54.

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Emilio


No sabia exactamente cuanto tiempo había pasado desde que mis ojos se había cerrado con debilidad. Tampoco me interesaba saber. En aquel momento nada me interesaba realmente.

Nada se escuchaba en el solitario departamento frió, y mi mente en verdad lo agradecía. Por largos minutos o quizás horas, no tuve conciencia de nada claro a mi alrededor. Me limite a descansar mis ojos ocultos bajo mis parpados pesadamente cerrados, manteniendo la mente totalmente en blanco.

Solo cuando mis oídos adormecidos captaron el bajo sonido de la puerta abriéndose a lo lejos, considere con abatimiento la posibilidad de levantarme a comprobar quien era. Pero luego deseche la idea al instante y deje que el tiempo siguiera pasando. 

-¿Emilio?- Una vocecita débil se colo en mis oídos con tanta timidez que me vi obligado a removerme un poco ante el inesperado estremecimiento desagradable que me recorrió la espalda. Suspire débilmente sin separar mis parpados, percibiendo apenas el sonido de unos pasos que se acercaban a mi lentamente. -Emilio.- volvió a llamarme la voz, esta vez con más proximidad.

Sentí el contacto de una mano suave posándose en mi hombro, y entonces mi mente comenzó a despertar por completo junto a mi anatomía aun adormecida. Otra mano se poso sin brusquedad en mi cabeza, y las suaves caricias que comenzó a darme en aquel sector lograron hacerme entre abrir mis ojos.

No se me dificulto identificar el cuerpo de Joaquin inclinado hacia el mio a un costado de la mesa. Pestañeé clavando mi mirada adormilada en la suya, la cual parecía atenta y preocupada, enfocada totalmente en mí.

-Hola...- Susurro, pero no le respondí. Me enderece sin prisa, quitando mis manos de mi cabeza, y él alejo de inmediato las suyas de mí. -¿Estas bien?

-¿En dónde estabas?- Ignore su pregunta y formule la mía con voz ronca y lenta. No contento por lo que volví mis ojos obscuros a los suyos. Se veía... Asustado, y yo no me encontraba lo suficientemente despierto para entender el por qué. -¿No me vas a contestar?- Presione con cansancio.

-Yo...- Balbuceo bajando la mirada. -Yo... Yo do-dormí en la casa... De mis tíos.

-No me llamaste.

-¿Eh?

-Que no me llamaste.

-Olvide mi celular.

-Lo se.- Busque con mi mano dentro del bolsillo de mis pantalones y de allí saque su obscuro celular apagado. -Toma.- Se lo tendí sin mirarlo, y luego comencé a ponerme de pie. Fruncí el ceño y apreté los labios al percibir un dolor general en mi brazo izquierdo antes inmóvil, por lo que decidí relajarlo a un costado de mi cuerpo y me limite a realizar todo lo demás con el brazo derecho. -¿Estas bien?- Le pregunte a Joaco que me observaba atentamente aun de pie a un lado de la mesa. 

-Estoy... Más tranquilo ahora.- Escuche que susurraba a mis espaldas. -Emilio ¿qué pasa?

-¿Qué que me pasa?

-Te ves mal.

-¿Y qué esperabas? No dormí en toda la noche.

Silencio.

-¿Por... Por qué?

-¿En enserio? ¿En serio tienes los huevos de preguntarme "por qué"?- Gruñí en voz baja.

-Lo... Lo siento, Emilio. Yo...

-No, en serio Joaquin. Ahora no.- Me queje, sintiendo que el dolor en mi brazo comenzaba a volver.

Sin Luz - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora