Chris estaba descubriendo un nuevo rasgo de su personalidad: era masoquista. O era eso, o estaba loco. Pero estaba seguro de que era la primera opción, sino ¿por qué demonios había invitado a Dulce a quedarse a su casa? ¿Para qué la necesitaba ahí?
Para nada, ella no tenía nada que ver con él. Él no tenía porque hacerse responsable de ella, no tenía ni siquiera porque preocuparse por ella en cuanto abandonara su oficina. Pero ahí estaba, entre la puerta y Dulce para evitar que se fuera, lo cual lo llevaba a la única conclusión lógica, sin poner en duda su cordura: era masoquista.
- ¿Estás seguro de que quieres que me quede? - preguntó indecisa Dulce. Después de lo que había pasado entre ellos no sentía como la persona más bienvenida en esa casa.
- ¿Para qué te vas? Tu hermano está ocupado con tu amiga, como ya dijiste. ¿Qué vas a hacer?¿Esperar afuera de tu casa toda la noche hasta que regrese?
- Es una opción...
- Definitivamente no. No voy a dejarte ahí sola a la mitad de la noche para que cualquier beep venga y se aproveche de ti, preferiría que te quedaras aquí.
- No tienes porque hacerte cargo de mi -. No era un reproche, no lo dijo en mal tono, simplemente lo dijo porque era la verdad, sin embargo no quería hacer sentir mal a Chris.
- Sí, lo sé, pero quiero hacerme cargo de ti... no podría vivir sabiendo que algo malo te pasó y yo lo pude haber evitado - se apresuró a aclarar.
Dulce sonrió ante su encantadora explicación. - Está bien, me quedaré... si tanto insistes... pero mi ropa...
- No te preocupes por eso.
Media hora después, el vestido de Dulce ya estaba mojado, pero limpio, y ella usaba de nuevo su bata. Pero ahora Chris tenía un problema aún mayor: sólo había una cama.
La sensación de que tal vez le gustaba el sufrimiento lo volvió a invadir... bueno todavía era muy temprano, sólo eran las diez de la noche, no había porque estresarse y comenzar a pensar en donde iban a dormir.
- ¿Quieres algo más, Dulce?
Dulce lo miró. Estaba sentado enfrente de ella, con las piernas abiertas, los codos apoyados sobre las rodillas, las mangas de su camisa estaban arremangadas, y la avertura del cuello le permitía ver una parte de su pecho. Definitivamente si quería algo más, mejor dicho necesitaba algo más, pero no estaba dispuesta a pasar esa noche celibe, y tampoco esperaba que Chris lo hiciera.
Iba a tomarse las cosas con calma, no quería hacer tan evidente la necesidad que tenía de acostarse con él, podría hacer que se relajara, que se olvidara del pequeño arrebató de pasión que habían sufrido los dos momentos antes y volver el ambiente más amistoso.
También iba a ser lo mejor para ella olvidarse un poco de lo que pudo haber pasado. Tan solo recordar sentir el miembro de Chris tan grande y duro contra ella la exitaba. Respiro profundamente, vio que Chris arqueaba las cejas y supo que había tardado demasiado tiempo en contestar.
- No, nada. Así estoy bien - eso es una gran mentira, se dijo en silencio.
Y la platica siguió de lo más amena. Dulce y Chris lo admitieron, cada quien de forma personal, que congeniaban de maravilla con el otro. Y poco a poco los dos se fueron relajando.
Platicaron sobre todo: algunas experiencias de la infancia, como llegarón a elegir la carrera que ejercian, y lo que al parecer los había unido pero a los dos les importaba un cuerno: el caso de las pinturas robadas de Dulce.
Se quedaron platicando hasta un poco mas tarde de media noche. Y Dulce sabía que tenía que actuar rápido, y sin quererlo Chris le dio la perfecta arma cuando le preguntó:
- ¿Con qué te inspiras para crear tus pinturas?
Ella se puso de pie en silencio, sabía que inmeditamente Chris haría lo mismo, y así fue. Se acercó a él y le rodeó el cuello con los brazos.
-Es algo díficil - dijo con voz seductora -, pero con el estímulo correcto la inspiración llega fácilmente -. Y lo besó.
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Seduciendo A Un Caballero
Teen FictionPara todos Christopher tenía una vida perfecta, no le hacia falta nada. Tenía una exitosa carrera, una casa increible, un carro ultimo modelo y una novia hermosa. ¿Qué más podía pedir? En pocas palabras era un caballero perfecto. Hasta que un día an...