42.

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Emilio



-¿Emilio?...

Me removí entre las sabanas sin despegar mis parpados pesados, aferrándome instintivamente al cuerpo que estaba cerca del mio. No sabia quien era exactamente pero su aroma suave aumentaba mi sueño placentero.

-Emilio...- Fruncí el ceño con debilidad, molesto por esa voz femenina que escuchaba a lo lejos. No me apetecía para nada despertar, me encontraba demasiado a gusto.

-De acuerdo cielo, hay comida en la heladera, por si quieren comer más tarde...

Sentí una suave caricia en mi cabello que me hizo suspirar de gusto. Me relaje sintiendo aquel cuerpo tibio aun pegado al mio, y entreabrí mis ojos con algo de dificultad. Una mujer me observaba sonriendo, mientras que ahora acariciaba los cabellos de mi acompañante. Pestañeé sin entender del todo lo que estaba sucediendo e intente aclarar mi visión. Estaba totalmente perdido, ni siquiera sabia que hora era. 

-Perdona, no quería molestar. Sigue durmiendo Emilio, lo necesitas.- Murmuro la madre de Joaquin sonriendo. -Descansen.

Pestañeé una vez más entreabriendo mis ojos para hablarle. Pero estaba demasiado dormido para pensar en una frase coherente. Hacía tanto que no dormía así de bien...

La mujer castaña sonrió una vez más, antes de dejar la habitación silenciosamente, y cuando la puerta se cerro y la obscuridad volvió a reinar a nuestro alrededor, me aferre al rendido Joaco y deje que mi nariz se hundiera en su cabello sedoso. Su cuerpo delgado se removió perezosamente, acurrucándose más al mio de manera inconsciente. Ambos estábamos cubiertos por mantas calientitas que nos protegían del frió holandés; supuse que la madre de Joaquin había sido la que nos arropo.

Cerré los ojos lentamente con la mente en blanco, y luego de una cuantas respiraciones calmas volví a quedarme dormido.





Fue un leve sonido bajo lo que logro sacarme del sueño después de varias horas. Me frote el rostro con la mano, confundido por el repentino despertar, y me moví entre las sabanas en busca de una nueva posición cómoda para descansar. Me sentía como un jodido perezoso pero hacia semanas que no dormía tan bien y sinceramente, en aquel momento, me veía capaz de dormir por días enteros sin dificultad. Sin embargo aquel sonido inicial volvió a escucharse esta vez con mayor volumen, un volumen que ya no pude ignorar. Abrí los ojos y observe con vista borrosa que estaba solo en la cama, lo cual me confundió aun mas. ¿A poco había soñado todo lo ocurrido con Joaquin? ¿Solo me lo había imaginado?... Aquel beso, no, no... No había sido un sueño; no podía serlo. Recordaba demasiado bien sus palabras, sus ojos llorosos, sus cálidos labios sobre los míos. Era imposible que aquello viera sido creado por mi subconsciente. Pero entonces ¿por qué él no estaba aquí conmigo?

Suspire adormilado y me coloque boca arriba aun con todo el cuerpo pegado al colchón, y fue entonces cuando logre identificar el proveniente del insistente sonido. Gire mi rostro hacia un costado, y observe sorprendido a Joaquin sentado en el suelo a unos cuantos pasos de la cama. Me daba la espalda, por lo que no podía ver su rostro. Aunque si alcanzaba a ver sus manos, las cuales metían ropa en una valija frente a él. Arqueé una ceja, extrañado, al ver como metía todo con movimientos rápidos y nerviosos. Casi lograba ver como sus manos temblaban bruscamente. Y de todos modos... ¿Por qué guardaba ropa en una valija?

Sin Luz - EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora