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Maratón 3/3



Emilio

No fue fácil dormir cuando mi hogar se quedo en completo silencio... Después de muchos minutos intentando convencer a mis amigos de que quería estar solo, por fin desistieron y abandonaron mi departamento.

Busque una cerveza, desgraciadamente la ultima que me quedaba. Me recosté en mi sofá y luego espere que la noche pasara mirando el techo, bebiendo con la mente cansada. Tratando inútilmente de borrar ciertas imágenes de mi conciencia. Esas imagines de muerte... Esas imágenes que hace unas pocas horas había visto... Aquellas imágenes que me acompañarían toda la vida de ahora en adelante y tendría que aprender a vivir con ella lo quiera o no.





En cuanto comencé a notar el primer halo de claridad en el exterior decidí salir. Ya no soportaba estar encerrado, necesitaba un poco de aire aunque fueran las seis de la mañana.

Me aseé, me vestí, aunque no muy abrigado, y luego salí del apartamento únicamente llevándome mis llaves en mi bolsillo. Mis llaves... Y también la copia que tenia de la casa de Joaco. Solo por si acaso mis pies decidieran tomar un rumbo y terminara en aquel lugar aunque no lo hubiera planeado.

Al estar en el exterior el frió de madrugada se sintió como un abrazo. Comencé a caminar despacio con las manos en los bolsillos, la cabeza ligeramente levantada y la mirada en el firmamento opaco que poco a poco comenzaba a despertar gracias a la luz solar. Como supuse... Antes de darme cuenta ya había llegado a la calle donde se encontraba la casa de Joaquin.

Suspire abatido, deteniéndome. En realidad no quería ir a su departamento. Lo único que deseaba era caminar un rato y tal vez desayunar en un establecimiento no muy concurrido. Pero no. Mis pies me habían conducido hasta aquí y mis manos habían guardado las llaves que Joaco me había dado hace ya un tiempo. Parecía que mi conciencia estaba siendo mucho más débil que mi cuerpo a la hora de tomar decisiones.

Necesitaba olvidarme de él. Necesitaba dejar de pensar en que cada segundo que pasaba era uno más en donde no sabia donde estaba, o que estaba haciendo, o si estaba asustado; si estaba solo o acompañado. Si estaba herido, si estaba vivo. Me iba volver loco si no lo olvidaba.

En verdad necesitaba olvidarlo, y sabia que no iba a lograrlo si entraba a su departamento. Más bien seria todo lo contrario.

Aun así, mis pies se pusieron en movimiento, y comenzaron a caminar la poca distancia que me separaba de su hogar.

Al estar frente a su casa, el recuerdo desagradable de la ultima vez que estuve con la mamá de Joaquin me golpe con toda la fuerza posible, y el sentimiento de culpa me invadió por completo. Yo estaba demasiado aturdido y ella no dejaba de hacerme preguntas, por lo que de un momento a otro yo ya estaba contándole toda la verdad sobre ella. Por supuesto su reacción había sido totalmente negativa, al igual que Humberto y todos los sacerdotes a los que habíamos visitado su primer pensamiento era decirme que lo que Joaquin necesitaba en primera instancia era ayuda medica. Su furia era incalculable cuando yo le confesé apenado que Joaquin me había convencido en repetidas ocasiones de no llevarlo al hospital. Fue su misma desesperación la que me culpó de la desaparición de su hijo, y tal vez no estaba equivocada del todo, tal vez yo si era él responsable de todo lo que estaba pasando.

La culpa pudo más que la ansiedad que me había traído a este lugar y sin darme cuenta empece actuar de manera automática. Me aleje del departamento y camine por una calles sin saber a donde me dirigía. Me senté en un parque cualquiera para descansar mis pies, y luego volví a caminar esta vez de regreso a mi propia casa, comprando en el camino varias cervezas para tomármelas en cuanto llegara.

Para mi desgracia me encontré con Diego cuando divise la entrada de mi hogar. Como si fuera un deja vu ahí estaba nuevamente, igual que la noche anterior, solo que esta vez Nikolas no estaba a su lado, suspire sin ganas de tener que echarlo nuevamente.

-Emilio.- Me nombro en cuanto me vio llegar. Lo salude con un movimiento de cabeza y luego me aproxime a la puerta con la intención de abrirla. -¿Me vas a dejar pasar?

-Lamento haberte hablado mal anoche.- Ignore su pregunta. -No me siento bien, necesito estar solo ahora. En serio.- No quería hablar con nadie.

-No chingues, Emilo. Mírame por lo menos.- Gruño Diego y entonces decidí hacerle caso. Se veía más preocupado que cansado. -No puedo dejarte solo viéndote así, pareces un jodido zombie.

-Estaré bien.

-Claro que sí. Con todas las cervezas que llevas ahí no me extrañaría.- Volvió a gruñir con el ceño fruncido viendo hacia mi mano. La mano en la que sostenía la bolsa llena de latas sin abrir. No le conteste, solo termine de abrir la puerta y me dispuse a entrar. Pero Diego nuevamente me detuvo agarrándome del brazo con fuerza. -No te mames Emilio, tú no eres así, te quiero ayudar.

-Yo no quiero tu ayuda.- Hable en voz baja. Y él me soltó suspirando.

-Vendré más tarde.- Dijo. No le importaron mis negativas. Entre a mi departamento y cerré la puerta sin despedirme. -¡Vendré más tarde! ¡Más te vale abrirme Emilio!- No le conteste.

Camine hasta la cocina y guarde las latas de cerveza en el refrigerador, dejándome una para el camino hasta el salón. Me recosté en el sofá y prendí la televisión solo para que el silencio no me molestara.

Unas pocas horas después el clima del exterior empeoro. Y comencé a escuchar la llovizna inicial acompañada de truenos apenas audibles, pero que yo sabia que aumentarían de velocidad dentro de algunos minutos.

Entonces suspire aliviado, sabiendo que Diego ya no vendría con el clima inestable. Seguí tomando esta vez un poco más relajado, pensando en nada, tal y como lo quería.









Para mi desgracia estaba equivocado. El cabrón de Diego comenzó a tocar la puerta justo cuando yo había conseguido agarrar algo de sueño. Gruñí enrabietado y me levante a duras penas del sofá, apagando el televisor y buscando con la mirada mi celular para ver la hora. Mi enojo se incremento cuando vi que eran las dos de la mañana.

Camine con pasos entrecortados hasta la puerta, sintiéndome un poco mareado como de costumbre cuando ingería alcohol. Aun no me terminaba todas las cervezas pero planeaba hacerlo pronto.

-Te odio.- Fue lo primero que salio de mi boca cuando abrí la puerta y vi su silueta frente a mí. Sin embargo, mi ceño fruncido se relajo y mis ojos achicados se abrieron en cuanto su cuerpo cayo en mis brazos. Lo sostuve instintivamente asustado y bruscamente despabilado.

-Emilio...

Baje la mirada con urgencia al escuchar  aquella voz débil que no era la de Diego. 

Sus rizos pequeños y desordenados fue lo primero que vi, y también lo que hizo que mi mundo se detuviera por completo...





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AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH

Los amo mucho.

¿Maratón intenso no?

Teorías aquí.

Gracias <3

Anahi @soportearistemo







Sin Luz - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora