Finally Free «Niall Horan» #1

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Meryem.

«El cantante Niall Horan fue encontrado en su cuarto de hotel muerto por sobredosis»

La voz de la periodista se hizo eco en el café de Henry, que a estas horas de la mañana estaba tan despoblado que cualquier sonido emitido era repetido por las paredes del local. El dueño y chef detuvo el crujido de los platos al chocarlos unos contra otros para prestar atención a las noticias.

-Cuando tienes todo y las drogas te matan-dijo Henry nostálgico mientras proseguía a secar los vasos.

-Pues, ellos deciden inyectarse esa mierda-dije antes de darle una mordida más a mi tostada untada con mantequilla-Cada uno decide lo que quiere hacer de su vida, es lo que él eligió-sabía que aquel era un comentario amargo y duro, pero realmente lo pensaba así.

-Siempre tan dura, Mery-rió- Ese chico creo que era de esa banda...-entonces volvió a girar su cabeza hasta el televisor y ensombreció su rostro al ver las imágenes que eran transmitidas de forma secuencial. He pasado el tiempo suficiente aquí como para hacerme amiga de Henry y saber lo que piensa: "era muy joven".

-One Direction-sentí el disgusto en mi voz y coloqué los ojos en blanco- no sabes cuánto los odié en la preparatoria, me tenían hasta la coronilla, además, la antipática de Gwenn jodía todo el día con sus cancioncitas- fruncí el ceño al recordarlo, si alguien había colaborado a arruinar mi adolescencia había sido ella y su condescendencia.

-Ya niña "rockera"- hizo comillas con sus dedos- Tú tampoco escuchas música muy distinta, amas a esos australianos- una media sonrisa se me escapó, Henry era de los pocos que me conocía en estos momentos de mi vida.

-A 5sos no me los tocas-, lo apunté con el dedo, Henry soltó una carcajada y acto seguido miró el reloj que estaba colgado en la muralla, creo que ya me iba a despachar de este lugar.

-Ya son las ocho y media, entras a las nueve, ve moviendo tu trasero- me tiró el paño de cocina en la cara, una mueca se me formó al sentir lo húmedo que estaba y se lo devolví de la misma manera por la cual lo había recibido.

-A veces pareces mi padre, Henry- arreglé mi cabello.

-Tengo cuarenta, tu veintitrés, así que sí soy como tu padre-puse los ojos en blanco una vez más-Respétame y ve- mostró su última sonrisa- Ten un gran día Mery

-Adiós Henry- deje un billete sobre el mesón

Salí del café de Henry y subí mi capucha que colgaba del cortavientos para evitar que las primeras gotas del día me mojaran. Maldije una vez más este clima, tratando de comprender por qué el ambiente tropical le era tan codiciado a la gente, tomando largos vuelos para llegar a un lugar donde el sol quema más que en cualquier otra parte, y la lluvia amenaza con arruinarte tu paseo, más aún, no hace otra cosa que sofocarte con la humedad en vez de aliviarte con su frescura.

Entonces maldije, en cambio, a mi ciudad, que aunque tenía clima tropical no era una abundancia de turistas, los artistas no daban conciertos, actores no lo elegían como su lugar de veraneo, ni pensar de documentales o tener al National Geographic haciendo un descubrimiento, éramos simplemente un punto muerto en el mapa. Me aburría de este lugar y el país, en realidad. Me encontraba constantemente soñando despierta que viajaba a otro continente haciendo cosas más grandes, pero tan pronto aquello pasaba la rutina me golpeaba la puerta recordándome que era hora de continuar la vida y dejar las fantasías.

"Hay algo en lo que somos conocidos" se burló mi conciencia. Porque de alguna forma ser invisibles para el mundo no bastaba, sino que la única cosa que podría recordar alguien sobre este lugar era sobre la tasa de suicidios. Así es. Siendo más específicos: el suicidio masivo más grande de todos los tiempos. ¿Qué clase de distintivo era ese? "Oye, ¿conoces Guyana?, ¡ah!, ¿no es ese el del documental donde un culto se suicidó diciendo que había vida en el otro lado?, ¡Sí, ese!" Prefería que no fuésemos reconocidos en lo absoluto.