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Nota: Este capitulo contiene lenguaje explicito, si eres una persona sensible se recomienda no leer.




Emilio.

Es demasiado temprano para que mi cabeza empiece a formular ideas coherentes, pero no puedo dejar de pensar que nunca había dormido tan cómodo en mi vida. El aroma natural de Joaquin se me cuela por mis poros, quería abrazarlo, acercarlo más a mi cuerpo. Mis manos se extienden hacia las sabanas tanteando el suave y cómodo colchón, la cama estaba vacía, por lo que no tuve más remedio que abrir los ojos y despertar de una buena vez.

Por un momento pensé que aun era de noche ya que la habitación estaba obscura, pero recordé que Joaco tenia cerradas todas sus cortinas impidiendo que la luz natural entrara, él me había puesto el pretexto que lo hacia porque quería dormir, pero yo estaba seguro que eso no era verdad.

Eras apenas las 9 de la mañana, demasiado temprano para despertar un domingo, me decidí por hacerle caso a mi pesadez y volví a cerrar los ojos, el ambiente de la habitación no me llamaba a despertar por lo que no me costo trabajo volver a tomar el sueño. Ni Joaquin ni yo nos caracterizábamos por ser los mejores para madrugar por lo que no podía entender porque él ya no estaba en la cama.

No sabia si su ausencia se debía a los problemas que estaba teniendo para dormir o si simplemente quiso huir de la cama. 

El recuerdo de sus labios en los míos me provoca un golpe de adrenalina en el cuerpo, abro los ojos de golpe. No había sido un sueño, estaba más que seguro, en verdad nos habíamos besado. La angustia empieza a crecer dentro de mí, tal vez Joaquin había salido de la cama porque estaba incomodo, pero después de todo él había iniciado el beso.

Tal vez Joaco solo quería agradecerme todo lo que había hecho por él en estos días y no encontró otra forma de expresarlo... Tal vez solo fue un beso de gratitud. Un beso de amigos, de hermanos... Si seguro fue eso, un beso amistoso y sin compromisos.

Sonreí aferrándome a esa idea completamente inverosímil y me levante de la cama dispuesto a enfrentar cualquier cosa que me esperara detrás de la puerta de la habitación.

En ese momento escuche un fuerte estruendo que me asusto, haciéndome pegar un salto. Fue como si algo hubiera caído al suelo y sentí mi vello erizarse al pensar lo que pudo haber sido.

Joaco...

Descalzo y totalmente despabilado comencé a correr fuera de la habitación, y en dos zancadas logre llegar al salón, el cual estaba completamente a obscuras.

-¿Joaquingo?- El miedo se sentía en mi voz, estaba intentando encontrar el interruptor en la pared, necesitaba ver lo que estaba pasando.

Al iluminar la habitación lo primero que pude enfocar fue a Joaquin, y mis piernas temblaron al observarlo sentado en el suelo, de espaldas a mí, arqueado con su espalda hacia adelante y sus manos cubriendo su cabeza sin mucho éxito.

-Lo siento.- Lo oí susurrar con voz quebrada y abrumada. -Lo siento, Lo siento mucho.

-¿Joaco?- Me acerque de manera lenta. Él negó con la cabeza y hundió sus dedos aun más en su cabello castaño.

-...Lo siento.

-Joaquin. - Coloque mi mano en su hombre, necesitaba saber que estaba pasando. Cuando lo hice, todo su cuerpo tembló bruscamente y sollozo desgarrador, haciendo que pegara un salto.

-¡Hey!- Lo tome de los hombros y gire su cuerpo, necesitaba verle el rostro, conectar con sus ojos.

Pero no observe sus ojos cristalizados por mucho tiempo ya que mi mirada se desvió hacia sus manos, las cuales estaban completamente ensangrentadas... Y luego hacia su perrita tendida en el suelo junto a sus rodillas... Canela.

Reprimí una arcada al ver al perro blanco con el estomago abierto de una manera escalofriante, haciendo que su pelaje se viera sucio y bastante rojo, opaco. Me eche hacia atrás soltando a Joaquin, aterrado, sin poder quitar mis ojos del pobre canino destripado.

-Emilio.- Me llamo pero yo no le hice caso y retrocedí en un acto reflejo cuando le vi de reojo avanzar hacia mí. -Yo no hice es-esto Mailo, estaba así cuando la encontré.

-Emi.- Seguía balbuceando. Le observe finalmente, y me quede perturbado al ver como su cuerpo temblaba violentamente, incluso más que el mio. Ambos nos habíamos quedado sentados en el suelo del salón, mirándonos confundidos y shockeados. Yo, con las manos hacia atrás, apoyándome para no caer del susto, y él temblando desde su lugar, junto al cadáver de Canela.

-No entiendo nada.- Sentía como mis parpados empezaban a empaparse, esto era demasiado.

-Yo no fui...- No dejaba de llorar, elevo una de sus manos ensangrentadas hacia mí y al verme retroceder otra vez, frunció el ceño, desesperado. -¡Yo no fui joder!- Grito enfurecido, asustándome. Pero al instante su rostro volvió a deformarse en una mueca de frustración y tristeza. -Yo no la mate, no lo hice, yo no fui...

Trague saliva intentando que mis lagrimas no se derramaran hasta mis mejillas e inspire para darme fuerzas, fuerzas que debería utilizar por los dos.

Temblando levemente, gatee hacia su convulsionado cuerpo y lo rodee con mis brazos por completo alejándolo suavemente del pequeño animalito. Joaco grito y sollozo al sentir mi contacto y se aferro a mí como si su vida dependiera de ello. Temblé nuevamente cuando sentí sus dedos apretándome la espalda, manchándome seguramente la camiseta con la sangre en sus manos y apreté mis labios horrorizado, por la situación que aun no creía. 

-Yo no fui... Lo siento.

-Shh...- Intentaba calmarlo agarrando su cabello con suavidad y hundiendo su cabeza en mi pecho. -Tranquilo Joaco, te creo...

-Fue ella.

Me paralice.

-¿Ella...?

Y de pronto Joaquin dejo de temblar y elevo su rostro hacia el mio con lentitud escalofriante. Sentí miedo al ver sus ojos vidriosos abiertos de par en par observándome directamente.

-Los cuyos, ¿Donde están nuestros cuyos?






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Comentarios aquí por favor. Me ayudan mucho.

Gracias por leer y recomendar la historia.

Anahí.













Sin Luz - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora