31.

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Emilio


A la mañana siguiente, cuando desperté con dolor de cabeza y sequedad en mi garganta, Joaquin no estaba en su cama, no estaba en la habitación.

Afuera, por la gran ventana con asombrosas vistas, podía verse claramente el agua congelada cayendo desde el cielo lentamente, estaba nevando. El cielo se había vuelto gris obscuro, casi parecía que aun era de noche. Solo algunos pequeños y valientes rayos de sol se asomaban entre las nubes gordas y llorosas.

Me acurruque bajo las sabanas de mi cama luego de haberme tomado una pastilla para el dolor de cabeza, y me quede viendo la nieve caer sin ninguna expresión en mi rostro. Había leído que en Amsterdam rara vez nevaba, pero cuando lo hacia la ciudad tomaba una belleza extraordinaria.

La mochila de Joaquin estaba aun en la habitación, por lo que deduje que volvería pronto. Pero de todas maneras, me preocupaba muchísimo el no saber donde estaría. No tenia miedo que se perdiera, porque después de todo sabia que el gps lo traería de vuelta al hotel, pero imaginármelo caminando sin rumbo por las calles nevadas, con la mirada baja, ojos rotos y pasos pesados, el pecho se me apretaba y mi corazón tartamudeaba incomodo. Aunque tal vez... Él estaba bien. Tal vez estaba tomando el desayuno por ahí, riéndose de todo lo que había sucedido.

No podía saberlo con exactitud.

Recordaba todo. Absolutamente todo lo que había sucedido anoche. Cuando caminamos por la ciudad, el restaurante en el que cenamos, la discoteca, los tragos, la música, las luces y el desenfreno alocado que se respiraba en el ambiente. Aquella chica holandesa de cabello rosa que me había hecho reaccionar, obligándome a causar una patética escena de celos.

Recordaba también los movimientos de Joaquin; su cuerpo saltando al ritmo de la música, un ritmo perfecto que me hizo perder la cordura por escasos minutos, minutos que fueron suficientes para que todo se arruinara.

Recordaba ese beso. Lo delicioso que había sido; cálido y húmedo. Brusco, aliviante, caliente, desesperante... Angustiante. Joaco estaba angustiado y desesperado, y me lo trasmitió mediante aquel contacto de bocas que yo termine por romper al encontrar nuevamente la estabilidad que necesitaba.

"Ya no aguanto mas"

¿Estaba aguantado? ¿Qué era lo que exactamente estaba aguantado? ¿Besarme? ¿Tocarme? ¿Pasar su lengua por mi cuello? ¿Hacerme reaccionar? ¿Qué era exactamente lo que quería de mí?

Podría haber sido el alcohol, perfectamente. Joaquin podría haber estado diciendo tonterías por todos esos tragos de colores que ambos habíamos bebido. Él no era de emborracharse por completo, lo había visto ebrio muchas veces, pero definitivamente, nada comparado a lo de anoche. Realmente parecía perdido entre aquellas luces y música ensordecedora. 

"Me encantas Emilio"

"Te quiero"

Te quiero. Pues claro que yo también lo quería. Conocía  a Joaquin de pies a cabeza, lo había visto jugar, reír, saltar, gritar, triunfar, crecer, llorar en silencio, por soledad, por desesperación, por miedo. Conocía casi todos sus demonios internos. Me había divertido innumerable numero de veces a su lado. Y él también me conocía bien.

Pero ahora... ¿Por qué ese "te quiero" me había sonado tan diferente? No era lo mismo. Definitivamente había mucho más allí.

No quería considerar esa posibilidad. Esa que revoloteaba en mi cabeza constantemente. Esa que me aterrorizaba. Esa que muchas veces había logrado ignorar. Pero Joaquin no hacia más que acercarse, ya no le importaba. Parecía como si simplemente hubiera llegado a su limite. Él ya no podía pensar adecuado.

Sin Luz - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora