50.

6.4K 935 227
                                    



Emilio


Todo sucedió relativamente rápido, tal y como sucedía cuando el tiempo pasa volando. Desayunamos, nos arreglamos para el viaje, nos despedimos de la abuela de Joaquin, de Elizabeth y de Ren, y luego tomamos un autobús que nos llevaría directo al aeropuerto de Amsterdam. Cuando llegamos allí, quede un poco desconcertado al ver el gran trafico de gente que circulaba al igual que nosotros, yendo y viniendo a paso veloz con la maleta en mano. Parecía que no eramos los únicos que tenia intención de salir de esta hermosa ciudad holandesa.


El viaje no fue tan agitado como cuando Joaco y yo volamos de ida a esta hermosa ciudad, para mi alivio y sorpresa. A decir verdad, se me paso demasiado rápido y para cuando quise darme cuenta ya estábamos respirando el aire contaminado de Ciudad de México. Estaba desesperado por ir a pasar unos días a la casa de campo de mi madre, me habían avisado que pasarían todo el fin de semana allá y les dije que quería acompañarlos. Después de todo apenas era lunes, tenia toda la semana para acomodar los pendientes que tenia por mi regreso y alcanzar a mi familia en Valle de Bravo. Aunque no quería dejar a Joaquin solo, por lo que estaba pensando seriamente en invitarlo para que valla conmigo.

-Emilio ¿Te vienes conmigo o prefieres ir a tu departamento?- Le mire atentamente. Estaba a punto de responderle que prefería ir a descansar un poco a mi departamento cuando sus ojos suplicantes absorbieron por completos los míos... Me mordí mi labio inferior. Toda su mirada me pedía a gritos que me quedara con él...

Joaquin era muy fácil de leer. Odiaba eso... Aunque también me encantaba.

Suspire.

-Me quedo contigo.- Sonreí, y casi al instante él se contagio de mi sonrisa, pero note que intentaba disimular un poco.

-¿Se-Seguro?- Tartamudeo.

-Seguro.- Afirme. Pasando una de mis manos por su cabello cariñosamente.




Llegamos al departamento, estaba por demás empolvado, después de todo nos habíamos ido más de un mes a otro país. Él intentaba disimular su nerviosismo al enfrentarse de nuevo con estas paredes que tanto conocía, pero yo me daba cuenta lo alterado que estaba. Quería abrazarlo, asegurarle que todo estaría bien, y como si él pudiera leer mi mente comenzó a hablar.

-¿Qué pasara ahora Emilio? ¿Qué haremos ahora que estábamos de vuelta en México?

-Buscar ayuda, la que sea... No me importa si es de parte de una iglesia o de un loco. Cualquier información nos sera útil.

-¿Y si no funciona? ¿Y si el tiempo se me acaba? ¿Qué haremos entonces Emilio?

-No hables así...

-¿Qué harás entonces Emilio?- Volvió a interrogar. Clavando sus ojos algo vidriosos en los míos. --Yo ya se lo que haré, ya te dije que intentare despedirme de todos, lo tengo claro desde hace tiempo. Pero quiero saber que harás tú. ¿Puedo confiar en que estarás bien si yo... Si yo...?

-Cállate.- Lo interrumpí. Ya comenzaba a enojarme con su actitud. -Ya te dije que no permitiré que nada te pase. Y si algo pasara... Estaré a tu lado, siempre.

Joaquin asintió despacio -Estarás a mí lado...- Repitió mis palabras, como si intentara convencerse de lo que digo es verdad.

-Es lo que prometí... Lo que quiero hacer.

Nos sumergimos en un silencio que sirvió para calmarnos por completo. Después de eso sentí como rozaba su mano con la mía, pidiendo ser sujetada tímidamente. La tome con suavidad, sin dejar de observarle, entrelace nuestros dedos pidiendo que este gesto le transmitiera el inmenso amor que me hacia sentir. 

Pestañeé e inspire hondo, tomando su mano contra la mía.

Estar a su lado, permanecer juntos. Eso es lo que importaba ahora, eso es lo que haré.

Exhale.






Era la mañana del jueves, ya teníamos dos día que habíamos llegado a México. Cada nuevo día que comenzaba yo notaba a Joaquin más callado y pensativo de lo normal. Parecía que con cada hora que pasaba mi bonito perdía una pizca de su habla imperativa y animada que lo caracterizaba. No eran ideas mías. El Joaquin que yo conocía se estaba desvaneciendo frente a mis ojos.

Teníamos dos días visitando cada una de las iglesias de la ciudad. Pero en cada uno de los lugares que visitamos solo logramos recibir malas caras y risas burlonas. Una y otra vez los sacerdotes nos decían que lo que necesitábamos era ir con un medico psiquiatra. Por más que el mismo Joaquin les relatara sus sucesos paranormales con terror y nerviosismo, aquellos hombres parecían hacerse oídos sordos ante aquellos relatos. Ellos estaban seguros de que nosotros deberíamos recurrir por ayuda medica... Y de tanto oír una y otra vez el mismo cuento ya había comenzado a creérmelo. No seria tan malo que Joaquin viera a un psiquiatra ¿verdad?... No era algo para asustarse; aquello era algo que había estado pensando mucho y detenidamente los últimos días.

Pero al mismo tiempo me daba cuenta que mandar a Joaquin con un doctor seria como dejar de creerle. Dejar de creer en sus explicaciones y descartar por completo aquellos relatos donde el ente lo perseguía con malas intenciones.

No podía hacer eso.

No podía hacerlo. Porque yo si creía en su llanto, en el sufrimiento de sus ojos, en el miedo que mostraba con sus alterados movimientos corporales cada  noche de pesadillas y terrores nocturnos. Todo aquello era real, no podía estar mintiendo. Era imposible.




No lo deje solo. Cuando volvimos a su departamento, prácticamente me cole en su casa y lo obligue a que se recostara un rato en la cama de su habitación. Él obedeció a regañadientes al darse cuenta que yo tenia intenciones de irme, y luego de unos minutos llenos de quejas por su parte, finalmente estuvo tapado con los cobertores hasta la cabeza. Yo sabia bien que Joaquin no quería molestarme, pero lo que él no entendía era que, lo que más me incomodaba, en realidad, era dejarlo solo.

Sabia que tenia que volver a mi departamento, pero estaba casi seguro que por más que mi razón me propusiera encaminarme hacia la puerta para marcharme, mi corazón me iba a detener con tanta fuerza, que iba ser imposible para mí irme de su lado.







____________________________________

Hola lectores.

Ya volvimos a México.

Ya fuimos a las iglesias y nada...

¿Qué sigue?



Gracias por leer.


Anahí 

Sin Luz - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora