9.

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Emilio.


-Ven sientate.- Me hablaba con mucha tranquilidad, como si mi comportamiento lo tuviera tan asustado como me tenia el suyo. Me sentó en su sofá en un intento por cuidarme, puse toda mi energía en tranquilizar mis nervios, quería enfocar mi atención en él.

Tomo asiento frente a mí, pero no me atrevía a abrir los ojos, tenia un nudo en la garganta que me hacia permanecer inmóvil.

-Emilio.- Hizo una caricia sobre mi cabello, -¿Qué sucedió? ¿Paso algo con tu familia?- Su voz se escuchaba realmente preocupada y no lo culpaba. Cualquiera que me viera en este momento podría pensar que estoy pasando por el peor momento de mi vida.

Negué con la cabeza entre abriendo mis ojos. 

Me sorprendí al notar que el ambiente estaba bastante obscuro, normalmente la casa solía estar muy iluminada a Joaco le gustaba mucho la luz natural, pero como habían mencionado Mariana y Renata todo se sentía apagado y frió. Y cuando dirijo mis ojos a los de Joaquin, pude notar que la casa no era lo único que se percibía apagado.

-Te preparare un te, para quitarte el frió del cuerpo.-  Se levanto sin esperar respuesta de mi parte y camino hacia la cocina. Observe preocupado los brazos demasiado huesudos de Joaquin, ocultos por la gran camiseta que le tapaba hasta la cintura, llevaba también unos pantalones sueltos y abrigados y tenia los pies descalzos.

-Joaco...- Me empece  a sentir repentinamente débil, como si algo me quitara las fuerzas. Rápidamente lo relacione con mi reciente descarga de adrenalina e intente concentrarme en Joaquin.

-¿Si?

-¿Estas bien?- Estaba realmente preocupado. Note que se tomo más de la cuenta en responder. 

-...Sí.

-¿Por qué todo esta tan obscuro?- Me puse de pie y pude sentir un pequeño tambaleo que logro marearme. 

-Solo no me apetecía que entrara tanta luz en la casa, estaba durmiendo. 

-Pero no hay luz ahora.- Me adentre en la cocina prestandole atención a sus manos temblorosas preparando la cafetera, me daba la espalda. -¿Joaco?

-¿Ya te siente mejor?- Pregunto sonriendo girándose hacia mí. - El café estará listo en un minuto, quieres contarme porque me llamabas a los gritos hace un momento.- Se carcajeo.

Sabia que me mentía. 

Joaquin se echo hacia atrás de manera asustada al notar que me acercaba hacia él con demasiada brusquedad. Lo acorrale con las fuerzas que me quedaban contra la pared y coloque mis manos apoyándolas a cada lado de su cabeza. Nos quedamos cara a cara.

-No me mientas.- Reclame en un gruñido. -¡No me mientas más!- Estaba realmente enfadado golpee la pared en un intento desesperado porque me dijera la verdad. -Estoy aquí Joaquin, para ti, mírame con una chingada, quiero ayudarte pero necesito que dejes de mentirme.

Observe sus ojos marrones cristalizarse con rapidez.

-Yo... E-estoy bie...

-¡No!- grite, golpeando la pared una vez más. Él cerro los parpados sobresaltado, jamas me había portado así con él, comprendía su miedo pues hasta yo mismo comenzaba a temer por mi comportamiento. -No me digas que estas bien porque no lo estas, no soy estúpido Joaquin, y tú tampoco lo eres. 

-¡No grites!- Comenzaba a respirar agitado al igual que yo. Sus sollozos hacían que mi corazón se apachurrara pues sentía todo el dolor que estaba sintiendo, porque de alguna manera estábamos conectados.

-¿Por que me escondes tus problemas? aquí estoy para ti. ¡Háblame joder!

-¡No, cállate!

-¿Por qué?... Mírame, suéltalo de una vez.

-Tengo miedo.- Sus lagrimas caían una tras otras sin intención de detenerse.

¿Miedo?

Me separe levemente de su cuerpo, contemplando con los ojos como platos como intentaba tapar el sollozo de su boca con su mano, Jamas... Jamas había visto a Joaco llorar de esta manera y aquello me inquieto muchísimo. Alcance a ver como sus piernas se flexionaban repentinamente y me agache hacia el de manera rápida. Lo sostuve de los brazos antes de que se cayera por completo y ambos quedamos sentados en el suelo.

-¿A qué le tienes miedo?.- Estaba realmente desconcertado, quería entenderlo.

Sollozo con más fuerza, negando con la cabeza y entonces quito la mano de su boca para luego rodearme con sus brazos fuertemente. Le abrace por la espalda, pegándolo a mi cuerpo, dejando que se desahogara en mi hombro libremente.

Ya habían sido demasiadas preguntas por hoy.





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Dos en un día, ¿por qué no?


Anahí.













Sin Luz - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora