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Emilio


Con todo el miedo del mundo me dispuse a leer.



No tengo nada de tiempo, así que iré al grano Emilio. Lamento si soy muy brusco, pero esto es necesario. Algo sucede. No se bien si es en mí, o en lo que me rodea, tal vez no haya diferencia. Pero algo me esta sucediendo. En verdad no se como explicarlo. No encuentro las palabras sin que mis manos comiencen a temblar. Pero lo intentare. A pesar de que le temo a la reacción que pueda llegar a tener mi cuerpo, lo intentare.

Ya no puedo guardármelo más, no puedo controlarme ni a mí mismo. Y no tienes una idea de lo horrible que es esto. No saber si llorar o gritar; no saber cual es el sentimiento que se aproxima. Aunque después de tanto meses, ya debería de haberme acostumbrado, pero no es así. No me he acostumbrado para nada y cada vez que siento, escucho, o veo algo desconocido me aterro. Me aterra no conocer que se aproxima. Que va a pasar. Cómo, cuándo, dónde, en qué circunstancias ¿alguien saldrá herido?

¿Alguien sera lastimado por mi culpa?... No lo se. No tengo idea de lo que soy capaz de realizar, ya ni siquiera me reconozco. ¿Sabes?...

Tal vez he matado a alguien y ni siquiera me he percatado de ello. Dios, no. No quiero ni pensar en eso. Mi querida Canela, mi perrita blanca, ¿fueron mis manos las que le hicieron daño? No, no, no, no, no. No fui yo... Yo la vi. Vi como le abría su pequeño estomago con las uñas, vi la sangre en su dedos temblorosa. Yo lo vi...

No fui yo, no fui yo ¿verdad? No eran esas mis manos, no eran esas mis uñas. No era yo.

No es posible... Ya no se que pensar tal vez me estoy volviendo loco, seguro estas pensando eso ahora. Y lo pensarías más si te dijera que cada mañana al levantarme en mi cama en ciudad de México escuchaba pasos en el pasillo. Y Canela ladraba todo el rato... Y aun puedo escuchar sus ladridos, aunque yo se que no esta aquí conmigo.

Siempre a la misma hora, a las tres de la mañana, siempre. Siempre pasan cosas raras a esa hora. Es por eso que te llamaba a esa hora hace unos meses, ¿lo recuerdas? Te llamaba porque tu voz me tranquilizaba. Chingada madre Emilio seguramente quisiste mandarme a la mierda muchas veces, pero no lo hiciste y no sabes cuanto te lo agradezco.

Escuchar tu voz por el celular me hacia pensar en otra cosa que no fuera el agua de la ducha corriendo libremente por el baño. O los pasos que se escuchaban en la cocina. O la pequeña risa que resonaba debajo de mi cama.

Todos esos temores y hechos inexplicables desaparecían cuando escuchaba tu voz adormilada del otro lado de la linea. Pero cuando cortabas la llamada las mierdas extrañas se quedaban un par de horas más. Pero yo no quería molestarte, maldita sea. No quería contarte todo lo que me estaba pasando, porque me avergonzaba. Me avergonzaba a mi mismo explicarte que tenia un jodido fantasma en mi casa, o tal vez varios quien sabe, así que no te conté. Ademas no estaba seguro de nada, tal vez eran paranoias mías.

Hasta fui al psicólogo por un tiempo. ¿Sabes? Lo hice a escondidas de todos porque me daba muchísima vergüenza, aunque sabia que no había nada de que avergonzarse. Pero aun así algo en mí se rehusaba a revelarle esa información a los demás. De todos modos aquel psicólogo no sirvió de nada, o tal vez era yo el que no servia.

Sin Luz - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora