El Don

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Junto a Sam, llegamos hasta un águila de piedra. No sabíamos que hacer.

- Quizás sea como en las entradas de las salas comunes. Debe tener una contraseña.

- El problema es que no se cuál es la respuesta.

- Ah, señorita ___. Que gusto verla. - Ambos volteamos. Era el profesor Dumbledore. - Señor Maleik, ¿Qué hace aquí?

- Profesor, ___ no hizo nada. Solo fue un accidente. Se que ella jamas me lastimaría a propósito.

- Señor Maleik, la señorita ___ no esta en problemas. No se preocupe. Solo quiero hablar con ella de algunas cosas importantes. - No sabíamos que decir. - Es mejor que vaya a clases. Ella va a estar bien. - Sam asintió y se despidió.

- Te veo en la sala común.

Cuando Sam ya se había ido, Dumbledore dijo unas palabras que no presté atención. En ese momentos me daba cuenta de lo que pasaba. Había comenzado a sudar y un poco a temblar. Sentía que mi corazón gritaba para salirse de pecho.

Subí los escalones más eternos que había visto. No porque lo fuera, si no porque lo sentía. ¿A caso estaba en problemas? ¿Sería la primera en mi familia en volver a casa sin volverse una hechicera graduada?, y esas preguntas seguían.

Finalmente llegamos al despacho del profesor. La tensión aumentó cuando presté atención a los diferentes retratos de los directores difuntos del colegio. Hasta que mi vista se perdió en el hermoso Fénix que estaba detrás del sillón principal.

- Wow...

- Veo que te gustan las aves.

- Si - Note que trataba de calmarme.

- Señorita ___, siéntese. - Torpemente lo hice.

- Lo siento.

- No este asustada. No esta en problemas. Solo quiero hablarle sobre lo ocurrido en clases.

- Profesor - Dije con vos temblorosa. No sabía que decirle.

- Repito que no debes estar asustada. Solo quiero saber que sucedió.

- Bueno... - No podía verlo a los ojos. Sentía pánico en ese momento - Creo que mi varita anda mal... - Fue lo único que se me ocurrió decir en ese momento.

- Tu varita... - Desde el accidente no la veía. El profesor la dejó arriba del escritorio. - No es la del problema.

- Quiere decir... - ¿Yo era la del problema? Quizás Fred tenía razón. Podría ir a Azkaban.

- ¿Haz experimentado hacer magia sin tu varita? - Me quede en silencio recordando si lo había hecho. - Normalmente, cuando un niño saca a la luz sus emociones, puede que haga magia sin querer. Pero eso deja de ocurrir cuando comienzan a controlarlo cuando comienzan la escuela. En tu caso... no se esta controlando.

- Quiere decir, ¿que no necesito una varita?

- Por supuesto que si. Pero primero debes controlar la magia que llevas adentro. - Estaba perpleja.

- Profesor, no entiendo. ¿Estoy haciendo algo malo?

- No es eso. Tienes un don. Solo tienes que saber como manejarlo.

- ¿Un don?

- Hay pocas personas en el mundo de la magia que pueden hacer hechizos con o sin varita. Tu eres una de ellas. - En ese momento no sabía si sentirme orgullosa o no.

- No se que decir.

- Le dire al profesor Flitwch que te ayude a controlar tus manos, para que puedas volver a usar tu varita. Lo que paso con Sam Maleik fue tus dos fuerzas uniéndose en una. Es muy peligroso, tanto para tus compañeros como para ti.

- No fue la única vez... Profesor. - No dijo nada. Solo se quedo mirándome en silencio. - Cuando estaba en el patio con las chicas, pasó algo extraño. - Sabía que tenía que desahogarme con alguien sobre eso. - No se como lo hice, pero eleve la mochila de una de mis compañeras. Sin la varita.

- Con tu mente.

- Si, eso creo.

- Es algo normal en ti. Solo, no te asustes. Se valiente con este don, y sobre todo se inteligente a la hora de usarlo. No es un juego, es algo que debes valorarlo.... Ahora, bien. Si no tiene ninguna duda señorita ___, le avisaré a su profesor para que pueda ayudarla cuanto antes. Por ahora, su varita quedará aquí. Y no se preocupe, la cuidare muy bien. Se parece a la que tiene un familiar suyo. - Me estaba levantando del asiento cuando dijo eso. - Y por lo que noto, son algo parecidas. Tienen el mismo pelo. - Que había quedado más confundida de lo que estaba - Bueno. Puede retirarse y retomar sus tareas.

- Gracias, Profesor. Gracias por tomarse su tiempo para explicarme sobre mi nuevo "don".

- No hay de que.

Salí de ese lugar pensando sobre lo último que había mencionado. ¿Mi varita era igual a la de un familiar mío? ¿Quién podría ser que se pareciera a mi? Debía pensarlo por un buen rato para sacarme esa duda.

Mi vida en Hogwarts  1er añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora