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Emilio



Al paso de los minutos, mi mente al fin se despejo. Por lo que no tarde en ponerme a idear un plan de lo que debía hacer. No era momento de ponerme contento o de soltar ninguna clase de llanto por la repentina aparición de Joaquin. Ahora debía enfocarme en él, en que tal vez estaba lastimado y necesitaba ayuda. Y a pesar de sus pedidos yo no podía quedarme quieto y simplemente mirar. Esta vez no.

Comencé a removerme lo más sigiloso posible para no despertarlo. Si él recobraba la conciencia sabia que iba a pedir una vez más que no llamara a nadie y yo no quería ceder; seria más fácil si Joaco permanecía dormido, ademas se veía muy cansado y no quería perturbarle su descanso.

Comencé a buscar mi celular, no cabía duda que ese aparato tenia la capacidad de desaparecer en los momentos menos oportunos. Finalmente recordé que cuando Joaquin había tocado la puerta yo había previamente usado mi celular para comprobar la hora. Gracias a ello pude acordarme que deje el aparato en el mueble a un lado de la entrada, donde comúnmente dejo las llaves. Camine hasta allí y suspire aliviado al ver que efectivamente ahí estaba el pequeño aparato negro.

El alivio no duro nada cuando tome el celular entre mis manos y comprobé que no encendía.

-No chingues.- Gruñí entre dientes, presionando desesperado el botón que servia para encenderlo. -No, no, no.- Camine una vez más en silencio en busca del cargador del mismo. No entendía porque no encendía, si estaba casi seguro de que antes le quedaba bastante batería.

A partir de ese momento sentí que todo comenzó a salir mal.

En cuanto encontré el cargador y lo conecte a la luz eléctrica, lo único que obtuve fue... Nada de nuevo. Ya que el aparato no se encendió. No era un problema de batería y no tenia idea de cual era el verdadero problema, aunque tampoco me quede mucho tiempo pensando en eso.

Inmediatamente decidí ir hasta el teléfono que tenia en casa para comunicarme con el portero del edificio, pensando que podría pedirle a esté que llamara a una ambulancia; pero aquello tampoco funciono. Nadie contesto el teléfono ni siquiera luego del sexto intento, en el séptimo ni siquiera se escucho el tono telefónico. La linea estaba completamente muerta, y mi paciencia y nervios estaban a punto de hacerme explotar.

Con pasos fuertes y exasperados camine hasta la puerta, ya sin importarme si hacia ruido o no. Yo mismo iría a pedir ayuda.

Me quede de piedra al no lograr abrir la puerta a la primera.

Fruncí el ceño apretando los labios y los puños. No recordaba haberle echado llave. Intente una vez más pero la puerta no cedió ante mis esfuerzos. Confundido busque la llave con la mirada y cuando las encontré intente abrir de nuevamente, pero no lo logre.

Fue entonces cuando me di cuenta que estaba encerrado y totalmente incomunicado dentro de mi departamento, y la ansiedad se retorció inmediatamente en mi pecho con fuerza.

En serio no entendía que fregados estaba sucediendo. Y para sumar otro infortunio, la cabeza comenzó a dolerme a tal punto de hacerme apretar los parpados fuertemente. Hacia demasiado que no sentía esta clase de dolor, y fue tan repentino que hasta tuve que sostenerme de la pared más cercana para estabilizarme un poco.

Comencé a darme vuelta con lentitud sin dejar de agarrarme de la pared, dispuesto a sentarme en algún lugar hasta que la jaqueca cesara. Ya luego podría pensar bien que hacer, pero con este dolor me era imposible.

En cuanto abrí mis ojos luego de terminar de girar sobre mi propio eje, solté un jadeo atusado al ver a Joaquin de pie frente a mí, inmóvil, mirándome inexpresivo.

Sin Luz - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora