Minas

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Sorprendida por su reciente acción volví a la posición normal de asiento, dejando el celular en el compartimiento adecuado.

Había decidido que no le insistiría, no tendría por qué; si al final la ponía tan de malas viajar conmigo bien se había podido negar.

Irritada todavía por no entenderla comencé a impacientarme ahora porque el avión seguía quieto.

Bostecé al sentir sueño, mirando de reojo que Daniela seguía pegada al celular.

No podía ser tan descarada y escribirse con alguien estando a mi lado.

Después de cuarenta minutos el avión despegó, al alcanzar la altura permitida me acomodé para dormir, era eso o pasar la noche descifrando lo sucedido con Daniela.

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Una turbulencia pronunciada me sacó de mi sueño, me sobresalté al ver a la sobrecargo avisando que pronto serviría el desayuno.

Tallé mis ojos e inmediatamente ubiqué en la pantalla el progreso del vuelo, parecía que darían las nueve de la mañana.

Me moví un poco para darme cuenta que Daniela no estaba a mi lado; sorprendida busqué alrededor, pero todo estaba tranquilo no había rastros de ella.

Colocando una película en la pantalla que tenía al frente, permanecí despierta en espera de Daniela. Hasta que llegó y de nuevo se sentó a mi lado.

—¡Buenos días! —pronunció al saberme despierta, sin voltear a verme.

—Hola —respondí por educación mirando la pantalla.

Decidí mirarla de rojo para llevarme otro disgusto, seguía en su teléfono.

—¿Cómo dormiste? —trató de hacerme la plática, fingiendo que no había sucedido nada.

—De maravilla —utilicé cierto sarcasmo en mi respuesta, ella sabía que había dormido enojada, de hecho aún me sentía enojada.

La sobrecargo llegó con un carrito que llevaba los platillos del desayuno servidos; bajé la mesita para ahí colocar el mío y posteriormente comer el contenido.

Paso más o menos media hora en la que, después de la primer comida del día no habíamos vuelto a hablar.

Cansada de aquella situación le pedí permiso para que me dejara llegar al pasillo y tomar camino al baño. Sin resistencia lo hizo, al fin y al cabo seguía sumergida en el celular y no le importaba mucho que estuviera ahí.

Cuando volví observé nuevamente el estado del vuelo, aún faltaban un poco más de dos horas para llegar a nuestro destino. Prestando atención en la película que había programado para el resto del viaje coloqué mis auriculares y volví a taparme.

Un movimiento proveniente de la mujer que estaba a mi lado llamó mi atención, se incorporaba ligeramente y no había despegado su vista de mí.

Sin intenciones de hablar con ella me giré hacia la pared que tenía a mi lado, enfocando mi vista en la pequeña ventanilla que dibujaba el paisaje del cielo que cruzábamos.

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El viaje terminó en cuanto el piloto anunció que estábamos a punto de aterrizar en suelos Brasileños, tomé la postura adecuada y estirándome un poco esperé a que el avión se detuviera.

Con Daniela había sido lo mismo, ninguna otra palabra cruzó entre nosotras desde antes del desayuno, notoriamente yo estaba brava, con su actitud me había dejado claro todo y no estaría dispuesta a cuestionarla.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora