El sol acariciaba tu cara mientras las sábanas calentitas recubrían tu cuerpo. ¿Por qué todo lo bueno tiene que terminar? No había mejor placer que aquél que despertar una mañana de invierno y quedarte en la cama unos minutitos después de despertarte sintiendo el calorcito de las mantas gorditas de esa época.
Te incorporaste, sentándote en la cama, y de un momento al otro notaste cómo se retorcía tu estómago, obligando a tu cuerpo a levantarse e ir al baño directa a la taza del váter para poder vomitar lo que fuera que tuvieses en el estómago.
Llamaste a tu madre, contándole que te sentías mal. Decidió que te quedaras en casa, te dio una pastilla para los dolores y un beso de despedida.
Lo bueno de estar mala entre semana, es que podías escaquearte del instituto, y por una mañana, aunque no fuera muy productiva, hacer lo que te viniera en gana.
Pasado un tiempo, escuchaste ruidos en la planta baja de la casa, y te asustastes pensando que podría ser un ladrón, o cualquier loco suelto. Te colocaste agachada al otro lado de la cama, con lo primero que viste en la mano al oír como ese alguien subía las escaleras.
-¿Se puede? -Oíste la voz de Hayes, tocando a la puerta de tu habitación. Tu corazón se alivió, evitando tu posible infarto.
-Eres un cabrón. ¿Sabes el susto que me has dado? -Volviste a meterte en la cama, tapándote con las mantas y con aquellas palabras, dando paso a Hayes.
-No voy a entrar gritando, ¿no? -Dijo irónico.
Reíste, a lo que él se sentó en tu cama acariciando tu rodilla por encima de las mantas.
-¿Cómo está mi chica preferida?
-Pues si te soy sincera, como el culo. Parece que me voy a morir.
-¿Quieres que me quede aquí cuidándote?
-No. No porque tienes un viaje dentro de poco y no quiero que lo suspendas porque te haya pegado el resfriado. Sé cuidarme a mi misma. -Razonaste.
-¿Y si corro ese riesgo qué? -Respondió, quitándose los zapatos para en seguida meterse bajo las sábanas a tu lado, y abrazarte.
Sonreíste, y Hayes encendió la televisión. Echaban alguna película cutre aunque graciosa. Poco a poco te dormiste en sus brazos.
[...]
Un tiempo después, despertaste finalmente y estiraste el cuerpo. Hayes no se había movido.
-¿Cuánto he dormido? -Preguntaste.
-Dos horas. -Sonrió.
-¿Y no te has movido?
-La verdad es que te mentiría si te dijera que no he echado una cabezadita. -Sonreíste de vuelta.
-¿No te habrás aprovechado de mi mientras dormía, no? -Bromeaste.
-¿Yo? Más quisieras. Me das asco, bonita. -Hizo un gesto con la mano, chasqueando los dedos de abajo hacia arriba y poniendo boca de pato. Vamos, el típico gesto de mujer negra independiente americana que se chulea (sin ofender a nadie).
-A mi no me mires así, eh. -Varias carcajadas salieron de vuestras gargantas.
-¿Te hago algo de comer? -Preguntó una vez finalizadas las risas, mientras se limpiaba una lagrimilla.
-Si no es molestia... -Aceptaste tímidamente. Habías comido varias veces platos hechos únicamente por Hayes, y estaban deliciosos.
-Ves... al final si te hacía falta aquí contigo. -Te guiñó un ojo antes de salir de la habitación.
Veías lo que salía en la televisión. Nada interesante, cómo siempre. Lo que a ti te gustaba nunca lo echaban por las mañanas, así que veías la pantalla pero pensabas en otras cosas. Por ejemplo, en cómo te trataba Hayes. Si no te equivocabas, él tenía un examen bastante importante dentro de dos días, y un vuelo al día siguiente, y pudiendo haber asistido a clases para aclarar los puntos del examen, decidió venir a tu casa para cuidarte. Llegabas a pensar que no te merecías un chico así en tu vida, pero ya que lo tenías, aprovecharías al máximo, dándolo lo mejor de ti cuando estuvierais juntos porque a lo mejor el día de mañana ya no estaría, y todo por haber metido la pata en cualquier momento.
Pasaron unos minutos, hasta que entró en la habitación con una bandeja. Te sentaste en la cama, y él la colocó sobre tus piernas.
-Un sándwich de jamón york, queso, un poco de lechuga, tomate y mayonesa acompañado de un delicioso zumo de melocotón con uvas.
-Mi madre va a saber que has estado aquí. -Reíste dejándo de mirar la bandeja para mirar sus bonitos ojos azules.
-He dejado la cocina como estaba. Creo que si se entera será porque se ha quedado mirando la basura. -Señaló al bocadillo. Supongo que se referiría a los restos de la lechua y tomate.
-Muchas gracias, Hayes. Tiene una pinta deliciosa. -Le cogiste la mano para entrelazar los dedos y besarle la palma de la mano.
-No hay de qué, nena. -Sonrió para luego mirar su reloj. -Me tengo que ir ya.
-Vale. -Susurraste un poco entristecida. -Ten cuidado en el camino, y una vez más, gracias por todo.
-No tienes que agradecer nada, en serio. -Se agachó para besarte la mejilla tiernamente, y luego tu mano para desenlazar vuestros dedos. -Ya nos veremos. Te quiero.
-Hayes. -Dijistes cuando iba a salir por la puerta.
-Dime.
-Yo también te quiero. -Sonreíste una vez más, y él agachó la cabeza para reírse sonrojado. Cerró la puerta, y se marchó.
(Para: @michrauhl)
Me siento un poco mal, porque creo que es abusar, no sé, pero lamento decir que el siguiente no estará a las 22:00pm seguras, ya que unos primos que no veía hace años vienen y vamos a cenar. ¡Lo siento de nuevo, baes! Nos vemos luego♥
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MAGCON Imaginas
RandomEl fin de estos pequeños Imaginas es hacer que durante un pequeño periodo de tiempo, os olvidéis de todo lo demás y sólo penséis en unos de vuestros chicos preferidos y en las variadas situaciones que se podrían dar con ellos. Quizá alguna se haga r...