Mausoleo

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POV POCHÉ

El amanecer que se observaba desde la terraza de mi habitación me hizo evaluar las ultimas doce horas que había vivido. Sentía que salir a nadar cuando apenas el sol se asomaba sería una buena terapia, pero no lo era; no me podía olvidar de la conversación con la mujer que la noche anterior había arribado a mi casa sin avisar.

Habían pasado un poco más de cuatro meses desde que mi vida había vuelto a dar un giro tan dramático luego de la muerte de mi mamá y era tan jodido todo. Sin planearlo y mucho menos quererlo estaba de regreso en ese hueco oscuro en el que sentía que toda mi vida era un desastre. Hasta ese día que de buenas a primeras había decidido irme de todo y desaparecer por algún tiempo.

¿Y de que servía?

Me parecía tan injusto que las personas no valoraran la perspectiva de los personajes involucrados en la película que filmábamos. Me parecía injusto que no se pusieran en mi lugar, y aun así vinieran a pedirme favores.

Aunque durante mi estadía en Perth me había planteado dejar los rencores a un lado y permitirme sentir el desamor que me dejaba lo sucedido en Italia, y luego en Brasil, sentía que en California nada de eso me había funcionado. Ahí estaba todo, en las calles, en mi casa, en mi cabeza y parecía que no tenía planeado irse.

Encima de eso tener que lidiar con la petición de Taylor. Era tan sorprendente.

El enojo se había vuelto a adherir a mi sistema, la rabia que aun sentía por lo sucedido, y la tristeza porque las cosas se habían dado de esa manera. Yo no lo merecía. Nunca me había metido con nadie para joderlo, nunca habría podido mantener una mentira a ese nivel, después de que me lo preguntaran de frente.

Volví a sumergirme en el agua para nadar a la orilla que daba mi habitación para salir y soltar el nudo del bañador que quedaba detrás de mi nuca. Sin importarme el camino del agua que pudiera regarse en mi habitación entré con la intención de llegar al baño y darme una ducha.

Mientras el agua caía sobre mi cuerpo la imagen de Laura apareció en mi cabeza. Había pasado la noche con ella y lo había disfrutado tanto como la primera vez que nos habíamos acostado.

Suspiré en medio del chorro de agua recordando todo el tiempo en que la había deseado de esa manera.

De todos ella era la única que se había quedado, incluso cuando traté de dejarle claro que entre nosotras no debía pasar nada. Siguió estando para mí aun con el absurdo espectáculo de exclusividad protagonizado por Daniela en Brasil.

En medio del agobio que me generaba pensar en que quizá había arruinado nuestra amistad permitiendo que pasáramos la noche juntas salí de la ducha, busqué algo de ropa, un básico en pantalones deportivos y una camiseta blanca y luego lavé mis dientes yendo de nuevo a la habitación.

Eché un vistazo a la cama que ya se encontraba vacía, así que miré a mi alrededor hasta que la vi sobre el columpio de la orilla de la pieza.

—¡Buenos días! —dije acercándome a ella.

—Muy buenos, desde mi punto de vista —se mordió el labio y luego se puso de pie, —¿Cómo estás? —preguntó girándose al sentirme llegar hasta ella.

—Bien, fue una buena noche —admití viéndola asentir.

—Lo fue —me miró a los ojos y luego observó mis labios negándose a sí misma lo que quería hacer.

Sonreí por lo tierna que me parecería y fui yo la que se acercó a juntar mi boca con la suya.

La presión de sus labios sobre los míos combinado por el movimiento que se estaba generando hizo que sujetara su cintura descubierta por le bralette que tenía puesto. De a poco sentí que enredó sus brazos por encima de mis hombros hasta que nos separamos.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora