capítulo 28

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Un paso difícil pero necesario:

Narración:

La mañana del día de acción de gracias llegó, y Celeste y Diamante aún continuaban en aquella cabaña solos. No habían tenido intimidad aún, ya que Celeste no se encontraba en su mejor momento y Diamante no la quería presionar. Para él tampoco estaba resultando fácil nada de eso. No sabía que hacer todavía con la revelación que Celeste le hizo la madrugada del viernes.

Lo único que tenía claro, era que por él momento quería que estuviera lo más tranquila posible, y por eso le pidió que continuaran en la cabaña. Tarde o temprano se tendrían que enfrentar con Jedite, pero mientras más lo postergaran, mejor.

Diamante cada que veía el moretón de Celeste en su mejilla, se enfurecía y odiaba más a Jedite. Quizás él no sea un santo, pero nunca le pondría la mano encima a una mujer. Y le parecía una gran canallada lo que Jedite le hizo a Celeste...

Esa mañana, ambos fueron a la gasolinera más cercana a traer más cosas para comer, y algunos artículos que Celeste iba a necesitar al decidir que permanecerían más días allá en medio de la nada.

Celeste llegó a la conclusión de que Haruka debía saber que estaba bien. No tenía nada en su contra y se sentía mal al ya no verlo. Por eso, aprovechando que Diamante estaba esperando a pagar la cuenta de sus compras, ella fue al teléfono público que tenía la gasolinera y llamó a Haruka.

Los Aino estaban más que angustiados por ella que parecía que se la tragó la tierra. A Jedite ya se le había bajado la furia que tenía contra Diamante y Celeste, y ahora lo único que le interesaba era que Celeste lo pudiera perdonar y volviera a la mansión. Se sorprendía a si mismo saber cuan grande era el cariño que le tenía a esa joven. Un cariño que podía más que el odio que le tenía a Black.

Había cumplido con su palabra de hundirlo esa misma madrugada, pero ya ni siquiera le interesaba saber si estaba dando resultado. Y a juzgar que, los hombres de Diamante aún no contraatacaban, parece que a Black tampoco le interesaba.

Ambos rivales tenían algo en común, y eso era el cariño que le tenían a Celeste. Un cariño que podía más que su propio odio y rivalidad...

Haruka se encontraba en la biblioteca con Michiru, buscando en el mapa de la ciudad, los lugares que fueran más solitarios. Tenían la teoría de que en alguno de esos lugares podrían estar.
Cuando su teléfono sonó, lo contestó sin dar mucha importancia.

* sí, diga?

* hola, Haruka... Soy yo... Celeste...

Al oírla con voz tranquila, sintió que el alma le regresaba al cuerpo.

* Celeste!! Dios, santo! Nos tenías con el alma en un hilo. Estoy enterado de absolutamente todo, y te hemos estado buscando como locos... Dime en dónde te has metido? Cómo estás?

* estoy bien... Haruka, solo llamé para decirte que, mi nana y tú, no se preocupen por mí. Siento que ustedes estén pagando los platos rotos; sé bien que hice mal en irme así, y seguro Jedite estará desquitándose con todo mundo por su mal genio. Lo siento...

* aunque no lo creas, no es así. Jedite está...

* no quiero oír nada sobre él. Perdón, pero aún duele lo que me hizo y...

Diamante iba saliendo en ese momento de la tienda, y la miró sorprendido, pero no le molestó. Solo sonrió e hizo un ademán haciéndole entender que la esperaría en el auto.
Haruka solo veía los ojos de su novia, esperando pacientemente que Celeste continuara.

* Haruka, debo irme. Estaré bien, y tal vez me anime a verte a ti y a Michiru antes de que regresen a México. Pero no será en la mansión.

* espera, Celeste! Dime en donde...

Caminos Inesperados 🌛🌜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora