Capitulo 33

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- ¿Tienes algún plan para este fin de semana? - preguntó Chris, interrumpiendo el beso.

- Ninguno... eso creo - respasó mentalmente todo lo que tenía planeado para el fin de semana. - No tengo nada importante que hacer. ¿Por qué?

- Pues, porque en Cuernavaca, que está vacía, pero si quieres tú y yo podemos pasar el fin de semana ahí. Los dos - le dio un beso -, solitos.

- Mmmm... bueno... creo que eso podría complicarse un poco.

- ¿Por qué? - preguntó completamente extrañado.

- No estoy totalmente convencida de que tenga ganas de pasar el fin de semana contigo - le dijo acariciandole el pecho por encima de la camisa. - Pero puedes intentar convenserme.

- Mmmmm... ¿Qué te parece si primero comemos y luego paso la noche intentando convencerte?

- Si quieres - se soltó de su abrazo y fue a la cocina por la comida.

- ¿Qué estabas haciendo antes de que llegara? - le preguntó Chris recargandose en el marco de la puerta de la cocina mientras la veía desplazarse por ella.

- Pintaba - contestó ella sin dejar de moverse, sacando platos y vasos.

- ¿Puedo ver el cuadro? - inquirió Chris.

- No - respondió simplemente ella.

- ¿Por qué?

- Anda, dejame verlo. Tú dijiste que te gustaba tu obra y no eras tímida en ese aspecto. Dejame verla.

Pero antes de que Dulce pudiera contestarle, Chris se dio la vuelta y se dirigió a su estudio. Entró en él y vio la pintura que ella apenas comenzaba.

El cuadro de Dulce todavía no estaba terminado, pero Chris se quedó sorprendido al verlo. La mayor parte del cuadro solo era el bosquejo, las lineas con carbocilla. Había empezado a pintar con blanco, pero no llevaba mucho.

Era una recamara, aunque solo se alcanzaba a distinguir la cama; y en ella había un hombre y una mujer, abrazados y durmiendo.

- Somos... nosotros - preguntó en voz baja Chris, aunque era una afirmación.

- Sí - susurró Dulce, un poco apenada de que Chris descubriera su cuadro. Pero se sorprendió cuando Chris se giró con una mirada brillante.

- Prometeme que no vas a vender este cuadro.

- Pero los artistas viven de su arte.

- Pero no quiero que nadie lo veo. Esto - señaló el cuadro - es algo tuyo y mio, y de nadie más.

- ¿Y qué voy a hacer con él? - preguntó Dulce - ¿Guardarlo para siempre?

- No. Yo lo quiero, lo voy a colgar en frente de mi cama, para cada vez que me despierte lo primero que vea sea a nosotros juntos.

- ¿De verdad? - preguntó con una mirda llena de ilusión.

- De verdad.

- Bueno, entonces vamos a comer para que tengas energías porque no te voy a dejar descansar toda la noche.

- Ah, esa es otra sorpresa, tengo toda la mañana para dedicarme a ti.

Y dicho esto, se fueron a la cocina a comer y platicar durante un buen rato, con una gran promesa de pasión para esa noche.

Seduciendo A Un CaballeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora