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Emilio

¿Bebé?- Pregunto mirándome de arriba abajo, como si no pudiera creer que yo estuviera en la puerta de su casa.

-Hola mamá.- Sonreí tímidamente, sintiéndome un poco avergonzado por haber venido aquí sin siquiera preguntar. Aunque aquello no tenia sentido, ya que alguna vez esta también había sido mi casa.

-¡Hijo, tanto tiempo!- Sonrió ella avalanzándose hacia mí, dándome un fuerte abrazo apretado que me hizo formar una mueca de dolor al sentir una punzada en el hombro y brazo. Y como era de esperarse, ella se dio cuenta... No podía ocultarle nada a esta mujer. -¿Pasa algo bebé?- Pregunto separándose de mí lentamente, con una expresión de preocupación en su rostro.

-Nada, nada... Solo me he golpeado en el hombro hace unos días. Nada preocupante pero aun me duele un poco.- Dije sin mentir del todo.

Mientras volvía a mi casa el día de ayer, luego de esa discusión con Joaquin que me dejo medio decaído, comencé a sentir dolor en el brazo que había utilizado para romper la puerta de la habitación donde Joaco se había quedado encerrado sin motivo aparente. En el momento no había sentido dolor, ya que estaba más preocupado por él que por mí, pero ahora sentía pequeñas pero profundas punzadas en el hombro, lo cual era bastante molesto, soportable, pero molesto.

-De acuerdo...- Suspiro ella volviendo a sonreír con cariño, acompañando aquel gesto con una mirada nostálgica. Aquello logro que me sintiera algo culpable por no haber venido a visitarla antes. -Emilio, ¿Seguro que estas bien?- La mire a los ojos, aquellos ojos azules que eran capaces de ver la verdad en mí. Y negué con la cabeza lentamente, bajando luego mi mirada hacia el suelo.

-No...- Susurre sincero. No tenia sentido mentirle a ella. No quería mentirle.

-Ven.- Ordeno al instante. Tomándome la mano con suavidad y jalandome hacia mi antiguo hogar. Me deje guiar por el salón luego de que ella cerrara la puerta tras mi espalda. Me sentó como si fuera un niño pequeño en el sofá que yo conocía bien. Yo solo me quede ahí mirando mis manos perdidamente.

Había sentido la necesidad de desahogarme por todo lo que estaba pasando. Me sentía lleno de pensamientos y preguntas sin respuesta. Era demasiado para mi mente y ahora sentía que había llegado a un limite en el cual  necesitaba liberar mi frustración con alguien. Y pensé ¿Quien mejor que mi familia?

-¿Quieres tomar algo Emilio?- Pregunto mi madre desde la cocina.

-Agua por favor.- Por un momento me propuse relajarme un poco, después de todo estaba en casa.

-¿Te quedaras a cenar?

-Puedo quedarme por unas horas, no quiero molestar.

-No molestas para nada hijo, no seas ridículo. Ahora dime ¿que sucede?

La mire unos segundos con un poco de dudas y luego bebí el agua que me había ofrecido, pensando que debía decirle, por donde seria conveniente empezar.

-Eh... Joaco- Susurre luego de dejar el vaso en la pequeña mesa frente a nosotros.

-¿Joaquin? ¿Le ha sucedido algo?- Su rostro había cambiado, ahora mostraba mucha más preocupación y era entendible. Mi madre quería mucho a Joaquin. Solíamos venir dos fines de semana al mes de visita y almorzábamos en familia en el patio trasero de la casa. Era realmente agradable compartir con ellos. Me sentía completo al estar en compañía de las personas que más quería. Pero debido a todo lo ocurrido, hacia muchísimo que no veníamos a compartir un tiempo con ella.

Sin Luz - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora