El final y el principio. Parte tres.
Secretos dependiendo de un hilo:
Narración:
En el departamento de Celeste, Haruka ya se había encargado de intentar tranquilizar a Celeste, que se encontraba muy devastada y alterada porque no pudo ir detrás de Jedite. Kakyuu no se lo permitió. Y Haruka, al verla tan mal, decidió quedarse con ellas. Aunque por dentro moría de miedo por lo que su hermano fuera capaz de hacer. Solo le quedó rogar porque Elliot pudiera controlar la situación, y así no ocurriera una desgracia.
Cuando Haruka consiguió que Celeste, al menos pudiera dejar de llorar, le pidió que le explicara qué había sucedido con exactitud. Ella, como pudo, le contó lo que había sucedido, y que seguía sin poder recordar como llegaron tan lejos. Haruka aunque enfureció por lo que Diamante le hizo, y eso terminó por hacer que despreciara más a ese hombre, no dijo nada en contra de nadie. Él prefirió que todo eso se terminara ya, quedando en el olvido, pues si lo hacían más grande, la única perjudicada sería Celeste, y no quería eso. A él, lo único que le importaba, es que Celeste se pudiera recuperar y ya no sufriera más.
Ambos Celeste y Haruka, se encontraban en el sofá, cuando llegó Jedite. Apenas y Kakyuu había abierto la puerta, Jedite entró de inmediato, directo hacia Celeste. Ella también corrió hacia él, llenándolo de preguntas sobre Diamante. Seguía aterrada pensando lo peor. Ver todos los golpes que traía en el rostro Jedite, no ayudó para nada a sus nervios.
Jedite solo negó, y así sin decir nada, abrazó muy fuerte a su hija, mientras la llenaba de besos en la frente y cabellos. Eso dejó algo sorprendidos a Haruka y Kakyuu, pero no dijeron nada, al igual que Celeste. Ella aunque no entendía por qué hacía eso, no se lo impidió. Le vino muy bien ese cálido abrazo.
Jedite sin soltar a su hija, internamente gritaba cuánto la amaba, y todo lo que quiso decirle durante todos esos largos años que la estuvo buscando. Después, abrazándola todavía más fuerte, y escondiendo el rostro entre el cabello rubio de su hija, dijo internamente:
>>Hija mía... Mi delicada flor, al fin estás en mis brazos! Jamás permitiré que te vuelvan a alejar de mi lado, ni permitiré que te vuelvan a hacer daño. Lo juro por mi vida.<<
*
( un rato después)
*Más tarde, Jedite le contó a Celeste por qué Diamante le había hecho daño. Le dejó claro que todo fue por culpa de una venganza del pasado, que tenía que ver con William Tenou, pero ellos por ser sus hijos, pagaron sus pecados. Celeste se sintió más herida, pero a la vez comprendió todo. Ya sabía lo que le pasó a Siren Black, porque Diamante se lo contó, pero ahora que tenía ambas partes de la historia, lo entendía mejor y no sabía cómo sentirse. Por un lado estaba que los Aino no tenían la culpa, y ella menos, pero por el otro, Diamante era normal que se sintiera así, y decidiera hacer lo que hizo, porque hasta cierto punto, tenía todo el derecho de hacer justicia. No justifica la venganza, pero sí imaginaba lo que debió sentir al perder a su familia completa, por culpa de las decisiones de William, y por ende, todo su resentimiento en contra de la familia Aino, y de ella, por ser casi de la familia.
Y por una tercera parte, estaba su dolor, su dignidad y su orgullo heridos. Solo debido a eso, no podía encontrar paz. Haruka le aseguró que el tiempo curaría su alma, pero ella debía poner de su parte, para no dejarse hundir en la depresión...
* perdóname, Celeste... Perdón porque hasta a ti llegó el odio y la venganza que nuestro padre causó por sus malas decisiones... Tú no tenías porque pagar los platos rotos.
Dijo Jedite tomando su mano. No se había separado de su lado, desde que llegó. Ambos estaban sentados en el sofá. Haruka lo estaba en el sillón para una persona, solo mirándolos, y Kakyuu estaba preparando café y un té para Celeste.
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Caminos Inesperados 🌛🌜
Fanfiction🌹 No hay amor sin aprendizaje. No hay aprendizaje sin dolor. 🌹 Darien y Serena lograron terminar con sus indiferencias por el bien de sus hijos. La tempestad se apaciguó por un momento, y poco a poco, Darien estaba logrando entrar en el corazón de...