Saltaste a su regazo, cogiendo sitio en tu sillón puesto que él no se quitaba por mucho que reclamaras, y comenzó a hacerte cosquillas. Hayes y tú erais grandes amigos desde la guardería, y conocía prácticamente todo de ti, sobre todo tu punto débil para las cosquillas, y eso teniendo en cuenta que sólo tres personas eran conscientes.
-Ha-Hayes, para. -Te retorcías tratando de escapar de sus manos entre risas.
-No, no. -Meneó su cabeza, siguiendo con su trabajo.
Finalmente caíste del asiento, terminando riéndote en el suelo. Incluso te dolía tantas cosquillas.
-¿Podéis parar y poneros a estudiar? -Gritó uno de vuestros mejores amigos, Lucas.
-Perdón. -Miraste al suelo para luego levantarte.
Te sentaste junto a Lucas, cogiendo tu libro.
-¿En qué página estamos? -Preguntaste pasando las páginas.
-En la ciento catorce. -Respondió apuntando al pequeño número.
-No me gusta romper el grupo, pero tenemos que irnos. Mi padre viene más temprano. -Avisó Marcos, sin dejar de mirar a su móvil.
Alicia, Daniel y Nate se levantaron para marcharse con él, su padre se encargaba de llevarlos a sus respectivas casas.
-Bien, pues sólo quedamos tres. -Susurró Lucas pasando la hoja mirándote y luego a Hayes.
-Un minuto, voy al baño. -Te levantaste de tu asiento, subiendo las escaleras. Ambos asintieron a tu aviso.
Ibas a ir al baño, pero cambiando de planes, te dirigiste a tu habitación para cambiarte de ropa a algo más fresco.
Te pusiste unas prendas algo más deportivas, las cuáles te resultaban más cómodas y te recogiste una coleta. Tan pronto como terminaste de colocarte tus zapatos, fuertes golpes comenzaron a sonar en tu salón.
Al llegar, no sabías cómo reaccionar a lo que tus ojos veían. Algunas sillas estaban tiradas en el suelo, así como gotas de sangre expandidas en una puerta, además de un jarrón roto en el suelo. Te asustaste y comenzaste a llamar por los dos individuos que quedaban en tu casa, pero ninguno respondía.
Exploraste la casa buscándolos a ambos, hasta que comenzaste a escuchar leves respiros viniendo de la cocina. Cuando entraste, Hayes se encontraba contra el fregadero, jadeando de dolor.
-¿Hayes? ¿Qué ha pasa...? -Pasaste las manos por su espalda, buscando su cara. Al mirar hacia sus manos te aterrorizaste.
Sus nudillos se encontraban morados e hinchados, así como rodeados de sangre.
-Hayes, ¡¿dónde está Lucas?! -Gritaste separándote de él.
-Lo siento... -Susurró mirando a sus pies para luego apartar el pelo de su cara.
-Hijo de... cómo has podido. -Las lágrimas asomaron por tus ojos, y te alejaste de él con asco.
Ahora buscabas a Lucas, desde la entrada de la casa hasta que saliste al patio de atrás. No estaba.
-¡Lucas! -Corriste calle abajo gritando su nombre, preocupada por si estaba realmente bien.
Oíste su voz hablando con alguien en una casa en el jardín delantero. Sonreíste aliviada mientras te acercabas a él. Sus ojos al encontrarse contigo, soltaron desprecio, demasiado para tu gusto. Tenía la cara ensangrentada.
-Vete. -Ordenó, fulminando su mirada.
-Luca-. -Intentaste preguntarle algo, pero enseguida te cortó.
-No. Para. Vete. Nunca hemos sido mejores amigos, ni nunca lo seremos. Ahora vete con tu hombre de jueguecitos, y utilízalo como haces con todo el mundo. Ah, y preguntale lo que sea a él. -Corrió de ti, sin darte tiempo a pronunciar palabra mientras entraba en el coche de probablemente su madre.
Entraste en tu casa con tu corazón echo pedazos por sus palabras, y confudida por todo lo que acababa de suceder. Entraste en la cocina, reencontrandote con Hayes quién se estaba curando los nudillos. Aún así, no querías hablar cara a cara con él todavía así que volviste afuera para llamarlo por teléfono puesto que no se había percatado de que habías entrado.
Sonó una vez antes de que una voz profunda contestara.
-Lo siento muchísimo, yo-
-¿Qué ha pasado mientras estaba arriba?
-Pues... básicamente le llamaron por teléfono, y comenzaron a hablar de ti. Yo hice como quién no se estaba enterando y él decía que se haría tu amigo cada vez más y más hasta por fin poder llevarte a la cama. Y me enfadé, porque él no debería de tratarte así. Pasaron algunas cosas y bueno... estamos como estamos ahora.
-¿Y por qué te ha importado tanto? No era tu asunto aún así.
-¿Qué?
-Me refiero a su conversación por teléfono con quién fuera.
-No sé si debería de haberlo contado.
-Hazlo, por favor. No puede ser tan malo...
-Bien... resulta que...
-¿Sí...?
-Que te he estado ocultando algo desde hace tiempo.
-¿El qué?
-Verás, realmente no es nada importante...
-¡Espera! Sal a la calle y me lo dices.
Cortaste la llamada, esperando a que así siguiera tus instrucciones. Segundos más tarde, Hayes bajó los tres peldaños y se encontraba a unos pasos de ti.
-¿Por qué lloras? -Le preguntaste, acercándote y limpiando sus lágrimas con tus pulgares.
Miró a sus pies.
-Tú... -Sus dedos peinaron sus cabellos.
-¿Yo? -Preguntaste y asintió. Estabas algo confundida ahora mismo.
-Estaba asustado. Asustado de que fuera a perderte... porque después de lo que he hecho pensaba que ya no volverías a hablarme. Sabía que te gustaba Lucas... -Susurró las últimas palabras, mientras sus eléctricos y tristes ojos azules te miraron.
-No me gusta. Y tampoco somos mejores amigos. Es un gilipollas, y me he dado cuenta de ello unos minutos atrás. -Confesaste.
-¿En serio? -Parecía feliz.
-Por supuesto. -Asentiste.
-¿Quieres que te diga lo que estaba pasando por teléfono? -Volvió adentro contigo detrás.
Asentiste una vez más, mientras Hayes cogía un profundo suspiro.
-Vale... Eres perfecta, ¿lo sabes? Y cuando lo digo, lo digo de verdad. Sin mentiras. Se que te han hecho daño en el pasado, pero quiero hacer todo lo posible para protegerte. Aquello prácticamente me mataba, verte de aquella manera. Y a veces, según pasa el tiempo piensas que te ves peor pero yo no lo hago. Pareces la mujer más bonita del mundo los siete días de la semana. Y no hay personalidad que se compare a la tuya, y no cambiaría nada de tu mundo. Y me he dado cuenta de que todo este tiempo, todas las chicas con las que he tenido algo quería que se parecieran a ti pero ninguna tiene comparación. Y ahora después de haberte dicho todo esto, espero que sientas lo mismo porque de lo contrario me voy a sentir un estúpido.
Las lágrimas bajaban a gran velocidad por tu cara, demasiadas emociones en una tarde.
-Te quiero proteger, desde aquí hasta el fin de nuestros tiempos. -Te susurró.
Te levantó del sofá en el que estabais sentados. Ambos llorabais y simplemente te abrazó. Más fuerte que ningún abrazo jamás dado, pero gentil a la vez. Aquél abrazo te transmitía todo lo que él sentía, lo cuál hacia que lloraras más mientras tus dedos se perdían en su pelo.
-Pensé que jamás lo dirías, Hayes. -Reíste con la cara húmeda junto a su oído. -Y también quiero pasar contigo el resto de mis días.
(Para: @Bang1DBang)
ESTÁS LEYENDO
MAGCON Imaginas
RandomEl fin de estos pequeños Imaginas es hacer que durante un pequeño periodo de tiempo, os olvidéis de todo lo demás y sólo penséis en unos de vuestros chicos preferidos y en las variadas situaciones que se podrían dar con ellos. Quizá alguna se haga r...