Madrastra

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Puse un poco más de atención en Daniela, esa mujer si me gustaba, en toda la extensión de lo que eso significaba.

Su mirada está sobre mí, inexpresiva, únicamente me evaluaba.

—Creo que las dejo a solas —mencionó Valentina al notar la tensión que se había generado.

—Gracias Val —habló Daniela hacía la pequeña y de nuevo volvió a verme.

—¿Poché? —dijo mi nombre la mujer con la que había bailado, provocando que la castaña cruzará los brazos.

—Desaparece —escupí ahuyentándola con la mirada.

Me volví hacia Daniela quién contraía su mandíbula, sí, estaba molesta.

Nos miramos por algunos segundos ya que ninguna se atrevía a decir algo, desesperándome hasta que decidí detener a uno de los meseros para tomar un par de copas de la charola que llevaba.

—¿Un trago? —propuse extendiendo una copa en su dirección.

—No gracias —mencionó aún rígida.

Levantando los hombros bebí el contenido de ambos vasitos, cuando intenté caminar a la repisa en donde los dejaría tropecé con mis mismos pies; fue gracias a Daniela qué no me había caído.

—¿Entonces tú plan era venir a beber hasta que no pudieras caminar? —preguntó sosteniendo mi cintura.

—Si puedo caminar —respondí irritándome por la manera en la que me estaba hablando.

—Eso no parecía hace un rato que te detuve.

—Yo no te pedí que lo hicieras —quitando sus manos de mi cuerpo comencé a caminar hacia el interior de la propiedad.

Era cierto que había tomado unos cuantos tragos, pero no estaba ebria y tampoco me haría creerlo.

—Ven acá —alcancé a oírla antes de sentir cómo tiraba de mi mano y me llevaba con ella hasta la cocina, que por suerte estaba vacía, —¿Quién es la chica con la que estabas?

—¿Estás celosa? —una sonrisa que no pude evitar se formó en mi rostro.

—Estoy hablando en serio —arrojó pegándome a la pared que quedaba a un lado del refrigerador.

—No me se su nombre —le informé tomando su cintura, sus manos estaban a la altura de mis hombros, pero sobre la pared, me tenía encasillada, —Es de quién menos deberías preocuparte —puse mis ojos sobre los suyos, —¿Por qué estás tan enojada?

Sin responderme volteó los ojos y en seguida se dio media vuelta para dar algunos pasos en dirección a la puerta, regresándose para mirarme.

—Ayer fui a tu casa y nunca atendiste, te escribí porque no en quería quedarme con ese mal sentimiento hasta hoy que esperaba fueras a Neptuno para hablar y no, me encuentro con que sigues comportándote extraño y además estás en una fiesta bailando con no se quién... —hizo una pausa solo para tomar aire, —En este momento estoy peleando con la idea de que no te importa lo que pasa con nosotras.

—¿No me importa? —repetí ofendida, —Fuiste tú quien no me quiso decir qué pasaba, además de que me mandaste a mi casa.

—Necesitaba solucionar lo que pasó —interrumpió alterada.

—Lo entendí —grité molesta porque al final no me había enojado con ella —Y aunque hubiera querido ayudarte no me dejaste y aún así lo respeté —expliqué modulando mi voz, —Me quedé en casa de mi papá, tuve una mala tarde, eso me llevo a dormir temprano, traigo atravesada a su prometida y las cosas contigo siempre las complicamos más de lo que deberíamos —me quejé observando que se acercaba de nuevo a mí.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora