Chillax

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Aquel fin de semana transcurrió de forma inimaginable, nos habíamos quedado en el piso de Daniela, quién decidió no ir a Neptuno para cuidar de mí y vaya que lo había hecho. Por fin estaba guardando el reposo recomendado. Con el paso de los días el dolor en mi tobillo desaparecía.

La tarde del martes cayó junto a una Daniela muy cansada sobre el gran sofá cama en el que descansaba, su cabeza la apoyo sobre mis piernas y sus piernas las tenía flexionadas sobre el sillón.

Se giró en mi dirección para observarme, yo estaba atenta leyendo un artículo en una revista sobre mi papá, el director con más de veinte años de experiencia en el medio y la película que estaba rodando, además de explicar su trabajo en Bienes Raíces.

Suspiré al leer mi nombre como la hija que no seguía sus pasos, y luego estaba la foto de su prometida, avisando en un pequeño texto que su boda se acercaba.

—¿Qué lees? —la castaña que yacía acomodada en mis piernas preguntó interesada.

—Chismes de famosos —deje la revista de lado para comenzar a acariciar su frente y parte de su cabello.

—¿Y qué dicen? —recibió mi contacto abrazándose a mis piernas.

—Cosas sin importancia —comenté queriendo dejar aquel tema de lado, —¿Terminaste tu trabajo? —asintió sobre mi mismo cuerpo sin decir nada más.

Y así transcurrieron algunos minutos, en silencio, únicamente estaba haciendo cariñitos sobre ella, sin dejar de pensar en lo que recientemente había leído.

—¿Mi amor? —la llamé con duda, no sabía si se habría quedado dormida.

—¿Qué pasa chiqui? —preguntó sin abrir los ojos.

—¿Vendrás conmigo a la boda de mi papá? —la pregunta quizá la tomó por sorpresa porque se incorporó casi de inmediato y yo probablemente me arrepentiría porque no me había animado a decirle quién era para el medio público ni nada de eso.

—¿Quieres que vaya contigo? —cuestionó torpemente.

—Eres mi novia, y sería bueno que me acompañaras —comenté estando segura de que quería que ella fuera conmigo, —Además sabes que no tengo una buena relación con mi madrastra y creo que ese día será un infierno si no vienes conmigo.

—¿Para qué fecha es, cosita?

—Inicios de diciembre, en un mes y medio —asintió acercándose a mí.

—¿Meredith será quién elija nuestros vestidos? —recordar aquella estupidez me hizo explotar de risa, viéndola sonreír también.

—¿Eso es un sí? —interrogué viéndola recargarse ahora sobre uno de mis hombros.

—Si, mi amor —se abrazó a mi cintura y ahí nos quedamos hasta que anocheció.

Amaba los momentos así, en qué estábamos a solas disfrutando de nuestra compañía, de nuestros cuerpos juntos y del amor que nos teníamos.

Mi lista de enojos sin sentidos estaba limpia desde el jueves con mis amigos y eso me ponía feliz, quería decir que Daniela y yo no necesitábamos molestarnos para estar bien porque simplemente lo estábamos.

-

El miércoles comenzó como últimamente era mi costumbre, el cuerpo de Daniela a mí lado abrazado a una de sus almohadas favoritas, ojalá fuera esa almohada.

Reí al pararme, consintiendo mi pie sobre el piso de forma natural. Rodeé la cama para poder llegar al baño y lavar mi cara, no sin antes poner atención en la vista que era increíble, el azul del cielo y del mar de Malibú me tenían maravillada desde que mi despertar era en ese sitio.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora