Wine

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—¿Poch? —el insistente llamado de Laura me hizo mirarla con sorpresa.

—¿Qué pasa? —cuestioné tratando de esclarecer mis pensamientos.

—Ya está abierto, no la hagas esperar —contestó dudosa mientras mi mente aún caía en cuenta de que lo sucedido anteriormente solo había sido producto de mi imaginación.

—Claro —suspiré pesadamente, —Gracias —sonreí como pude acercándome a ella para besar su mejilla y salir del auto.

La camioneta seguía estática y parecía que no existía nadie en su interior, hasta que me aproximé a uno de los cristales.

Con una sonrisa quitó los seguros acercándose a abrir por la parte interna.

—Volviste —dijo apenas pude escucharla.

—Tuve algunas cosas que hacer antes de venir —comenté ocupando lugar en el asiento del copiloto.

En el momento que la puerta se cerró observé por el espejo que las luces del auto de Laura volvían a encenderse para dar paso a su partida.

Para mí suerte ella no hizo ningún comentario al respecto, simplemente se acomodó en su lugar encendiendo el motor de su vehículo para emprender un camino incierto para mí; hasta que la avenida que tomó se me hizo familiar.

—¿Sigues frecuentando a Laura? —rompió el silencio haciéndome pensar mi respuesta.

—No creo que haya problema si mi respuesta es sí —comenté abriendo la ventana que tenía a mi costado sintiendo el aire correr por mi cara, hacia que mi cabello volara.

—Claro, solo quise preguntar —volvió a decir haciéndome asentir, —Me di cuenta que estaba en tu casa —suspiré regresando mi mirada hacía ella.

—Si, llegó a cenar porque Susei la invitó —resté importancia poniendo atención en el parabrisas.

—Cruella —susurró provocándome una sonrisa en los labios.

—¿Me vas a negar que es una bruja? —negó en medio de una risita que me hizo ampliar mi sonrisa.

—Es del mismo calibre que Mariana, no tengo dudas de eso —volvió a reír, pero esta vez logrando que mi rostro quedara inexpresivo.

Empezaba a entender que no me gustaba que la mencionara.

De nuevo el silencio reinó en la camioneta, y así transcurrió el viaje hasta el edificio en el que se ubicaba su penthouse de Malibú.

—¿Tienes problemas con que platiquemos en casa? —su pregunta hizo que algo en mi estómago revoloteara.

Inmediatamente sujeté mi abdomen y respondí.

—En tú casa —corregí, —Por mi está bien, de todas formas, llamaré a Roi para que venga por mí.

En mi intento por buscar mi celular recordé que no lo tenía, no había sido lo suficientemente inteligente para ir por el al auto antes de salir con Laura a mi encuentro con Daniela.

—No traigo mi teléfono —admití mirándola expectante, —¿Me prestas el tuyo?

—Tú te quedaste con el mío —rió rascándose la cabeza mientras esperaba a que el elevador del estacionamiento funcionará.

—¿Yo? —volví a tentar las bolsas de mi pantalón y de la chaqueta recordando el momento en que había guardado ambos celulares, —Se quedaron en el carro —volvió a sonreír, sin intención de molestarse.

Neptuno 26 | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora