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Niall.

Caminaba tratando de mantener mi peso de una pierna y otra. Apoyado a la muralla logré salir para cruzar a casa. Quería estar con Mer, abrazarla y disculparme por ser un idiota, pero las ganas de vomitar eran más grandes. Me senté en la entrada de mi hogar y miré mis pies, veía cómo giraban y el malestar se hacía cada vez más grande, cerré los ojos unos minutos, cuando tuve la capacidad de levantarme para entrar a mi casa el vomito ya estaba descartado.

¿Por qué Meryem no estaba conmigo? Arrastrando mis pies logre entrar a la casa para luego tirarme en el sillón, busque mi teléfono por los pantalones, hasta que lo encontré, la luz de la pantalla fue cegadora los primeros minutos, pero cuando logre bajar el brillo, mis ojos pudieron ver al fin los iconos para poder marcarle a Mer.

Traté de escribir lo mejor que pude su nombre y apreté la primera opción. Sonaba y sonaba, esperé varios minutos y nada, ¿estará molesta por algo? A lo mejor ni si quiera lo escuchó, cuando me marché del lugar la música era lo suficientemente fuerte como para escucharse en todo el vecindario, aunque por alguna razón el volumen ahora había disminuido, eso no evitaba que la escuchase aún en mi casa. Tal vez simplemente no traía su celular con ella. Si no sintiera que me caería de cara al piso volvería a la casa de los padres de Meryem.

Encogí mis ojos para mirar una vez más mis contactos, «Mamá»...

Restregué mis ojos y volví a dirigirme a la pantalla.

«Mamá»

Sobresaltado, tiré mi celular lejos hasta la otra punta del sillón. Mierda. Mierda. Seguro leí mal. Mer tenía razón, no debí seguir tomando. Aunque, si estoy leyendo mal en realidad no es ella, ¿no? A penas puedo mantener mi cabeza sin girar, mucho menos que leer correctamente una simple palabra. Entonces, ¿qué es lo peor que podría pasar? Estaba bastante seguro de que todo esto era parte de una ilusión que hacía mi mente alcoholizada, sin embargo, también estaba esa pequeña parte de mí (y la que me gritaba con mayor fuerza) que de verdad era mi mamá. Mordí mi uña del pulgar para luego botar una bocanda de aire, cerré los ojos y a ciegas apreté lo que creí era el botón verde ara llamar. Giré mi rostro para apoyarme en la almohada, con mi mano derecha sosteniendo el celular junto a mi oreja y el brazo izquierdo colgando en el sillón. Cerré mis ojos nuevamente mientras escuchaba el sonido cada un segundo que me indicaba que estaba llamando, esperé hasta que se terminase, para que así escuchase su voz al otro lado de la línea que me diría «En estos momentos no estoy, llámame luego» Lo que sería, de alguna forma, mi buenas noches.

Sentía que me quedaba dormido, y el aparato se aflojaba en mi mano, cuando dejó de sonar.

-¿Aló?

Mi estomagó se revolvió, recordé las noticias, recordé su rostro hinchado por tanto llorar y sus ojos rojos, también recordé qué día era hoy. Su voz sonaba adormilada, como si la hubiese despertado de un largo sueño, cosa que sospechaba era cierta, porque cada vez que algo la molestaba y no podía dormir tomaba una de las pastillas recetadas (a pesar de lo mucho que pedía no hiciera), que le prometían diez horas mínimas de sueño corrido.

En Irlanda ya sería 13 de septiembre de mañana, y me imaginé ese mismo rostro rosado llorando por el cumpleaños de su hijo muerto. Pensando en las palabras de Will, que decía que harían un especial por mi cumpleaños, que si podía lo viera, pero no quería. El engaño, la farsa de todo esto me estaba carcomiendo.

-¿Aló?-volvió a repetir tras el celular, ante mi pausa.

-Hola...-dije con la lengua un poco pastosa, silencio, fue un largo rato de silencio, mis ojos estaban cerrándose por el alcohol, de nuevo supuse que estaba soñando, de alguna forma había logrado quedarme dormido en el sillón con el celular en la mano, sin nunca haber llamado.

Finally Free «Niall Horan» #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora