58.

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Emilio

Estaba totalmente sorprendido. Ahora él que sentía el cuerpo raro era yo, por más que intentaba que mi corazón dejara de golpear mi pecho de esta manera, no lo conseguía.

-Yo también quiero hacer el amor contigo, Joaquin.

-Pero... No es tu momento para contar un secreto.

-Solo quise decirlo también...

Sus pupilas estaban tan dilatadas y brillosas que me tenían totalmente hipnotizado. Me incline hacia su rostro y, cerrando un poco los ojos deje que mis labios tocaran de manera leve los suyos. Tanteé la piel de su boca, suavemente con la mía, esperando alguna reacción de su parte, y cuando él se acerco y encajo al fin con mayor intensidad nuestros labios, supe que había interpretado bien lo que me estaban diciendo sus ojos.

Cerré los míos dejándome llevar, perdiéndome por completo.

Decidí tomar la parte posterior de su cabeza en una de mis manos, usando luego la otra para apoyarme en las mantas y no aplastarlo demasiado. Él me abrazo al instante, ayudándome a que me colocara sobre su cuerpo con mayor facilidad. Sentí demasiada excitación con tan solo sentir el tacto de sus manos sobre mi espalda, aceptándome. Hundí mi boca en su cuello estirado, y deje que mi nariz acariciara su piel blanca, la linea de su mandíbula raspaba por su pequeño bello facial.

-Oh...- Se retorció bajo mi cuerpo, cuando percibió que una de mis manos se dirigía al sector en donde se encontraban nuestras entrepiernas. -Sacamé la camisa Emilio. Los pantalones. Que me quemo. Me quemo.

-Tranquilo, no te vas a quemar.- Le tranquilice, porque al parecer él sentía que si se iba a quemar vivo. Proseguí a desnudarle con paciencia que en realidad no poseía, y cuando al fin estuvo tan solo en bóxer me sorprendí al ver lo delgado que estaba. Realmente era preocupante ante la visión, pero en ese momento estaba tan perdido en la excitación que le reste importancia a su cuerpo demacrado, para así poder seguir besandole donde se me antojara.

-Tú también desnúdate.- Pidió agitado a lo que obedecí de manera inmediata. Cuando llego el momento de que ambos estábamos con ropa interior, decidí observar el cuerpo de Joaquin una vez más.

Lo que más me maravillo fue su pecho, enteramente imperfecto y único. Allí había unos pequeños granos obscuros, manchas misteriosas, viejos moretones, puntitos rojos y puntitos castaños; todo parte de su piel clara. Todo parte de una misma textura irregularmente inmejorable.

No pude hacer otra cosa que acariciar su pecho con la yema de mis dedos, podía sentir cada singularidad contra mi piel. El también comenzó a acariciar él mio, como si al igual que yo también se hubiera perdido mirando mi cuerpo.

Abrí mi boca sobre la suya al mismo tiempo que él, y nuestras lenguas se encontraron una vez más con intensidad y desenfreno. No recordaba ni una sola vez en la que nos hubiéramos besado de esta forma, pero lo sentía tan natural y correcto, tan acertado... Algo que me pertenecía; algo a lo que yo le pertenecía.

Joaquin comenzó a ladear la cabeza deliciosamente entre beso y beso, separándose de mi boca levemente para luego seguir experimentando la sensaciones desde otro angulo. Me agarraba mis rizos y los estrujaba entre sus dedos al mismo tiempo en el que yo le seguía, igual de hambriento que él. Solo cuando empuje mi cadera contra la suya en un movimiento instintivo él se separo bruscamente para soltar un gemido roto que me hizo encoger los dedos de los pies gustosamente.

-Oh... hazlo de nuevo...- Suplico perdido en las sensaciones. No dude en volver a crear esa fricción intima que nos hizo temblar de placer, y luego me deje caer sobre su cuerpo, apoyando piel contra piel en su totalidad. Suspire escondiendo mi cabeza en su cuello, para luego reafirmar mi agarre en su cabeza con mi mano, acariciándolo y apretándolo contra mí. Él se dejo abrazar totalmente flojo sobre las mantas.

Sin Luz - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora