Nash {Hot}

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Acababas de llegar a casa después del gimnasio. Entraste en la casa, la cuál compartías con tu novio desde hace nueve meses; Nash Grier.

Caminaste al recibidor y tirastes las llaves en la mesa del mismo modo que tiraste tus zapatos por ahí. Sí, entre los dos la casa podría parecer un desastre, pero ya lo recogerías.

-Nash, ¿estás en casa, cariño? -Preguntaste entrando a la cocina para coger una botella de agua del frigorífico.

-¿Nash? -Volviste a preguntar mirando por la planta baja.

Dejaste la botella en una de las escaleras, y subiste a la planta de arriba.

-¿Nash? -Volviste a preguntar un poco preocupada ya, y abriste la habitación de vuestra habitación. Encima de la cama había unas esposas y no sabías para qué eran con exactitud.

Reíste tontamente, hasta que sentiste unas manos agarrando tu cintura hasta acorralarte en la pared.

-Dios mío, ¡no me vuelvas a dar estos sustos! -Exclamaste, y Nash sólo te miró a los ojos. Ahora en vez de azules, parecían ser unos ojos negros con un filo azul eléctrico.

-¿No me saludas? -Reiste. -Hola.

-Hola. -Sonreíste. Acto seguido, Nash te besó apasionadamente.

Metió las manos bajo tu camiseta y acarició tu barriga, y subía lentamente. Una vez con las manos en tus pechos, simplemente apretaba y masajeaba, provocando que soltaras su boca para jadear.

Te dejaste llevar. El sexo improvisado solía ser el mejor, al menos con Nash. Sujetabas su cuello, tirando de él hacia tu boca, con tu otra mano arañabas su espalda, ya que sabías que eso le volvía loco. Volteó tu cuerpo, juntando tu espalda en su pecho. Seguía masajeando una de tus tetas, mientras que su boca se encargaba de tu cuello y la otra mano bajaba a tus pantalones, para entrar en ellos y acariciar tu coño sobre la tela de tus bragas.

-Estás bien mojada, ¿eh?

No pensabas responder. Es que además no podías, tu cuerpo se centraba en los estímulos que estaba recibiendo antes que en contestar ahora mismo. Gemías, jadeabas y te mordías el labio de vez en cuando.

Te tiró a la cama, y antes de darte cuenta, las esposas estaban atadas en tus muñecas y tu ropa no estaba sobre tu cuerpo. Subió tus brazos para así poder besar todos y cada uno de los centímetros de tu piel. Tu piel de gallina junto a tus jadeos al son de los besos de Nash. Pedías más y más. Él, después de haberte hecho sufrir, fuera comiéndote los senos, o la misma delicia de mar, entró en ti.

Tus ojos se cerraban del placer, y sólo sentías cómo bombeaba dentro de ti y tus paredes vaginales apretaban el miembro de tu novio. Ambos llegasteis pronto al orgasmo. Parecía que sus ganas no cesaban, ya que lo volvisteis a hacer dos veces más, aunque te sentías impotente al no poder hacerle sufrir a él, ya que seguías atada.

Descansabais ahora cansados, y ya te había quitado las esposas. Vuestros pechos subían y bajaban con dificultad, jadeando. Pasado unos minutos, te incorporaste. Le cogiste débil, aprovechando para ahora esposarle a él, y subiéndote a su cima. Volviste a notar cómo crecía su pene.

-Ahora me toca a mí, bebé. ¡Hola! -Dijiste pícara, a lo que Nash solo sonrío.

(Para: @lusu_somobura)

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