Antidepresivo

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Compartir ritmo cardíaco con Daniela era de mis cosas favoritas después de habernos hecho el amor, amaba quedarme quieta y recargarme sobre su pecho, esa no sería la excepción. El sofá había sido testigo de la demostración de amor que tuvimos por esos varios minutos, y de no ser por qué afuera seguían mis amigos festejando mi cumpleaños me habría quedado dormida sobre ella.

Amaba su cuerpo cálido y expuesto solo para mí, amaba enchinar su piel con mis caricias demostrándole cuánto la quería.

—El día de hoy fue un sueño —pronuncié apenas me incorporé para mirarla asentir.

—Así me siento desde que te conozco —abrió sus ojos para fundirlos en los míos, —En un sueño, mi amor —expresó sujetando con cuidado mi espalda.

—Te quiero —le dije antes de besar esa nube algodonada que conformaba sus labios sintiendo como sus manos de nuevo iban a mis glúteos.

—Me encantas, me encanta tu cuerpo, tu trasero —fue específica haciéndome reír por lo nerviosa que me ponía, amaba lo directa que era, me volvía loca la forma en la que ella controlaba mis instintos.

—Tenemos que salir —negó ante mi petición volviendo a besarme con frenesí, no me podría cansar nunca de besarla de esa forma, de tenerla tan solo para mí.

Antes de que pudiera decir algo más se escuchó como golpeaban la puerta, confusa me miró esperando a que volvieran a tocar y pasó.

—Probablemente sea Taylor —susurró después de verme de pie frente a ella.

—Pues abre —le dije también extrañada por haber interrumpido ese momento tan íntimo y solo nuestro.

Asintiendo tomó el primer vestido que vio y me dio a mí el otro, entré al baño para colocarlo y ella pudiera abrir mientras tanto.

—¿Qué pasa? —preguntó a quien había llegado, estaba bastante confundida.

—Perdón por interrumpir —la contestación que recibió me hizo saber que no era Taylor quién insistía en entrar, —Hice algo que te hará muy feliz.

—¿Qué hiciste? —inquieta, mi novia volvió a hablar, sin aguántame la duda por quién era abrí la puerta del cuarto de baño en el que estaba, reacomodando con ello mi cabello.

Daniela me observó y luego dirigí mi mirada a Abisambra que vestida con una botarga nadie la podría tomar en serio.

—Pensé que estabas sola —dijo para mí amor, como siempre ignorándome.

—Ella dejó de estar sola desde hace mucho, pensé que lo tenías claro Abi —me metí en su conversación ganándome su atención.

—Eso me queda y muy claro, te lo aseguro —me respondió, —¿Nos puedes esperar afuera? Necesito hablar con Daniela cosas de mujeres grandes no enanitos como tú —escucharla hizo que enmarcara una de mis cejas.

—Abi, no empieces —en seguida Daniela salió en mi defensa, —¿Qué necesitas? —le volvió a preguntar cuando llegó a mi lado.

—De verdad tiene que ser a solas Street —habló desinteresada yendo hacia el sillón en el que segundos antes de que nos interrumpiera descansábamos.

La mirada de Daniela aterrizó sobre mí e inmediatamente me negué.

—No quiero que Poché vea como te doy unos buenos besos —aquella frase terminó con mi paciencia e hizo que me fuera directamente hacia Abi.

Detenida por Daniela me llevó con ella a el exterior de la oficina.

—Está un poco pasada, no le hagas mucho caso —me pidió después de bajar las escaleras.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora