ninguna zorra a su lado. Maldición.

Me acerqué a la silla, intentando evitar sus ojos. Siento que se aproximaba a mi cuerpo, pero seguía ignorándole, cómo si no existiera. Aunque... era imposible. Me moría por girarme, hablarle y admirar todos y cada uno de los lunares que tenía en la cara que tanto me gustaban, pero no podía. Mi pulso aceleraba. ¿Por qué? ¿Por qué a mi y por qué él?

-Tenemos que hablar. -Advirtió.

-No tenemos nada de lo que hablar, Grier.

-Tenemos que hablar, te guste o no.

-No pienso hacerlo.

-¡Señorita Ana!¡Grier! Por favor, ¡silencio! -Gritó el profesor.

-¿Ves lo que has hecho? -Decía enfadada.

-No he hecho nada. Sólo te he dicho que quiero hablar contigo.

-Y yo te he dicho que no. Fin de la discusión.

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