Ensayo

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Daniela volvió al interior de la habitación con el hombre que llevaba el servicio, mismo que acomodó la charola sobre el pequeño comedor existente en esa suite.

Salió y la llamada había terminado, pero no duró mucho porque de nuevo marcaba.

—¿Aló? —respondí con nerviosismo.

¿En dónde estás María José? —el tono molesto que hace años usaba conmigo lo volvió a aplicar.

—En Turín papá, pasaré la semana aquí y para el fin de semana los alcanzo en Blevio —le informé viendo a Daniela tomar asiento en una de las sillas de la mesa.

—Es que no podemos esperar al fin de semana —la voz de Susei se escuchó por la bocina de teléfono incomodándome.

—Lo siento, no pienso llegar antes —con seguridad respondí poniéndome de pie, Daniela simplemente me miraba por momentos esperando a que terminara la llamada para comer juntas.

—Te necesitamos aquí hija —la insistencia de mi papá estaba logrando sacarme de mis casillas.

—El sábado en Blevio —repetí antes de colgar y apagar el aparato para no dejar que me siguieran molestando.

Dejando el móvil en la mesa de noche caminé hasta Daniela, quién atenta tomó una de mis manos mientras que con la otra destapaba los platillos solicitados.

Esa noche estuvo llena de insomnio y de mi replanteándome la necesidad que tenía de estar con mi papá el día de su boda con una de las mujeres más interesadas con la cual me había topado, que por cierto no hacía más que estudiar una maestría en bienes raíces, esperando ser salvada por alguien como mi papá para seguir su vida cómoda y sin romperse las uñas.

Ese último pensamiento me abrumó, ¿Y si yo era como ella y al final por eso no encajábamos?

Suspiré sintiendo a mi novia reacomodarse sobre la cama, me giré para quedar frente a ella y observarla dormir por un rato, sin quitarme de la cabeza que probablemente era igual que Susei.

—¿Amor? —llamé a Daniela harta de escuchar mi propia cabeza, necesitaba hablar con alguien.

La llamé un par de veces más mientras tocaba su rostro

—Dani —susurré recorriendo su nariz hasta su mejilla, —Despierta, por favor —insistí hasta que la vi moverse.

—¿Estás bien, miquito? —adormilada preguntó mientras me abrazaba por la cintura.

—¿Crees que soy como Cruella? —mi trauma por parecerme a la prometida de mi papá pasaba los límites y eso Daniela lo tenía claro.

—¿De que hablas? —pronunció abriendo los ojos para enfocarme.

—He estado pensando que quizá no me lleve bien con ella porque nos parecemos —le expliqué sabiendo que era ridículo lo que le decía.

—No creo que tengas que preocuparte por eso —respondió con calma, —Y aunque no la conozco estoy segura que no te pareces en lo más mínimo a ella —aseguró estirándose y luego bostezó.

—¿Mañana vamos a buscar vestidos para la boda? —cambié el tema mirándola asentir, había vuelto a cerrar los ojos, —No te duermas —le pedí antes de destaparla.

—¿Qué no tienes sueño mi amor? —me miró con duda.

—No —le hice saber antes de subirme sobre ella y pasar parte de la noche leyéndonos en braille.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora