capítulo 30

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La decisión definitiva:

Diamante:

* te escucho.

Akiral estaba apunto de hablar cuando Celeste apareció!

Joder! Me habrá escuchado?

Celeste* Diamante... Qué haces aquí?

Sin dejar de mirarla, me levanté rápido y fui a abrazarla. Se veía medio dormida, y su semblante lucía sereno. Eso me dio alivio porque por unos segundos creí que había escuchado lo que dije de ella, y me aterré como nunca.

Luego de abrazarla, me la quedé observando unos segundos. Su silueta delgada se transparentaba con la luz de la luna que se colaba por la ventana a su izquierda. Se veía preciosa.

Diamante* no podía dormir...

Dije y besé sus labios, susurrando que volviera a la cama, pero no quería al menos que yo también lo hiciera y tuve que acceder. Ya después hablaría con Akiral.

* por qué no podías dormir, cariño?

Me pregunta subiendo a la cama.

* cosas del trabajo que no puedo dejar de pensar. Pero mañana mismo lo resuelvo.

Me acerqué a su cuerpo y gracias al cielo no quiso saber más. Solo me deseó suerte y comencé a besarla con mucho amor. Ya que he decidido dejarla, al menos quiero tener una noche con ella. Estoy consciente que eso menos me hará quererla dejar, pero seré fuerte y me quedará el hermoso recuerdo de haberla hecho mía...

Narración:

Celeste correspondió los besos de Diamante, pero cuando sintió que sus caricias estaban llegando lejos, reaccionó y de inmediato se separó de él.

* Diamante! Qué haces?

Salió de la cama, sintiendo una mezcla de deseo y miedo.

* Celeste, no puedo más con esto... Te deseo como un condenado!

Diamante también salió de la cama. En sus ojos ardía el deseo y eso a Celeste la asustó. Parecía que esta vez no se pensaba controlar, así que su única reacción fue correr hacia el baño. Eso le daría unos minutos a Diamante para que recapacitara, pero él fue más rápido y la detuvo atrapándola entre la puerta y su cuerpo. Ella quedó de espaldas a él, y el asalto la hizo respirar rápido.

* no me temas, Celeste... Permiteme amarte en toda la extensión de la palabra... En el fondo tu cuerpo también quiere lo que yo. No le niegues ese placer.

Susurró en su nunca y luego le dio un beso que causó que le temblaran las piernas a ella. Celeste sí lo deseaba pero le tenía miedo a llegar más lejos. Todas sus inseguridades y miedos se lo impedían, pero sobre todo, la detenía el pensamiento sobre aquel otro hombre.

* Diamante, yo te quiero, pero sabes que no me siento lista.

Diamante tomó sus manos, entrelazó sus dedos con los de ella y, deslizandolas hacia arriba como si acariciaran la puerta, dijo:

* al menos intentalo. Cómo sabrás cuando será el momento adecuado, si ni siquiera me das la oportunidad?

Besó su cuello.

* permitemelo, reina mía. Prometo ser dulce y paciente. Y, si aún así sientes que no podrás, entonces me detendré. Te doy mi palabra. Solo te pido que lo intentes.

Con sus labios rosó su piel detrás del oído y esto a Celeste la tentó al grado de acceder... Con voz titubeante, dijo que sí, y eso fue música para los oídos de Diamante. Sin dejar esa posición, se separó de su cuerpo para quitarse los pantalones y así quedar solo en bóxer. Luego, tomó los bordes de la camisa de vestir que Celeste llevaba puesta, y pidiéndole que alzara los brazos, se la quitó. Al quedarle tan grande, no hizo falta que la desabrocharan.

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