Emilio
Pero antes de que yo pudiera razonar, confundirme, pensar, o gritar algo, la risa infantil y aguda de una niña resonó detrás de mi cuello. Mis ojos abiertos de par en par no querían voltear nuevamente, pero tampoco querían seguir fijos en el cuerpo cada vez más desangrado de Joaquin. No sabia que hacer, sentía una presencia a mis espaldas, pero me rehusaba a comprobar lo que mi cabeza confundida había formulado.
-Mailo.- Rió aquella voz con insistencia. -Mailo, Mailo, Mailo...- Comenzó a cantar con un tono inocente que marcaba su despreocupación y su baja edad.
Volteé mi rostro tan rápido que mi cuello crujió en el acto, y allí, sentada frente a mí, estaba una niña sonriente con el cabello negro y largo cayendo por sus hombros pequeños. Tenia la mitad de la ceja izquierda mal despeinada como si se hubiera lastimado en aquel lugar. Su sonrisa era escalofriante para mis ojos estupefactos, sus labios estaban curvando hacia arriba sin mostrar sus dientes, pero demasiado curvados, casi de una manera inhumana. El vestido blanco y desgastado que la cubría la hacia ver más aterradora de lo que ya era.
-Mailo.- Rió como burlándose de mi apodo, pero luego se puso seria de repente. Borrando su enorme sonrisa a una velocidad estremecedora. Sus ojos profundos y celestes se obscurecieron a la misma velocidad que mis latidos cardíacos golpeaban mi pecho. Mi respiración se altero aun más de lo que ya estaba, y entonces ella se aproximo velozmente hacia mí.
-¡Ah! ¡Suéltame!- Grité espantado cuando se lanzo sobre mí. Cerré mis ojos fuertemente, golpeando su cuerpo entre gritos de terror. Ella solo soltaba carcajadas histéricas como si le divirtiera todo aquello. Preso del pánico comencé a retorcerme intentando con todas mis fuerzas escapar. Quería sollozar y suplicar por ayuda.
-¡Mailo, Mailo, Mailo!- Gritaba ella carcajeando, arañándome los hombros.
-¡Mailo!- Grito una vez más.
Abrí los ojos de golpe. Sintiendo un sudor frió en mi frente y espalda. Jadeé asustado cuando percibe el tacto de las manos de aquella niña en mi ropa e intente desesperadamente quitármelas de encima, agitando las mías de manera eufórica.
-Emilio, tranquilizate... Soy yo.- Parpadeé frenéticamente, confundido, al ya no escuchar la risa de la niña. -Tranquilo... Soy yo. Mírame Emilio.- Le mire, mire al dueño de esa voz tranquilizadora, y casi experimente el alivio más grande del mundo al identificar el rostro preocupado de Joaquin frente a mí. Lo primero que note es que no tenia sangre en su piel... No tenia nada.
-¿Joaco?- Hable con voz quebrada. Mis ojos derramaron lagrimas que ni siquiera sabia que tenia retenidas en los parpados. Me enderece porque al parecer estaba recostado en la cama, y me aproxime a mi bonito, que permanecía sentado frente a mí, dándole un fuerte abrazo desesperado que él recibió al instante.
-No inventes Emilio, me asustaste, me despertaste con tus gritos.- Murmuro acariciándome la espalda. -Tranquilo...
Me separe del abrazo bruscamente y atrape su rostro entre mis brazos. Le examiné fijamente buscando cualquier rastro de sangre en su piel, alguna lastimadura o algo que me revelara que mis temores eran reales.
-Emilio...- Me llamo suavemente. Pero no le hice caso, seguí moviendo mis pupilas de un lado a otro sobre su rostro, él se dejo como si supiera que yo necesitaba aquello. Luego de verificar que su cara estaba bien, le jale su brazo y baje la manga de la camiseta sin esperar ni un segundo más. Las marcas ya casi imperceptibles de las quemaduras aun estaban ahí, pero no había rastro de cortaduras profundas. No había nuevas lastimaduras. Estaba bien... Joaquin estaba bien.
Por ultimo observe hacia el costado de la cama, donde la niña se había reído prenunciando mi nombre, pero no había sangre ahí tampoco.
-Joder...- Suspire, pasando una mano por mis rizos mojado de sudor. Había sido la maldita peor pesadilla de mi jodida vida. Demasiado real como para que mis temblores se detuvieran. Aun seguía teniendo miedo y ni loco iba a fijarme si todo estaba bien bajo la cama. No me atrevía, aun tenia la imagen de Joaquin desangrándose allá abajo.
Mire a Joaco él cual me observaba con preocupación en sus ojos. No me resistí y acerque mi mano a su rostro una vez más. Lo examine nuevamente pero lo hice con el tacto de mis dedos. Él se dejo acariciar sin despegar sus ojos cafés de los míos. Mi respiración iba calmando al paso que acariciaba cada centímetro de su terso rostro sereno, pero aun estaba un poco asustado por lo real que había sido el sueño.
Sin pensarlo y en un acto teñido de desesperación, lo atraje hacia mí y con los ojos cerrados le busque sus labios. Fue un beso casto, tibio, leve, pero lo sentí como si hubiera metido mi mano a un toma corriente. La intimidad de aquel contacto hizo por calmar mis sentidos y logro tranquilizarme por completo. Todo desapareció a mi alrededor y solo tuve conciencia de nuestros labios unidos, dando y recibiendo con lentitud. En verdad este beso no era nada comparado con el que nos habíamos dado anteriormente, pero yo lo sentía mucho más significativo, intenso en sensaciones, como si realmente pudiéramos hablarnos con el tacto y decirnos todo aquello que no quería ser expresado por nuestras cuerdas vocales. Enrede mis manos en su cabello revuelto y ladeé mi cabeza, moviendo mis labios sobre los suyos con delicadeza. Él me recibió sin vergüenza y eso me incentivo a seguir. Estuvimos así un buen lapso de tiempo hasta que el mareo de sentimientos fue demasiado, obligándonos a tomar un descanso.
-¿Estas bien?- Me miro con su rostro aun muy cerca del mio. Sonreí enternecido al mirar sus mejillas levemente sonrojadas. No conocía a este Joaquin avergonzado, pero debía admitir que me encantaba.
-Ahora sí...- Él sonrió al escuchar mi respuesta y luego se dejo caer en la cama suspirando con algo parecido al alivio. Lo observe atentamente quedándome sentado a su lado.
-Creo que mi madre nos vio durmiendo juntos.- Se carcajeo rascando su sien y mostrando su claro nerviosismo. Sonreí aun más al oírlo reír y me acosté a su lado.
-Sí... Ni siquiera se que hora es. Creo que nos dormirnos en pleno día.
-Ya es de noche...- Comento él.
-Espero no haber despertado a nadie con mis gritos.- Murmure incomodo.
-Tranquilo, no gritaste tanto. Al menos no como lo hago yo... ¿Te sientes mejor?- Volvió a preguntar mirándome con ansiedad.
-Sí... Gracias de verdad.- Le sonreí. Nos quedamos mirando por un pequeño tiempo en el que una paz lenta y silenciosa se apodero de nuestro alrededor. Quería decirle tantas cosas en ese momento, disculparme por ser tan tonto, por haber reprimido mis sentimientos hacia él, por haber ignorado sus señales más que obvias. Pero simplemente en aquel momento mis palabras no salían de mi garganta, estaba simplemente embobado viéndolo... Era tan bonito.
-Esto es raro.- Susurro él de repente.
-¿Por qué?- Reí en un tono bajo.
-No estamos mirando como dos idiotas.
-Lo somos...
-Sí, lo somos.- Negó con la cabeza sin dejar de sonreír.
Reímos y seguimos hablando en susurros de cualquier estupidez que se nos ocurría. Extrañaba tanto estar así con él que las horas se nos pasaron volando, y en un abrir y cerrar de ojos ambos ya nos habíamos rendido ante sueño nuevamente. Supuse que era la primera vez, que después de mucho tiempo... Ambos podíamos descansar tranquilos.
Y aunque ya me sentía calmado por completo, a la hora de volver a dormir, no pude evitar estremecerme con algo de miedo, al darme cuenta que había soñado...
...Con ella.
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No miren bajo su cama.
2/2
Anahí.
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Sin Luz - Emiliaco
Mystery / ThrillerAmar te marca. Te hace dejar a un lado tu egoismo y entregar tu corazón a otra persona. Exponerte a tal grado de darle el poder de curarte y dañarte sin contemplaciones. Amar es sacrificio, es creer en lo que nadie cree. Es querer proteger a la otra...