Excusas

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Mi mano sobre mi pecho y una Taylor muerta de risa a mi lado hicieron que pusiera más atención en el motivo de mi susto. Me sentí patética al notar que se trataba de uno de los muñecos en exhibición con una máscara horrible de payaso y unas manos que tenían movimientos automatizados.

—Debiste advertirme de eso —reclamé a Taylor quién no podía parar de reír definitivamente había llamado la atención de todo el personal del mall.

—Pensé que la única que se espantaba por una máscara era Daniela —contestó entre risas.

—No me da miedo —quise defenderme en el momento.

—Sí, me quedó claro —fruncí el ceño escuchando el sarcasmo.

—Estaba pensando en Daniela y de repente vi esa máscara fea —me excusé brincando al sentir algo por mi pierna, de nuevo un juguete de la tienda.

Sin discreción Taylor volvió a reír guiándome hasta el fondo de uno de los pasillos, en dónde los disfraces colgaban uno a uno, y donde más a lo lejos las máscaras pertenecientes a cada uno lucían.

—¿Tienes más o menos idea de que te gustaría? —pensé por un momento mi respuesta, debía elegir algo tanto para mí como para Daniela así que nos dirigimos a los disfraces de pareja. En donde todos me parecían tan quemados y aburridos que volvimos a los individuales.

—Vamos a las máscaras —le dije caminando a la gran pared del fondo en dónde cientos de más caras colgaban, —¿Elegirás también tú?

—Sí, pero necesito saber tu decisión para tomar en cuenta lo que yo usaré y no desalinearme de la temática —atenta volví a mirar a la pared pensando en cuál se vería bonita para mí novia, considerando que no le gustaba ese tipo de festividad. También quería mirar el vestuario y demás detalles que aunque fueran pequeños estuvieran bajo control, en espera de la fiesta que me estaba organizando.

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Después de tres horas salimos con un par de facturas en las manos, mismas que describían lo adquirido y la petición de entregarlos en el domicilio estipulado.

Taylor envío un mensaje a todas las personas que ya tenía invitadas diciéndoles el estilo de mi disfraz para no frenar la búsqueda de los de ellos.

Al llegar al auto suspiré agotada mientras revisando en mi celular un mensaje que me hizo sonreír de oreja a oreja.

Daniela

Bésame la vida que yo por ti vivo, cosita mía.

Recibido, 5:40 P.M.

—¿Paramos a cenar? —la voz de Taylor distrajo mi atención del móvil.

—¿Daniela viene? —cuestioné como si yo no pudiera preguntarle directamente.

—Le llamamos para que llegue —la rubia encendió el motor del auto y lo puso en marcha hasta que llegamos a un de los restaurantes de comida italiana más cercanos al centro. 

Nos recibieron normalmente escoltándonos hasta las mesas del interior, pedimos una pizza para la dos, dispuestas a compartirle a Daniela para cuándo llegara.

Platicamos un poco más sobre la fiesta de cumpleaños que tenían pensada para mí terminando de sorprenderme por todo lo que tenían planeado. Evidentemente el club funcionaria como cualquier noche, las personas pagarían su entrada y lo que consuman en el interior, menos el área en la que se llevaría el evento.

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La cena se alargó entre la plática de Taylor, quién me contaba lo vivido con Daniela, prácticamente eran como hermanas y eso me tenía feliz, sabía que lo de Juliana no se iba a comprar nunca, pero que Dani la tuviera a ella era de mucho consuelo.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora